Louise Glück


 

 

 "En el metro con mi librito

como para protegerme

de este mismo mundo:

no estás sola

decía el poema

en el túnel oscuro".


MARWAN


 

GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ ("Un señor muy viejo con unas alas enormes")

 


Un señor muy viejo con unas alas enormes

 

En 1961, durante una visita al estado de Michoacán en México, García Márquez observó que algunos indígenas del lugar fabricaban ángeles de paja. Esta visión suscitó el germen primordial para la creación de “Un señor muy viejo con unas alas enormes”, en donde un ángel decrépito cae en el patio de una casa, tumbado por las fuertes lluvias que anegan los hogares del pueblo con cientos de cangrejos.

 

— Es un ángel –les dijo—. Seguro que venía por el niño, pero el pobre está tan viejo que lo ha tumbado la lluvia.

Al día siguiente todo el mundo sabía que en casa de Pelayo tenían cautivo un ángel de carne y hueso. Contra el criterio de la vecina sabia, para quien los ángeles de estos tiempos eran sobrevivientes fugitivos de una conspiración celestial, no habían tenido corazón para matarlo a palos. Pelayo estuvo vigilándolo toda la tarde desde la cocina, armado con un garrote de alguacil, y antes de acostarse lo sacó a rastras del lodazal y lo encerró con las gallinas en el gallinero alumbrado. A media noche, cuando terminó la lluvia, Pelayo y Elisenda seguían matando cangrejos. Poco después el niño despertó sin fiebre y con deseos de comer. Entonces se sintieron magnánimos y decidieron poner al ángel en una balsa con agua dulce y provisiones para tres días, y abandonarlo a su suerte en altamar.

Carta de Frida Kahlo a Diego Rivera


 Carta de Frida Kahlo a Diego Rivera

Escribo esto desde el cuarto de un hospital y en la antesala del quirófano. Intentan apresurarme pero yo estoy resuelta a terminar ésta carta, no quiero dejar nada a medias y menos ahora que sé lo que planean, quieren herirme el orgullo cortándome una pata... Cuando me dijeron que habrían de amputarme la pierna no me afectó como todos creían, NO, yo ya era una mujer incompleta cuando le perdí, otra vez, por enésima vez quizás y aun así sobreviví.
No me aterra el dolor y lo sabes, es casi una condición inmanente a mi ser, aunque sí te confieso que sufrí, y sufrí mucho, la vez, todas las veces que me pusiste el cuerno...no sólo con mi hermana sino con otras tantas mujeres...¿Cómo cayeron en tus enredos? Tú piensas que me encabroné por lo de Cristina pero hoy he de confesarte que no fue por ella, fue por ti y por mí, primero por mí porque nunca he podido entender ¿qué buscabas, qué buscas, qué te dan y qué te dieron ellas que yo no te di? Porque no nos hagamos pendejos Diego, yo todo lo humanamente posible te lo di y lo sabemos, ahora bien, cómo carajos le haces para conquistar a tanta mujer si estás tan feo hijo de la chingada...
Bueno el motivo de esta carta no es para reprocharte más de lo que ya nos hemos reprochado en esta y quién sabe cuántas pinches vidas más, es sólo que van a cortarme una pierna (al fin se salió con la suya la condenada)... Te dije que yo ya me hacía incompleta de tiempo atrás, pero ¿qué puta necesidad de que la gente lo supiera? Y ahora ya ves, mi fragmentación estará a la vista de todos, de ti... Por eso antes que te vayan con el chisme te lo digo yo "personalmente", disculpa que no me pare en tu casa para decírtelo de frente pero en éstas instancias y condiciones ya no me han dejado salir de la habitación ni para ir al baño. No pretendo causarte lástima, a ti ni a nadie, tampoco quiero que te sientas culpable de nada, te escribo para decirte que te libero de mí, vamos, te "amputo" de mí, sé feliz y no me busques jamás. No quiero volver a saber de ti ni que tú sepas de mí, si de algo quiero tener el gusto antes de morir es de no volver a ver tu horrible y bastarda cara de malnacido rondar por mi jardín.
Es todo, ya puedo ir tranquila a que me mochen en paz.
Se despide quien le ama con vehemente locura,
Su Frida


A. Muñoz Molina, "La dama y el unicornio",

 

"Los gatos y los unicornios son los dos animales más hermosos que haya inventado nunca la literatura. De los unicornios, tenues criaturas albinas, se conoce su invencible propensión a la melancolía y una timidez que algunas veces termina por volverlos invisibles, de tal modo que andan siempre huyendo de la mirada de los hombres y sólo se acercan apaciblemente, y aun se dejan acariciar, por las muchachas núbiles.

Robinson me ha dicho que en la lejanía de algunos atardeceres granadinos puede verse a veces galopar a un unicornio cuyo pelo blanco se confunde con la niebla de la tarde, y que no se parece en nada a esa cabra lamentable que un periódico reciente ha querido hacernos pasar por unicornio. Sé que Apolodoro guarda en la alacena más secreta de su casa un vaso hecho con el cuerno de tan melancólico animal, que tiene la virtud, según los bestiarios antiguos y la muy docta enciclopedia Espasa, de ser un antídoto infalible contra cualquier veneno que se vierta en él. De los unicornios, en suma, se sabe que son tímidos, que no existen, que algunas veces tienen crines escarlata.

De los gatos no se sabe prácticamente nada. En las tumbas egipcias hay gatos de bronce que han permanecido inmóviles durante tres mil años, como parados en medio del otro mundo, y parecen a punto de despertar de su sueño para deslizarse entre los sarcófagos y la sombra, pero su presencia no es menos remota para nosotros que la de cualquier gato que nos mire fijamente en una esquina de la noche. Gatos inquietantes deambulan por las mejores páginas de la literatura, rozándose entre sí sin advertirse nunca, como los gatos innumerables que al anochecer se adueñan de los laberintos y ruinas del Coliseo de Roma, ruedo lunar donde parecen haberse congregado todos los gatos de este mundo, desde el gato negro de Edgar Allan Poe y los gatos golfos de los sonetos de Alberti hasta el gato doctoral de Julio Cortázar, que se llama Theodor W. Adorno y debe ser pariente lejano de un gato de porcelana que tiene Apolodoro como única compañía y que responde al peregrino nombre de Lao-Tse".


F. Scott Fitzgerald

 


«La vida comienza otra vez con los aires fríos del otoño»

Leopoldo María Panero (Ars Magna)



Qué es la magia, preguntas
en una habitación a oscuras.
Qué es la nada, preguntas,
saliendo de la habitación.
Y qué es un hombre saliendo de la nada
y volviendo solo a la habitación.

Yo, si viviera en otra tribu

 Yo, si viviera en otra tribu con distinto nombre y con otros apellidos sería el puto amo de mi mundo andaría por las aceras de mi pueblo ve...