NI CHICHA NI LIMONÁ

 

Y de cada vez por las redes sociales, me salen más anuncios de aplicaciones de gente madura tirando a pochita y arrugada, que quiere contactar contigo o con otro. Y yo digo, ¿para que quiero a éstas alturas de la película contactar con alguien que más o menos tiene la misma edad que yo?. Vender es una cosa y estafar al pringado de turno es otra muy distinta y al parecer la vejez es una edad ideal para que otros que van de listillos, te traten de engañar para sacarte la poca pasta que te queda. A mi dejarme sólo mientras pueda y cuando no pueda quizá me anote a susodicha aplicación, pero creo que lo haré para colarme en ella y así poder quemarla. Pero además, te ponen la foto de un pibón un poco tirando a viejo pero sin estarlo y guapa hasta el tuétano de sus tetas y tú mientras tanto echando pegamento a tu dentadura postiza y mientras babeas de hecho y de pensamiento. Y esa tipa tan potente y tan buena, ¿me va a cambiar los pañales a mí?. Y cuando llegue mi momento y porque a todos nos llega, y en donde no podré ni arrastrar mis santos huevos, tendré que plantearme una alternativa vital adaptada a esa realidad y por supuesto el tema no irá de enrollarse con una tía madurita y que dado tu estado paupérrimo, te va a limpiar tu viejo y lindo culito. Pero tampoco hagamos sangre del lado contrario y nos pongamos a pensar en un geriátrico que da más pena que gloria. Ni una cosa ni la otra. Ni yo soy más bueno ni tú eres un ángel caído del cielo. Supongo yo, que habrá puntos intermedios. Que existe la pausa, el momento tranquilo, la quietud de la tarde y no el olor a guiso demasiado pasado que se mezcla con el olor que da la carne vieja mezclado con el olor a meado de los pañales.

Ni chicha ni limoná. Ni me vendas esa moto. Ni me cuentes que hubo una señora  que con 60 años se lió con un hombre de 90 años y que se amaban y se querían. Que los hay y las hay, pero si los hay es porque siempre y por el medio, existía la pasta gansa que era lo que realmente les unía. Yo eso de que llamen cariño o amor mientras te dan de comer la papilla triturada y sin tropezones y te limpian los restos de comida y la baba que desborda tu vieja boca desdentada, como que no, que no me lo creo y si tengo que creérmelo es que ya hubo amor en otros tiempos. Me creo más que te consideren un viejo y que van abusar de ello. Me creo más que te vendan un seguro que cubra todos los gastos de tu muerte y para no dejarle todo ese tinglado engorroso a tus hijos. Que si caja de pino o de roble, que si el cura que dirige todo el circo tiene sus gastos propios, que si el médico que certica tu muerte también los tiene, que si hhay que llevar varios ramos o coronas de flores sobre el féretro y que te arreglan el careto de muerto y para parecer un muero que desearía seguir vivo. Y todo esto y más, para vender tu propio entierro en vida. A mí no me asusta mi propia muerte y me asustan mucho más todos los buitres que de repente dicen que les preocupa toda la parafernalia de tu propio entierro y funeral.

A mí que me entierren bajo un metro de tierra o que me incineren y que el polvo que quede que se los lleve el viento en un día de temporal. No quiero curas diciendo idioteces sobre lo bueno que era en vida y porque no lo era y además, el puto curita no me conoce de nada.















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