Nueva entrada y nueva salida
al final, siempre toca empezar de cero.
Tú sales al mundo
y empiezas a crecer sin querer
hasta que un día
te das cuenta de que has crecido
y te cambia la voz
y te inundas de granos...
Después
todo es seguir creciendo por inercia
y hasta que te declaran adulto.
Toca estudiar y trabajar
y seguir estudiando
y seguir trabajando
y de sol a sol y de luna a luna
y sobre todo te van a insistir
en que debes tomar decisiones
pues eres adulto
y un adulto tiene que definirse y ser responsable.
Por el medio
pasan los hijos
(para mí, una de las mejores etapas)
y te metes en sus historias
y las vives y las padeces
y mientras, a seguir currando
y más que nunca...
(hay más bocas por alimentar)
Y así hasta que un día te das cuenta
que ya estás viejo
que el cuerpo no te responde igual
que la piel se convierte en pergamino
que las articulaciones empiezan a chirriar
que el dolor sordo se hace contigo,
pero menos mal
que nos queda la memoria
y las infinitas ganas de seguir viviendo.