Pues ahora en éstos días, sigo el Tour. Me gusta seguir el Tour de Francia y la Vuelta de España. El Giro lo tengo un poco más de lado, porque pasa que...que una cosa es que me guste algo lo de la bici y otra muy distinta, es que me haga de la secta de la bicicleta. No soporto a ningún tipo de sectas. Ya sea la secta de las bicicletas. Ya sea la secta de los corredores todo terreno que además te dicen: me compré éstas zapatillas tan cómodas para correr todas las mañanas y ¡oye! a las 4 de la madrugada es la hora ideal para hacer el payaso a primera hora del día. O ya sea la secta más numerosa y la que mueve más pasiones de todas, el puto fútbol de mierda. Y de todo lo anteriormente mencionado, me gusta todo, pero solamente me gusta y no por ello me lo llevo a la cama. Pues ahora, estamos con el Tour y dentro del Tour las únicas etapas que veo son las de gran montaña, pues su épica es acojonante y su dormida también lo es.
Claro me queda una duda, no sé...para subir esas cuestas tan empinadas y a esa velocidad inhumana, no me queda muy claro que no se dopen, es más hay veces, en que me siento seguro de ello y esos mismos ciclistas me parecen más extraterrestres que deportistas profesionales. Y bueno hay otro argumento de porque me gusta tanto el Tour y no sé si es más importante que el anterior. Las siestas, las siestas que me hecho mirando el Tour son alucinantes y siempre me duermo cuando empiezan las primeras rampas a la ascensión a no sé que pico gabacho de 2.700 metros y siempre me despierto a 20 kilómetros de meta. Supongo que tendré un reloj interior que me funciona a la perfección.
Ese pedaleo constante y machacón, esos serpenteos sinuosos, ese tono del que narra el Tour siempre igual (en tono de diapasón) y sin apenas alterarse y dando nombres en una sucesión bestial de equipos y ciclistas a los que casi no conozco (ni voy a conocer) y que además me importan un pito...pues todo eso crea un clima tirando a soporífero que me hace entrar en un estado casi de coma pero sin respirador (me hace entrar en trance místico). Me duermo media hora a lo justo y al despertar me encuentro un poco cansado, pues subir esos puertos de primera agotan. Yo creo que lo que me despierta es el cambio de tono de los narradores, pues llegando al final se acaban excitando y aumentan el tono épico de su narración y casi llegan al éxtasis y en esos segundos finales, me entero de toda la película resumida y ya sé quién es el mejor en llano o quién es el mejor escalador y quién es el mejor esprintando. Y en dos sesiones de Tour de montaña (son muchas horas) te da para enterarte de todo y más.
Todo hay que decirlo, lo único que puede competir un poco con el Tour y la Vuelta, son los documentales de la 2, los cuales siempre versan sobre animalitos que se comen los unos a los otros. Y eso es muy épico y didáctico. Esas inmensas estepas africanas sin final, la imagen de un único árbol en medio de la estepa que al pobre solo le faltaba que viniera una puta Jirafa que siempre acaba por aparecer y que entonces, se come todos los brotes frescos que son los más altos del solitario árbol... son imágenes que dan mucha pena y porque no sabes como seguirá el árbol sobreviviendo, pero que al mismo tiempo te producen una placidez indescriptible, porque es como si estuvieras durmiendo en media de una pradera sin límites entre ecos de aullidos de monos y de rugidos del rey león. Además, volvemos al tono, al puto tono del narrador y va el Elefante africano que siempre va en manada y de esa guisa, cruzan el puto río medio seco y en el se apiñan multitud de Rinocerontes y Cocodrilos. Pero la ley de la selva siempre se cumple y el Rinoceronte y el Cocodrilo saben perfectamente que debe respetar a los Elefantes. Y claro al final, siempre nos sueltan el mismo rollo y con el mismo tono y eso amansa y duerme a las fieras y a todo tipo de fieras. Y por eso...me duermo yo...