
De nuevo, ahora. Antes ya fue ahora y después, seguirá siendo ahora. En fin siempre será, ahora. Ahora sale el sol, ahora llueve, ahora me estoy haciendo más viejo. Ahora sufro, ahora lloro, después, me río y además ahora puedo con todo. El ahora es para siempre y por eso, siempre estará presente. Ahora bebo y ahora he dejado de beber y para que el hígado siga funcionando y para que no se te nuble la mente totalmente y para seguir sintiendo con el mismo sentimiento. Que no te olvides, que te estuve esperando durante mucho tiempo, pero el paso del tiempo es ácido y es corrosivo y tu recuerdo se fue pudriendo y diluyendo. Ahora, ya no estás y queda tu hueco y queda tu aroma y queda la sonrisa irónica de tu boca. El ahora siempre está pero también es verdad, que siempre pasa y en consecuencia, se convierte en otro ahora. Un ahora que puede ser igual o distinto al de antes y creo que lo más seguro, es que será distinto. Nunca hay dos situaciones perfectamente iguales, pueden ser parecidas o cercanas la una a la otra, pues siempre hay un punto o un algo que las diferencia.
Yo no me considero igual que antes. He evolucionado, me he transformado y mis sensaciones y emociones han sufrido profundos cambios. Ahora, me veo en el espejo y me veo viejo (que no decrépito) y eso que hay quién dice que me parezco a cuando era joven y busco y rebusco en los rincones de mi cara y bueno y puede, que quede algo de aquella mirada. La mirada queda pues es la cámara que graba. Admito que la sonrisa y la risa también se quedan contigo. La pìel al volverse arruguda y seca, no tiene ni un punto de comparación con la piel joven.
Ahora mismo en un mundo perfecto yo diría que soy imperfecto o que soy el ser más imperfecto que he conocido. Y eso que por mi camino vital he conocido a tipos y tipas que la maldad le salía por las orejas. Pero es que en realidad... ¿qué tiene que ver la maldad con la imperfección?. Ser imperfecto es ser de lo más humano. Y ser malo es otra cosa muy diferente y porque la maldad no es una cualidad que identifique como personas, pero todos la tenemos en pequeñas dosis. Un poco de maldad nos viene muy bien y además, nos ayudará a funcionar mucho mejor por la vida. Aunque hay que tener mucho cuidado, la maldad crece con los años y el tema dada una determinada edad, es saber controlar a esa pequeña fiera.
Ahora mismo, el malo o el que es un poco malo, me cae hasta simpático y en cambio, el bueno y bondadoso por todas sus aristas, me resulta ser demasiado empalagoso y en realidad, no me fío de él y de su bondad infinita.