Mi funcionamiento no es el tuyo,
el mío es ardiente y apasionado,
a veces, es don poderoso
y en otras, es debilidad alucinante,
es lo que tiene ser ambidiestro,
aunque soy más zurdo que diestro
porque la necesidad moldea los hábitos y costumbres
y te quita la mitad de las tonterías,
y ante la amenaza de las bofetadas de mi Madre,
de zurdo pasé a diestro y a velocidad de vértigo,
y sin más, se volatizó toda la tontería,
métodos drásticos, eficaces y contundentes
(tan de aquellos viejos tiempos),
y con ese método no sólo pasé de zurdo a diestro,
también aprendí a comer como se debe
o como decía mi Madre que tenía que ser,
y si seguimos tirando del hilo,
resulta que fui un hacha en no hablar con la boca llena,
en cortarme las uñas al cero y sin olvidarme de ninguna,
en ser el primero en acudir a la llamada de mi Madre,
el temor a la bofetada obraba milagros,
menos en una cosa no pudo mi Madre conmigo,
que hablara y que saliera de mi silencio de Cementerio,
no es que hubiera hecho el voto del silencio,
pero cualquiera se arriesgaba con mi Madre,
porque todo lo que dijera sería mirado bajo su minuciosa lupa,
y no es por nada, pero con el hablar yo tenía mis fugas indiscretas,
y siempre cobraba por esto o por lo otro,
y además, yo sabía que el silencio le cabreaba
y total, las hostias las iba a llevar igual,
por tanto, era una forma de compensar toda mi rabia,
y cada vez que me pegaba miraba su rostro lleno de ira,
y sólo por eso, la bofetada dolía mucho menos
y en el fondo, me reía a carcajadas por dentro.