
o es dolor ardiente,
no lo sé, lo que yo sé,
es que me duele,
y me quema
y me hace daño,
y penetra por mis fibras sensibles,
y destruye mis terminaciones,
y entonces no sé si siento,
o no siento nada,
y es que me vuelvo sensible,
o sensiblero y delicado,
y me duele hasta cuando hablo,
y cuando rezo o cuando lloro,
y más, cuando me río de mi mismo,
y todo es dolor ante mi espejo,
y ante el tuyo, es igual o parecido,
aunque en el tuyo,
yo no me veo,
sólo me intuyo,
y eso que te creo y te deseo,
y busco y rebusco en los rincones de mi memoria,
o entre los balcones que dan al tuyo,
y en los portales de una noche de verano,
a veces yo te encuentro,
y te encuentro sentada en las escaleras del cielo,
o era en las escaleras de incendios,
es igual, yo sé que te encuentro,
y ardes de deseos y yo ardo contigo,
y soy yo el que prendo la mecha,
o eres tú, la que pierdes la paciencia,
y mientras me he perdido entre las llamas,
yo me vuelvo y me revuelvo,
y me giro y me doy la vuelta,
y siento el miedo de perderme,
y más siento, el de perderte,
y sólo busco la puerta de salida,
y un asomo o un deje de tu sombra,
y noto más el dolor en tu cama,
que en la mía de cada día,
y oigo el crujido de los muelles,
y muelles y mares y olvidos,
o no te acuerdas, que te he olvidado,
o eso pienso yo,
que te he olvidado,
y me olvido de haberte conocido,
y hasta tu nombre suena a vacío,
y el mío suena a hueco,
y oigo mis voces como un eco,
y el retumbar de las campanas,
y me enternezco cuando me acoges,
y me muero cuando dices que me dices,
que me quieres,
y que sepas que yo sin ti,
soy menos que nada.