La suerte que yo tengo es que los que me caen mal ya los tengo despachados, ya saben que están señalados, ya saben que no les perdonaré una más y ellos lo saben y porque sino de vez en cuando se lo recuerdo con una bellas y divinas palabritas. Y muerto el perro, muerta la rabia y desde que me aplico ésta alegoría, me siento divino de la vida. He dejado mi disco duro con mucho espacio libre, he limpiado mis circuitos de óxido corrosivo, he lavado mi conciencia y a quién les tengo echa la cruz, por mi parte, ya puede despedirse de la vida. Antes era más seguidor del Concilio Vaticano II y bueno le daba al arte de la conciliación, pero algo hizo crack dentro de mi cabeza y ahora, no aguanto las posibles reconciliaciones, ahora voy a muerte y a saco.
¿Qué si así vivo mejor?, pues si señor, vivo como un rey y porque en mi territorio no entran los hijos de puta o los cabrones. Por mi parte, tolerancia cero con estos bichos rastreros. Si a veces pienso que si antes fuera como ahora, ya no habría hijos de puta en mi horizonte y porque lo que hay que hacer, es matarlos antes de su nacimiento o sea, como hizo el Herodes, pero sólo con lo que se les ve el plumero de cabrones. Se vive mucho mejor y además, a éstas alturas de la vida ¿qué tengo que perder?, que me amenacen, que me presionen, que me insulten, pues señores y señoras, todo esto que acabo de mencionar me resbala y además, me hace más hombre.
Una vez que le coges gusto a la cosa, se hace imparable. Cortas una cabeza de un cabrón y te sientes orgulloso de ello, cortas dos y empiezas a sentir lo que es la felicidad, después y sin más, ya te pones como ciego de cortar cabezas y ese subidón, no te lo quita nadie. Y esa sensación tan pletórica que tienes de haber tomado decisiones, no tiene parangón. Claro que a partir de ahí, te tienes que desenvolver entre grandes enemigos, pero yo prefiero la lucha a campo abierto que a jugar al escondite y veo un cabrón y le disparo y si puede ser le doy entre las dos cejas y para que su cerebro se pudra entre los gusanos de la vida. Y nada de que me quede tranquilo, porque no puedo y no quiero, yo voy a la guerra con mi caballo y armamento, pues para luchar, hace falta soltar mucha, pero que mucha adrenalina y que rueden las cabezas y Amén.