¡NO PUEDO CON TANTA INJUSTICIA!

Se me caen los principios al suelo,
me siento un Príncipe destronado y destrozado,
visto de harapos y de restos que sobran,
me desnudo siempre que puedo,
me adorno de flores y versos,
grito al mundo...
¡ no puedo con tanta injusticia!,
me armo y me desarmo sólo,
un día me despierto armado hasta los dientes
y otro día me acuesto durmiendo en plena paz terrenal
y tengo una cosa muy clara y por encima de todas:
prefiero el aburrimiento y el tedio de la paz diaria
a las grandes convulsiones de lo inhumano y visceral
(en el fondo, me gusta la sencillez de lo humano),
y dado que el tiempo pasa,
me siento obligado a tener odiar el mañana
y a repudiar el futuro que está por venir...
en el fondo, lo que realmente me pasa
es que me niego a ser tiempo dependiente.
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