Estuvieron siempre allí,
nunca dejaron de estar allí,
algunos le llamaron pensar con las entrañas
y otros le llamaron venganza y ganas de matar
con el arma de la ira.
Estuvieron siempre allí,
nunca dejaron de estar allí,
algunos le llamaron pensar con las entrañas
y otros le llamaron venganza y ganas de matar
con el arma de la ira.
Que saben los seres normales de lo irreal,
que saben del cerezo en flor,
del sabor del agua de lluvia,
de la textura de las lágrimas negras,
de la gris densidad de la niebla,
del mar en calma en un día otoñal,
y que saben ellos
de la noche más oscura.
¿Qué saben ellos?
¿¡qué yo no sepa!?.
Tengo voces que son ecos
que a veces,
suenan a hueco incomprendido,
pero otras veces
tienen denominación de origen,
se forman en tus propias cuerdas vocales
recorren la úvula y tu paladar duro
y se cuelan entre dientes y lengua
y se mezclan con aire y saliva
y al fin,
salen despedidas como ráfagas de balas...
algunas hieren,
otras matan
y algunas otras ni hieren ni matan,
y sólo quieren y aman.
Esta fotografía, debido a su delicadeza cromática, parece una acuarela. Todo resulta un poco tenue, sutil, sin asperezas, como si se le hubiera pasado una bayeta húmeda para rebajar la intensidad de los colores. Diríamos, de hecho, que predomina el dibujo sobre el color. Observen lo bien marcados que están los pasamanos de las escaleras eléctricas o las nervaduras del techo, así como las puertas por las que se accede a los distintos establecimientos. Pura geometría, también visible en los carteles rectangulares o cuadrados. Se trata de la estación de Saint-Lazare, en París, pero podría ser un centro comercial de Madrid, Barcelona o cualquier otra ciudad del mundo. Todos se parecen, todos están cortados por el mismo patrón. Usted y yo podríamos ser cualquiera de los transeúntes que recorren sus calles o suben y bajan por sus escaleras. Resulta hermoso y limpio, pero a la vez algo siniestro.
No me pidas más de lo que te he dado,
lo dado es algo intangible,
no se mide bajo ninguna circunstancia,
ni se corresponde a ninguna medida cuantitativa.
Lo dado ha sido dado
y por tanto,
fue entregado sin acuse de recibo
y no hay nadie sobre la tierra
que tenga la capacidad de medir los sentimientos
y las inmensas ganas de querer que yo he tenido
y que sigo teniendo.
El amor... no muere
mueren las circunstancias
y los cuerpos señalados por la muerte.
El amor no pertenece a éste mundo
y es la magia la que lo traslado de una lado a otro lado.
He encontrado donde se encuentra la paz interior
y está en un rincón muy escondido,
está cerca del alma,
está lejos del cuerpo,
contiene algo de hueso
y su aroma es de mandarina recién desgajada.
A fuerza de mudarme he aprendido a no pegar los muebles a los muros, no a no clavar muy hondo, a atornillar solo lo justo He aprendido a respetar las huellas de los viejos inquilinos: un clavo, una moldura, una pequeña ménsula, que dejó en su lugar aunque me estorben. Algunas manchas las heredo sin limpiarlas, entro en la nueva casa tratando de entender, es más, viendo por dónde habré de irme. Dejo que la mudanza se disuelva como una fiebre, como una costra que se cae, no quiero hacer ruido. Porque los viejos inquilinos nunca mueren. Cuando nos vamos, cuando dejamos otra vez los muros como los tuvimos, siempre queda algún clavo de ellos en un rincón o un estropicio que no supimos resolver. |
Uno aprende que lo imprescindible no eran los libros no eran los discos no eran los gatos no eran los paraísos en flor derramándose en las aceras ni siquiera la luna grande -blanca- en las ventanas no era el mar arribando su rumia rompedora en el malecón ni los amigos que no se ven ni las calles de la infancia ni aquel bar donde hacíamos el amor con la mirada. Lo imprescindible era otra cosa. |
Durante muchos años
sin reparar en gastos
he recorrido muchos países
he visto las montañas más altas
y océanos enormes...
y sin embargo descubrí el brillo del rocío
en la hierba a la puerta de mi casa.
Cualquier día de estos
me haré mayor de una puñetera vez,
me quito el poco pelo que me queda,
me lo blanqueo de canas,
y me pongo arrugas al por mayor...
Cualquier día de estos
de repente, me haré mayor
me haré poroso, esponjoso
y me convertiré en un ser
extremadamente delicado.
Dicen que la vejez es sencillez
y como si fuera tan sencillo
hacerse cargo de tu propia vejez...
No hay nada como un amor desmedido,
deforme antes de su nacimiento,
bestial, enorme,
diferente, espasmódico y sacudido,
doloroso y dolorido,
pasional, ciego y encendido,
obtuso, agudo,
indecente y deforme,
hiriente y confundido,
acelerado de cuerpo,
de corazón palpitante
de sangre caliente y de lava hirviente,
de largas y hermosas tardes otoñales,
de madrugadas de blanco rocío,
de desayunos en la cama
y de eternas mañanas
enredadas entre las sábanas.
Todo lo que aprieta oprime
y acabará ahogándote en cualquier vaso de agua.
Todo lo que tú supones dentro del proceso de tus pensamientos
debes apartarlo de tu cerebro,
no hay verdades universales,
no hay razonamientos con las bombas nucleares,
no hay miedo
cuando lo has sentado a tu lado
y no hay un ser más caprichoso
que una persona que se quiere adueñar de la otra.
Ven aquí y díme te quiero
aléjate ahora y mira, te voy a tirar un hueso
y cuando yo te diga, te vienes de nuevo
traerás el hueso en la boca
y moverás el rabo o la cola.
Todo país tiene un nordeste.
El de España es el sur.
Sólo los parques tienen sentido.
No interesan las brújulas.
Todo extranjero es visible.
Todo lugar es lejano.
Los horarios siempre son inexactos.
Los armarios nunca cierran.
Las mejores ciudades empiezan con una B.
Así como las peores.
No interesan los paraísos.
Todo monumento se desconocerá.
Ninguna información es precisa.
Buenos Aires es anterior.
Todos los recuerdos serán olvidados.
El anonimato es un privilegio.
Todos los tedios convergen.
No interesa lo desconocido.
Toda la gente piensa que está en Nueva York.
A lo interesante se llega caminando.
Todos los olores son necesarios.
Todo entusiasmo cansa.
Todo movimiento es peligroso.
Todo es siempre -más o menos- falso.
Todo viaje es un secuestro.
El sur del mundo es Londres.
Todo es hecho en China.
Toda catedral tiene un fondo.
Siempre llueve cuando muere alguien.
Nunca amanece sin esfuerzo.
Del otro lado siempre está Marruecos.
Nunca es allá.
Toda decepción es graciosa.
Siempre falta algo.
No interesa lo exótico.
Siempre cruje algo en cementerios.
Toda fotografía es innecesaria.
Todo atajo es húmedo.
Siempre es luna llena.
Siempre está brumoso.
Y siempre se puede tomar un taxi.
Ahora todo es más difícil los reflejos van pidiendo un descanso los tendones se relajan y contraen menos y peor que antes la vista pide aux...