
y claro ahora tengo que salir,
y salir por esa puerta,
que difícil resulta levantarse,
y arrastrar el cuerpo hasta esa frontera,
si afuera impera la ley del más fuerte,
o lo que es lo mismo la ley de la selva,
y coger el metro y subir y bajar,
mientras la gente se queda con mi cara,
y me observa y me empuja y me aplasta,
y saben que soy lo que soy,
porque en mi cara se lee:
soy débil y transparente.
Por fin coge fuerzas y se levanta,
el viento es el primero en saludarla,
y le obsequia con una suave y tierna caricia,
y dá sus primeros pasos viendo el suelo,
sólo mira el suelo,
y ¡cuánto chicle pegado!,
¡qué asco!,
y nota como se van clavando miradas extrañas,
o esa piensa ella,
que ahora ella es el centro del universo,
y que hasta las ratas la miran con desprecio,
se siente una mierda y un desperdicio,
y nota que quiere volver,
volver a su nido psiquiátrico,
allí entre rejas y pinos,
y rodeada de locos geniales,
o no tan geniales, piensa de nuevo,
y se marea y trastabillea,
pero ella sigue,
sigue como si un hilo tirara de su cuerpo,
y sale del metro,
y se pierde entre los ojos de la gente,
y por fín, vé que el avión sale hacia su destino,
antes, hay que pasar el control,
y que te miren de nuevo, y que te toquen y soben,
y que te desnuden de cuerpo entero,
y tiembla como una hoja seca,
tiembla con ese pensamiento,
y de nuevo duda,
duda si debe volver sobre sus pasos,
pero ya está, el control está pasado,
y ya sin darse cuenta,
se acomoda en su asiento,
y se dice a si misma,
superé mi primera prueba de fuego,
¡y a partir de ahora, todo será más fácil!,
ese fué su último pensamiento,
después ya se quedó dormida...