BIOGRAFÍA DE UN COLGADO (Parte I)

Hoy al abrir el correo, ví un aviso del Facebook y en concreto de una cuñada mía que me comentaba quede donde era la foto que colgué en el Facebook. Y le dije que era de la ría de Muros (galicia), una linda fotografia que me trae mil recuerdos de otros tiempos, aparte que el sitio es una preciosidad: aparece un lago, el arenal y al fondo el mar Atlántico. Ella me respondió, el que como tira la tierra y esto es verdad. Sólo que yo no tengo una tierra, tengo tres maravillosas tierras, tres esquinas y todas dan al mar. Pues yo nací en mi Vigo natal, me hice padre en mi Cádiz y ahora ejerzo de viejo en la isla de Menorca, pero aclaro, no de viejo sin más, de viejo que disfruta de la vida. Y eso, lo de disfrutar, lo digo por encima de la puñetera crisis, que por supuesto que me afecta, pero no por ello me va a amargar. Aunque a veces me doblega  y casi me hace besar el suelo, pero antes de besarlo, no sé que me pasa, me entra un siroco que me provoca la rebelión.

              05 de Febrero de 1956, ese dia y ese año nací yo. Creo que fué de madrugada y antes de que saliera el sol, aunque el sol es mucho decir, pues fué un día lluvioso y de bajas temperaturas, como corresponde en esa época a mi Galicia natal. Cuando asomé la cabeza lo primero que ví fué la ría de Vigo y por tanto divisé el mar. El mar, la ría de Vigo y las Islas Cíes y éstas tres cosas ya pasaron a formar parte de mi identidad. Yo creo que mi madre me parió con mucha prisa y fuí escupido a la vida a excesiva velocidad, después explicaré las razones por lo que pienso eso. Pues a partir del dia en que yo nací, todo en mi vida transcurrió a la velocidad de la luz, todo absolutamente todo. Después, supongo que mi vida transcurrió como otras muchas vidas humanas. Fuí feliz en lo que no recuerdo, pero hasta hace muy poco, me permití el lujo de suponer que había sido feliz y lo hacía claramente para  consolarme. Porque en lo que recuerdo no es precisamente la felicidad mi sentimiento principal. Ya se sabe como son los niños, ellos saben jugar y quedarse con lo que les interesa para mantenerse vivos y así poder seguir jugando, y  jugando para disfrutar. El poder que tiene un niño es inmenso, su cerebro sabe reconvertir lo negativo en positivo, por puro instinto de supervivencia y sobre todo sabe imaginar, imaginar un mundo nuevo y echo a su medida y a la vez inmenso y en el que realmente pueda disfrutar.

         Con ese poder mental yo transformé mi infancia en felicidad, aunque todo fuera una mentira, en realidad. Posteriormente, me acuerdo de una psicóloga que me incidía insistentemente, en que profundizara en mi infancia y recuerdo como yo me rebelaba a entrar. Yo en mi esquema mental pensaba que en mi infancia fuí feliz y eso quise creer siempre, pues en el fondo era un sueño que quería conservar. Además, tenía pánico a romper mi sueño, pues una vez roto, no sabía adonde me podía llevar. Fué duro y muy doloroso repasar mi infancia, muy duro y me rebelé todo lo que pude, pero al final tuve que entrar. Al levantar el velo que la cubría, ví lo que no quise ver, ví que lo que no recordaba era porque no lo quería recordar. y lo que recordaba eran fragmentos aislados de mi realidad. Cosas de magia y de supervivencia que demuestran que estamos hechos para siempre sobrevivir.

          No voy a contar aquí los pormenores de mi niñez, no pretendo lloraros y dar pena, pues porque en el fondo gané la batalla y la gané ya en mi infancia. De tanto luchar, aprendí a sacarle el jugo a la vida y para ello me tuve que aislar. Dentro de mi aislamiento aprendí a jugar con lo que yo quería y para ello tuve que utilizar mi imaginación. Así que desde pequeño me aislé en una burbuja de cristal. Esto tiene un componente negativo por el aislamiento en que me crié y por hacerme desconfiado hacia los demás. Pero el positivo es mucho más grande, pues mi imaginación me hace disfrutar y yo creo que más que a los demás. Y esa pasión por la imaginación, me hizo utilizar todo lo que tenía a mi alrededor y sobre todo aprendía usar los sentidos: los colores, olores, el oído, el sabor y el tacto, aunque éste último fué el menso desarrollado de todos. El tacto que placer da, pero en mi infancia el tacto estaba prohibido y mi madre era la encargada de reprimirlo, aunque mi padre seguía la misma pauta, aunque con menos intensidad. Tocar, tocar, simplemente tocar, creaba una reacción primaria de rechazo y de recelo y mi madre se encogía como una fiera antes de atacar. Se encogía como se encogen los gatos cuando los acaricias y al mismo tiempo te avisan, que como insistas demasiado, te van a sacar las uñas. Ese gesto tan animal y primario, aún lo veo hoy en mi madre, para a continuación apartarse y mirarte con ojos de advertencia, si tú seguías insistiendo en tocar o acariciar. Mi padre no demostraba su rechazo en su mirada, pero si en claros gestos de molestia. Los besos no existían, salvo cuando se daban cara a la galería, para demostrar a los demás, que si que me quería, cuando en realidad, me detestaba.
Es dura esta afirmación, es dura, pero es real. Después de 57 años soy capaz de ver la realidad, realidad amarga y lo que se quiera, pero es lo que es. Antes de ahora, simplemente no recordaba o no quería recordar éstas sensaciones, estos sinsabores y ésta película de miedo. Llegar a ésta conclusión es simplemente brutal.

        No recuerdo un momento cariñoso, un gesto, un beso o una mirada tierna, nada de nada, cero patatero. Sólo me viene a la cabeza reproches y reproches, sobre mi inutilidad y que sólo estaba allí para molestarle a ella y para amargarle la vida ( nunca entendió que ella ya nació amargada). En los momentos más candentes se le iba la olla y antes de unas buenas hostias, me repetía de forma perseverante, que era un mal nacido, que ella no me había querido tener y que mi función principal era, de nuevo, amargarle la vida. Como veis, que cariñosa era mi madre, todo era dulce dulzura, todo era cariño y compasión. Más adelante me aceptó como un mal secundario en cuanto le falló mi hermano y de esa manera me aceptó para ser el pañuelo de su desilusión. Todas las conversaciones giraban y giraban en torno a mi hermano mayor y el porqué se comportó de esa manera: que a ver porqué no la saluda, menudo maleducado, que egoísta, etc...y el chaparrón me caía todos los días. Vamos como si le hablara a un mueble de la casa, y esa era mi función, ser un mueble más.

Yo, si viviera en otra tribu

 Yo, si viviera en otra tribu con distinto nombre y con otros apellidos sería el puto amo de mi mundo andaría por las aceras de mi pueblo ve...