DE ESTE MUNDO Y DEL OTRO de José Saramago (Entre libros)

 

DE ESTE MUNDO Y DEL OTRO (José Saramago)
«Las palabras son buenas. Las palabras son malas. Las palabras ofenden. Las palabras piden disculpa. Las palabras queman. Las palabras acarician. Las palabras son dadas, cambiadas, ofrecidas, vendidas e inventadas. Las palabras están ausentes. Algunas palabras nos absorben, no nos dejan: son como garrapatas, vienen en los libros, los periódicos, en los mensajes publicitarios, en los rótulos de las películas, en las cartas y en los carteles. Las palabras aconsejan, sugieren, insinúan, conminan, imponen, segregan , eliminan. Son melifluas o ácidas. El mundo gira sobre palabras lubrificadas con aceite de paciencia. Los cerebros están llenos de palabras que viven en paz y en armonía con sus contrarias y enemigas. Por eso la gente hace lo contrario de lo que piensa creyendo pensar lo que hace.
Hay muchas palabras.
Y están los discursos, que son palabras apoyadas unas en otras, en equilibrio inestable gracias a una sintaxis precaria hasta el broche final: “Gracias. He dicho”. Con discursos se conmemora, se inaugura, se abren y cierran sesiones, se lanzan cortinas de humo o se disponen colgaduras de terciopelo. Son brindis, oraciones, conferencias y coloquios. Por medio de los discursos se transmiten loores, agradecimientos, programas y fantasías. Y luego las palabras de los discursos aparecen puestas en papeles, pintadas en tinta de imprenta —y por esa vía entran en la inmortalidad del Verbo. Al lado de Sócrates, el presidente de la junta domina el discurso que abrió el grifo fontanero. Y fluyen las palabras, tan fluidas como el “precioso líquido”. Fluyen interminablemente, inundan el suelo, llegan hasta las rodillas, a la cintura, a los hombros, al cuello. Es el diluvio universal, un coro desarmado que brota de millares de bocas. La tierra sigue su camino envuelta en un clamor de locos, a gritos, a aullidos, envuelta también en un murmullo manso represado y conciliador. De todo hay en el orfeón: tenores y tenorinos, bajos cantantes, sopranos de do de pecho fácil, barítonos acolchados, contraltos de voz-sorpresa. En los intervalos se oye el punto. Y todo esto aturde a las estrellas y perturba las comunicaciones, como las tempestades solares.
Porque las palabras han dejado de comunicar. Cada palabra es dicha para que no se oiga otra. La palabra, hasta cuando no afirma, se afirma: la palabra es la hierba fresca y verde que cubre los dientes del pantano. La palabra no muestra. La palabra disfraza.
De ahí que resulte urgente mondar las palabras para que la siembra se convierta en cosecha. De ahí que las palabras sean instrumento de muerte o de salvación. De ahí que la palabra sólo valga lo que vale el silencio del acto.
Hay, también, el silencio. El silencio es, por definición, lo que no se oye. El silencio escucha, examina, observa, pesa y analiza. El silencio es fecundo. El silencio es la tierra negra y fértil, el humus del ser, la melodía callada bajo la luz solar. Caen sobre él las palabras. Todas las palabras. Las palabras buenas y las malas. El trigo y la cizaña. Pero sólo el trigo da pan».
Ilustración de Manuel Vaca Jiménez

Y A DORMIR!!



 Un bañito... Y a dormir!!

🛀🛀🛀
¡BUENAS NOCHES!
Ilustración de Amos Sewell
La imagen puede contener: una o varias personas

J.J. MILLÁS



 Esta fotografía, debido a su delicadeza cromática, parece una acuarela. Todo resulta un poco tenue, sutil, sin asperezas, como si se le hubiera pasado una bayeta húmeda para rebajar la intensidad de los colores. Diríamos, de hecho, que predomina el dibujo sobre el color. Observen lo bien marcados que están los pasamanos de las escaleras eléctricas o las nervaduras del techo, así como las puertas por las que se accede a los distintos establecimientos. Pura geometría, también visible en los carteles rectangulares o cuadrados. Se trata de la estación de Saint-Lazare, en París, pero podría ser un centro comercial de Madrid, Barcelona o cualquier otra ciudad del mundo. Todos se parecen, todos están cortados por el mismo patrón. Usted y yo podríamos ser cualquiera de los transeúntes que recorren sus calles o suben y bajan por sus escaleras. Resulta hermoso y limpio, pero a la vez algo siniestro.

¿Por qué?
Quizá porque ese predominio del dibujo sobre la pintura evoca también la viñeta de un cómic en el que quedaríamos reducidos a personajes de una de esas arquitecturas de Escher, el artista neerlandés famoso por la autoría de geometrías absurdas que representan sin embargo a la perfección los espacios urbanos por los que deambulamos sin ir a ninguna parte, sin saber si ascendemos o descendemos, si cambiamos de acera o de postura, si consumimos o somos consumidos. Este conjunto de escaleras, pasillos, suelos, techos, dispuestos en apariencia por un temperamento obsesivo del orden, son en realidad un caos intestinal en el que el cuerpo humano actúa de bolo alimenticio.

Sting - Desert Rose (Official Music Video)

Sting If I Ever Lose My Faith In You

Epitaph

King Crimson - Starless (Live in Takamatsu, Japan 2015)

Pink Floyd - Wish You Were Here (Eternal Sunshine of the Spotless Mind) ...

Phil Collins - In the Air Tonight (Live at Montreux 2004)

Sade - The Sweetest Taboo (Official Live Video From San Diego)

Peter Gabriel - Solsbury Hill (Live DNA)

MI VIDA ENTERA (J. L. Borges)

 

ALUCINACIONES

 

Armadura de mármol y piedra.

Botas de cuero envejecidas en barricas de roble viejo.

Pensamientos suspendidos

y colgados del hilo de una araña

que se balancea en silencio.

Demonios de sol y cuernos,

siempre encendidos

y siempre dispuestos

a lanzar llamas a larga distancia,

como si fueran dragones con cuerpo humano,

que abren su boca y les rebosa lava resplandeciente,

que escupen al aire

y calientan el cielo como un hierro candente.

J.L. BORGES



 "Estoy solo y no hay nadie en el espejo"


Borges.

LOS JUSTOS (Borges)



 Los justos

Un hombre que cultiva su jardín, como quería Voltaire.
El que agradece que en la tierra haya música.
El que descubre con placer una etimología.
Dos empleados que en un café del Sur juegan un silencioso ajedrez.
El ceramista que premedita un color y una forma.
El tipógrafo que compone bien esta página, que tal vez no le agrada.
Una mujer y un hombre que leen los tercetos finales de cierto canto.
El que acaricia a un animal dormido.
El que justifica o quiere justificar un mal que le han hecho.
El que agradece que en la tierra haya Stevenson.
El que prefiere que los otros tengan razón.
Esas personas, que se ignoran, están salvando el mundo.

Borges

 


TENGO VOCES...

 


Tengo voces que son ecos,

hay otras que tienen denominación de origen,

se forman entre cuerdas vocales

recorren la úvula y el paladar duro

y se cuelan entre dientes y lengua

y se mezclan en parte con saliva

y para al fin, 

salir despedidas como ráfagas de balas...

algunas hieren, 

otras matan

y algunas otras ni hieren ni matan,

sólo quieren y aman.

¿QUÉ SABEN ELLOS?

 


Que saben los seres normales de las irrealidades,

que saben del cerezo en flor,

del agua de la lluvia,

de las lágrimas negras,

de las densidad de la niebla,

del mar en calma,

y de la noche más oscura.


¿Qué saben ellos?

¡qué yo no sepa!.

BUKOSWKI

 Encuentra lo que amas.

Y deja que te mate.


--Bukoswki --
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ME SALVÓ UN TOPO (Juan J. Millás)

 


Me salvó un topo

A mí ya no me hace falta leer el periódico para ignorar qué opino del mundo. Lo ignoro sin leerlo. Ahora bien, es cierto que leyéndolo lo ignoro de otro modo. De una forma más culta. Diríamos que al leerlo adquiero no una opinión, pero sí una prótesis de opinión. Creo que nos ocurre a muchos. Ayer cené con el grupo de antiguos alumnos con el que me reúno una vez al año y todos se mostraban ansiosos por enseñar sus nuevas prótesis mentales. Dado que los últimos meses han sido ricos en acontecimientos políticos, estaban llenos de ellas, yo también. Pero de súbito sentí su artificialidad, lo que me hundió en el desconcierto.
De vez en cuando, alguien se dirigía a mí para preguntarme qué opinaba sobre este asunto o este otro. Tenía opiniones sobre todos ellos, pero ya no las sentía como mías, sino como cuerpos extraños implantados en mi mente. Tuve un sentimiento de irrealidad o de despersonalización que me provocó a su vez un ataque de angustia. Conozco estas acometidas de mi débil psiquismo, aunque hacía tiempo que no sufría ninguna, lo que me había proporcionado, durante los últimos años, una seguridad insensata. Empecé a traspirar copiosamente, y enseguida no daba abasto para achicar el sudor de mis cejas, donde se acumulaba tras recorrer la frente. Después del sudor, a veces, venía el desmayo, la lipotimia, así que pedí disculpas, me levanté y me apresuré en dirección al baño, que estaba en el sótano, por lo que tuve que bajar medio a ciegas una escalera que parecía conducir al infierno.
Me lavé la cara, respiré hondo, pensé en un prado verde por el que corría un topo que enseguida se metió en un agujero. El prado verde es un recurso habitual para estas situaciones de estrés, pero el topo apareció de forma ajena a mi voluntad. Quiero decir que no se ocurrió a mí, sino al prado. ¡Qué misterio!, pensé regresando a la mesa más o menos recompuesto, dándole vueltas al asunto del topo. Alguien me preguntó entonces qué pensaba del problema catalán, del que se hablaba en ese instante, y no tuve inconveniente en utilizar la prótesis mental que sustituía a mi auténtica opinión, todavía por descubrir. Creo que me salvó el topo. El topo inesperado.

Juan José Millás.

70. «El cuento de Kafka y la muñeca», de Paul Auster

VENGANZA

 


Estuvieron siempre allí,

nunca dejaron de estar,

algunos le llaman pensar con las entrañas

y otros le llaman venganza y ganas de matar.


 


 

QUÉ SABEN LOS PERROS...DE FERNANDO BELTRÁN (Blog "rua das pretas")

 
 


Qué saben los perros que no sabemos nosotros.

Qué conocen, qué intuyen, qué nos quieren decir.

Esos ojos tan tristes.

Por qué nos miran fijo y tan adentro

como si al tiempo de querernos tanto

existiera algo nuestro

que no acabaran nunca de entender.


Por qué entonces su entrega,

su llanto inconsolable cuando nos ven marchar.


Por qué después, al regresar, tan sólo a ellos

les confiamos los pasos que a nadie más decimos,

si esos ojos tan tristes lo irán contando todo por ahí.


Por qué nos aman tanto

si saben de nosotros tantas cosas

que es mejor no saber.


Por qué se dejan siempre poner nombre.


Por qué temen al trueno.


Por qué no son cobardes si se mueren de pánico.


Por qué ladran a veces en mitad de la noche.


Por qué amanecen luego

tan contentos, aguardando en la puerta,

con incansables ganas de vivir.


Por qué saben que el juego

es la única tregua que nos queda.


Por qué son como niños, o eso al menos pensamos,

como si no fuera posible compaginar ternura 

y madurez.


Qué bondad descubrieron en nosotros

que no fuimos capaces

de dar a los demás.

Por qué mueren un día y nadie entiende

el inmenso dolor del que ya sabe

que al perderles también pierde

lo mejor de sí mismo.


Ese trozo de ser que nuestros perros,

cuando nos miran fijo,

de algún modo descubren,

aunque también que hay algo de nosotros

que no acabaron nunca de entender. 



Fernando Beltrán

 

Yo, si viviera en otra tribu

 Yo, si viviera en otra tribu con distinto nombre y con otros apellidos sería el puto amo de mi mundo andaría por las aceras de mi pueblo ve...