Pensad en ella,
una tipa rubia,
unos pantalones vaqueros,
una sonrisa de mona lisa,
y unos andares desganados,
mirada escondida bajo unas gafas oscuras,
el viento le pasa de lado,
y un lunar se le descubre debajo del pelo
y como si fuera el punto zen,
pero no lo es,
porque el punto zen se aleja de ella
conforme ella se acerca,
parecía una diva divina
y era tan de carne y hueso
como lo soy yo,
su piel brillaba al sol,
pero la mía, también,
y en realidad,
no es oro todo lo que reluce,
hay veces
que una estrella fugaz
te gusta por su fugacidad,
y ahí es donde reside toda su belleza,
en el es y en el era.