ese cáncer brutal de las ciudades
donde el bullicio olvida a los sin nombre
asomados tan adentro de mí–.
“Tienes que ir a darles esperanza,
Trepaba el taxi viejo por los cerros,
patinaba en las curvas inconcretas,
y salvaba los ranchitos de milagro.
yo no era de esa mugre de chinches
Se sucedían las casas de plásticos y adobe,
los niños sin zapatos mirando con asombro,
algún hombre sentado con la mirada huraña,
Trepar era ya el único artilugio
con el que abrirse paso por los cerros.
Arriba, justo en la línea gris del horizonte,
rodaban por la cuesta hasta nosotros.
empañados de arena, sin zapatos,
con sonrisas de ángeles sin alas…
¡Esa suciedad limpia de los pobres!
Sin mediar los prejuicios de occidente,
me llenaron de besos y miradas de asombro,
hicieron piña en mí, como si fuera alguien,
y ya no fue posible dar el paso siguiente.
Yo les prometí un mundo occidental