Es curioso lo de los olores, hoy me trajeron una caja de fruta, en donde había muchas manzanas y como pense que bien pero que desperdicio, pues era tal la cantidad que estaba seguro que la mitad se iban a pudrir en la caja, así que me dije, pues puedo hacer una compota. Cuanto tiempo sin hacer una compota y ahora estoy oliendo su particular olor, el olor de cuando se hace. Olor dulzón sin ser empalagoso, olor delicioso. Y ese olor me ha trasladado en el tiempo y he vuelto a mi infancia, cuando en mi casa se hacía la compota. Creo recordar que era en ésta época y también a finales de agosto, cuando se comprobaba lo que iba a sobrar miles de manzanas, pues teníamos varios tipos de manzanos y a cada cual más prolífico. Así que más o menos sobre la misma fecha, mi casa quedaba impregnada de olor a compota. A veces la relaciono con la época de la vendimia, pues recuerdo su olor cuando vendimiábamos. Uvas y compota, ¡qué rico!.Todo esto me trae a la mente otras épocas estacionales y todas relacionadas con el exceso de cosecha. Por ejemplo el exceso de judías, que de aquellas no es que echara cohetes con ellas y menos cuando había excedente. Mi madre siempre se pasaba de plantar plantas y cuando empezaban a dar su fruto, ya nunca se acababan, por lo menos era mi percepción de aquellas. Durante 1 mes todo eran judías: judías cocidas con patatas, tortilla de judías, pastel de judías y judías y judías y así hasta que te salían las judías por las orejas. Tardé muchos años en quitarle el asco a las judías y no fuí al psicólogo, ni me sometí a una terapia conductista, no hizo falta, pues al final por fin me curé y ahora las como y con suma delicadeza. Eso sí que nadie me ponga dos días seguidos judías.
También pasaba con los pepinos, tomates y zanahorias, pero éstas tres cosas u hortalizas, hablemos con propiedad, me encantaban y me encantan y no importaba comerlas todos los días. Con las patatas, cebollas y ajos también había sobrecosecha, pero como éstas se conservaban bien en el tiempo, se iban comiendo poquito a poco. Y por fin de los excedentes del resto de las frutas, no me importaba que las comiéramos desayuno, almuerzo y cena y si hacía falta hasta durmiendo. La fruta es mi pasión turca y es mi debilidad en la tierra, en el cielo no tenemos fruta, en el cielo sólo tenemos ángeles y querubines y a millares, y santos y pedestales, y almas muchas almas y mucho algodón importado y blanco y muy blanco y tan suave que parece lavado con Mimosín o era con Perlet, ya no me acuerdo.







