LA RAZA HUMANA (Poema)

Que me pasa a mi,
 que no le pasa a los demás,
acaso yo soy un ser extraordinario,
diferente y extraño,
o lo son los demás,

   Porque yo me veo todos los días la cara,
y os aseguro que no me salen cuernos,
ni los incisivos superiores me crecen demasiado,
ni mi cara se elonga en forma de hocico,
ni siquiera me entra la rabia,
ni rosmo, ni ladro, ni babeo por mi boca.

   Por lo tanto concluyo:
yo soy una persona normal,
aunque no carezco de defectos,
pero éstos van dentro del pedigrí,
y tampoco tengo fecha de caducidad,
y que yo sepa, aún tengo la mecha muy larga.

   Será acaso que yo soy el ser humano,
y que los demás son falsas apariencias,
será eso, no lo sé,
pero yo no me fio de nadie,
por no fiarme, yo ni me fio de mi mismo,
y si me pasa eso,
y en el espejo veo mi humanidad,
porque los demás, me pregunto,
 no pueden ser lobos con piel de cordero.

   O hay alguien que ose decirme lo contrario,
pues yo no soy espejo de nadie,
ni espío a través de cerraduras,
ni soy un cura confesor,
y entonces que coño voy a saber yo,
de lo que hacen los demás.

   Lo único que sé de la raza humana,
es que a éste ritmo tan destrutivo, le queda poco,
tan poco, que no hay esperanza de vida,
sólo queda ponerse a la cola,
a la cola que desemboca directamente ,
en la caldera del señor de las tinieblas.

UN SEPTIEMBRE EN BINIANCOLLA (Relato)

Éste pequeño relato o relatín, se lo dedico a mi querida familia: a Lourdes ( a la que le tengo que hacer un monumento) y a mis tres hijos: Bruno, Alfredo y Miguel. Y por supuesto a mi otra familia en Menorca: Viviane, Miquel y Nicolás. A todos os mando un beso y espero que os gusten éstas letras. Y se me olvidaba el perro de mi hijo Alfredo, que también estuvo presente: Tobías.

   Éste ha sido un mes de Septiembre especial, pues los Septiembres y no sé porqué, nunca fueron meses a destacar en mi azorosa y pendenciera vida. Quizá fuera, porque es un mes de transición, un mes que cabalga entre el verano y el otoño o sea un mes amorfo, un mes de, ni fu ni fa o porque también, en la época de estudiante, era un mes dedicado a los exámenes. El caso es que no le tenía especial cariño a éste mes y ahora en cambio, tengo conmigo, uno de los mejores recuerdos de mi vida. Gracias mes de Septiembre, gracias Biniancolla y gracias a los que me acompañaban en éste viaje astral. Gracias a todos,

  Yo creo que nunca viví tan cerca del mar, si exceptuamos en las acampadas, como cuenda pasé y pasamos, un mes de septiembre en un sitio precioso de ésta isla, que se llama, Biniancolla. Éste lugar da a la parte sur de la Isla, cerca de otra preciosidad de islita, la isla del Aire, que no sé si es más bonita la Isla, que su nombre: " La Isla del Aire". Aunque el que le puso el nombre, seguro que no tenía nada de romántico y llegó a la conclusión de poner ese nombre, simplemente porque en esa Islita, sopla mucho el aire. Pero yo prefiero quedarme con la versión romántica y el nombre se lo pusieron en honor del dios Eolo, el dios del viento, cuando cruzaba en una nave griega cerca de ésta islita rumbo a su tierra natal.

Esta islita, es conocida también por su bonito faro y porque en sus entrañas nacen y crecen unas lagartijas autóctonas, que dada mi ignorancia, aún no sé en que se diferencian de las demás lagartijas, pues tienen rabo  y cuatro pequeñas patas o sea, como las demás lagartijas del resto del mundo. Aunque la diferencia a lo mejor está, en que son lagartijas cabezotas, de cabeza dura como las piedras de aquí y ese carácter duro y terco es muy de aquí, igual que sus congéneres, los humanos.

   El sitio donde se asentaba la casa alquilada, era paradisíaco, era de ensueño y estaba en la punta de una pequeña península de rocas y era la primera casa que daba al mar o sea en primera fila, como toca. Hacia el mar y por tanto por delante y por los lados de la casa, quedaba un pequeño camino que a su vez desembocaba en una rampa, que daba a una pequeña zona de atraque. Imaginaros la vista, todo salvo por la parte de atrás, daba al mar, el mar por los tres costados.

La casa era sencilla y pequeña, era una chavola de pescadores, sólo que ampliada. De todas formas tampoco era una caja de zapatos: tenía tres habitaciones, una de ellas enana e interior, un salón comedor , un baño y una pequeña cocina. En septiembre en ésta Isla, aún hace demasiado calor, no tanto como Julio y Agosto, pero calor aún hace, ese calor tan de aquí, calor húmedo y pegajoso. Pero en esa casa con sólo abrir sus puertas y ventanas, el aire del mar entraba y salía, creando una corriente marina que refrescaba la casa y por supuesto, a sus inquilinos.

  Claro que dado que éramos numerosos los inquilinos, en concreto, cuatro adultos y cuatro niños, el sitio se podía decir que era bastante justo, pero no tanto, pues la vida se hacía casi todo el día fuera. Tenía como una especie de porche, que rodeaba dos costados, por tanto si daba el sol en uno, te ibas al otro y a la inversa. El tema y la vida allí, giraba alrededor del mar, ahora a bañarse pero un buen rato, ahora a pescar y ahora a sentarse en el porche a contemplar el mar. Y de tanto ver el mar, ya te entran las ganas y a Miquel (uno de los adultos), se le ocurrió que podía traer su lancha o sea entró en trance  y de verdad que entró sin fumarse ni un canuto y en su colocón transcente, alguien del otro mundo le habló y le dió la idea, no sé si fue Dios, pero seguro que el que se lo dijo  se le parece mucho. Aunque el que tuvo que ir a buscar la barca, fué él y no el que le dió la idea. Ya conoceis a Dios, es tan campechano como el Rey, el habla mucho, pero no rasca ni el huevo derecho. Así que un buen día, apareció Miquel con su barca, ¡bendito día!.

   A partir de ahí las tardes se cubrían con largas horas de pesca y además, os juro, que de verdad, se pescaba. Las capturas de todo el mogollón de pescadores, se juntaban en un cubo y al llegar a la casa tocaba la faena más fea de la pesca: limpiar el puto pescado, pero el pescado era puto mientras se limpiaba, después cambiaba la denominación y pasaba a ser un pescado  delicioso. El que vive en ésta Isla sabe de lo que hablo, cuando digo que a pesar de ser Isla, casi no se como pescado. Y esto es por una razon fundamentalmente: porque aquí está muy caro, y digo caro, cuando debía decir, que está carísimo y en consecuencia, se come muy poco pescado. De ahí las ganas multiplicadas de comer pescado fresco. Yo pensaba que al ser el mar Mediterráneo, no podía haber tanta variedad de pescado. Yo como buen paleto, estaba convencido de que no podía haber tanta variedad como en el océano Atlántico (no te acostarás sin saber una cosa más). Siempre me queda el consuelo de pensar que el pescado es de menor tamaño y que tiene menos sustancia, pero éste es el consuelo de los tontos, pues yo no me dediqué nunca a medir los pescados y no hice diferentas catas comparativas. Son bulos y suposiciones, son prejuicios de un pobre desgraciado que nació al lado del océano Atlántico, en un rincón de la ría de Vigo y lo primero que vió al nacer, fué el inmenso océano a sus pies, Y saqué la conclusión errónea, que el tamaño del mar se correlaciona con el tamaño de sus peces.

   Después venían las cenas en el porche, y el mar presidiendo la vista y el ruido de las olas y la luna alumbrándonos, y las conversaciones largas y tranquilas, tan tranquilas como el mar que nos rodeaba. El mar acompañándote a la cama y meciéndote dentro de sus olas. Las mañanas eran increíbles, cada día te sorprendías despertándote en ese paraíso, el mar en calma o revuelto y de nuevo el mar y todo era mar, y el mar, y el sol, el viento, el graznido de gaviotas, y la brisa marina y que alivio de brisa, porque si no moríamos.

 Pronto se rompía el encanto mañanero, pues a los adultos teníamos que apencar y los niños al cole. Así que la vista era preciosa, pero ya se sabe que cuando uno va a currar, no está para tantas tonterías, las tonterías mañaneras quedaban para el fin de semana. Aún así merecía la pena, pues de vuelta del curre, te relajabas en plan automático o sea en el mismo instante en que llegabas, vamos como el Nescafé instantáneo. Después los baños y con esa agua tan de aquí, agua límpida,  transparente y suave como la seda. A continuación, la pesca, y a veces paseos en bicicleta y alguna ocasión, un partido de basquet ( había una cancha cercana).

   Los días transcurrían con excesiva fluidez, es decir los días pasaban demasiado rápido y eso que se aprovechaba hasta el último segundo del día. Pero como ya se sabe, el tiempo siempre pasa y además, pasa más rápido cuanto mejor se esté en un sitio. Yo sinceramente, en situaciones como ésta, le daría de hostias al tiempo y le diría que parara su reloj inmisericorde. El grato recuerdo que me llevé de Biniancolla, lo tengo guardado en uno de los cuatro rincones del alma y está en la parte más profunda o sea en la más sentida, justo en la sección de los momentos más bonitos de mi vida o sea en el punto G de mi cerebro. 

   Y no sé porqué, la mayoría de esos momentos están relacionados con el mar,  a lo mejor es porque yo nací mirando al mar y el mar siempre fue mi amigo, mi musa, mi confidente, mi compañero de viaje. Y el mar sigue ahí, alrededor de ésta Isla y sé que el mar me espera, y me espera para reunirme de nuevo con él, para así contarnos las novedade4s y el como nos va la vida. Yo, a fuerza de ser sincero, lo echo tanto de menos, lo añoro tanto, que aún no sé como darle las gracias, por todo lo que ha dado y lo que le falta por dar. Oh!!, el Mar. Oh!! Biniancolla !!.

Yo, si viviera en otra tribu

 Yo, si viviera en otra tribu con distinto nombre y con otros apellidos sería el puto amo de mi mundo andaría por las aceras de mi pueblo ve...