Nuestro destino estaba escrito
en esas páginas en blanco que anteceden a lo que va a pasar,
y en aquél verano de azul y niebla,
nos despertamos sobre la arena,
abrimos los ojos y nos miramos,
hicimos el amor hasta el desmayo,
hablamos de nuestra luna llena,
soñamos el mismo sueño
el que siempre narraba aquella noche de verano,
nos acariciamos tanto que nos quedamos en carne viva,
y aquella noche,
con el suave viento del norte
nos envolvió el amor como una crisálida,
fuimos durante ese instante,
una curva astral en el espacio tiempo,
un equinoccio de verano,
y un rayo de fuego lanzado por nuestras manos,
fuimos tanto y tan ardientes,
que hasta los recuerdos por dentro,
ardieron.
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