En ésta pequeña casa donde estoy pernoctando, que fue mi casa durante varios años, estoy en plena batalla contra la humedad y el frío y lucho como un auténtico jabato. Ya llevo un saco de leña y una estufa eléctrica encendida y encendida casi todo el santo día. Es como una cruzada, donde yo soy el chico de la cruzada o el chico guai y la humedad es la maldad del enemigo. Así es la vida de cruel, hoy luchas por calentar la casa y mañana luchas por enfriarla.
Pues yo soy como David, pequeño, dicharachero y además, me encantan las artimañas. Me encanta engañar al bobo grande, al que siempre amenaza, al que siempre te agrede, al que siempre te insulta, al que pasa de tí, al que te desprecia con su mirada de hiena, pues a todos esos engendros, yo los desprecio dos veces, una por ser unos gilipollas prepotentes, y dos, por si acaso una vez muertos, resucitan. Y tengo un lema ante estos sujetos: “no pasarán por encima de mi cadáver”.
Éste pensamiento, por llamarle de alguna manera, es fácil de trasladarlo a nuestro estado del ánimo, hoy estás eufórico y debes bajarte los humos y mañana estás deprimido y tienes que levantarte el ánimo y porque en el fondo somos como máquinas, como máquinas pensantes y como casi nadie es un crack, es fácil de adivinar por donde van los pensamientos. Si vas de deprimido, es que estás jodido por algo y ese algo y por la razón que sea, se hizo gigante y eso es como luchar David contra Goliat. Y si vas de campeón y el a mi nada me afecta, pues ánimo, porque la hostia que te vas a llevar va ser más grande que la que se llevó Goliat.