CARTA A LA NADA

No respires, no te muevas, no digas nada...solo escucha mis palabras: no supe retenerte, no supe, no quise...no pude, no fui capaz de atarme a tu muñeca y dejar que me llevaras, me pudo más el ansia de lo libre y la impertinencia de la duda, no sé como decirlo, pero sé que de alguna manera fui un cobarde aunque me había disfrazado de valiente, sabes... doy el pego y además tengo verborrea suficiente para saber quedar como un valiente. Pero yo me veo ruin y cobarde y porque mi objetivo era retenerte a mi lado y lo único que tengo a mi lado es el aroma que dejó tu cuerpo y de vez en cuando saco a pasear tus caricias por mi cuerpo. No, no soy nadie y podía haber sido alguien, pero siempre me traiciono y como soy todo un experto en escapismo deshago los nudos con una simple mirada. De todas formas, tú tampoco fuiste el colmo en los asuntos valientes y más bien te moviste entre amagos y aspavientos, como arremolinando...

Los dos arremolinamos, los dos dimos mucho, mejor dicho, dimos muchísimo pero al parecer no dimos lo suficiente: tú, tenías tu otra vida y yo tenía la mía y claro y por el medio nos creamos una tercera vida, la nuestra, la mágica, la entrañable....pero nada en éste mundo nos permitió vivir de otra forma y había que seguir las normas y empezar de cero...pero no supimos empezar de cero y ¿qué le puede decir un cobarde a otro?, que yo me rindo antes de empezar y así nos fue, que nos rendimos sin levantar la bandera blanca, nos rendimos sin condiciones.

Pero que quede clara una cosa: no me arrepiento de nada y además, espero que te vaya bonito, pero lo espero de verdad y sin contemplaciones. Y yo sé que no tendré otra oportunidad y porque es casi imposible y digo casi y porque cerrar esa puerta definitivamente me asusta, pero todo me dice que ya está cerrada y a cal y canto. Espero que tu viaje llegue a buen fin y también espero que siempre te acuerdes de mi...de mi olor, de mi aroma, de mis dedos, de mis manos, de mi cerebro, de mi ironía, de mis besos de deseo y por supuesto, de todos mis poemas dedicados con tinta invisible, pero si te fijas bien, tienen tu nombre. La verdad es que te echo tanto de menos que hasta a veces pienso en que quizás con suerte, nos veamos en el otro mundo. Ya sabes, de día, estaré sentado mirando a un Faro y de noche, estaré dándome un baño a la luz de Luna y si arañas éste pequeño decorado, encontrarás que al fondo, estaré yo. ¡No sabes como me alegro de haberte conocido!.

JULIO CORTÁZAR