Por hoy y dadas mis circunstancias personales, ya podía echar el telón y quedarme tan tranquilo. Con una despedida buena y amable sería suficiente, con un adiós y hasta la siguiente o con un hasta luego, con el que me voy...pero ya volveré por mis fueros o con un simple hasta mañana y que descanséis como es debido, ya me quedaría contento. Yo que sé, hay mil formas de despedirse de una forma agradable y sana. Pero la verdad es que me cuesta echar el telón, tengo esa necesidad incontenida e incontinenete de echar todo el palique que pueda y hasta que quede limpio de palabras y vacío de pensamientos, no pienso abdicar (tal y como hace la realeza).
Es como esa misión imposible que te pones como meta y cuantas más ganas tienes de llegar a ella, más fácil la ves de realizar y por tanto conviertes una misión que en principio era imposible, en una misión que tiene pinceladas de ser real y entonces, gana puntos la posibilidad de ser posible. Un sueño utópico y que sabes que es utópico, pero como las situaciones cambian y tú con ellas, hay momentos que están al alcance de tu mano y y que por supuesto, nunca debes desaprovechar.
Yo digo esto y en cambio, yo he desaprovechado a lo largo de mi vida algunos momentos especiales y digamos que fue por varios factores, que a veces se entremezclaron. Por cobardía, por miedo, por no estar seguro, por dudar de mi mismo y también de la otra persona, por no tener claro el fin al que quería llegar. Pero también es verdad que otras veces, me lancé a la piscina sin pensar en nada más, simplemente sintiendo ese momento, simplemente dejándome llevar de la mano del querer o del placer o del estar a gusto en ese momento. Vamos que unas veces el panorama estaba claro y no tuve el valor de tirarme y en otras, cuando el agua era turbia y peligrosa, me tiré de cabeza y sin pensarlo. Nunca se sabe a ciencia cierta como va a ser el comportamiento humano aunque a veces se puede intuir, pero nunca puedes apostar sobre seguro sobre esa intuición.