
Y son las 5 de la tarde y la noche empieza a extender su manto negro (esto era en Noviembre). Vivir en ésta diminuta Isla tiene sus grandes ventajas, las ventajas de vivir en los pueblos pequeños y más si es en una Isla (estamos doblemente aislados), pero también tienen sus carencias y una de ellas, es ésta... en Invierno se hace de noche a las 5 de la tarde. Bueno yo como vivo dentro de mi burbuja como forma de casa y como también tengo la estufa de leña a tope, pues no echo en falta nada, quizá algo dulce, algo que me endulcé y suavice mis sensaciones, porque hoy son un poco radicales, hoy me hacen un poco de daño y por alucinadas.
Hay sensaciones que da gusto tragárselas y disfrutas de su recuerdo como un loco. Y las hay que de primeras tiene muchas aristas y al tragarlas hacen daño y rascan paredes y mucosas, pero después puede que ya las digieras fácilmente y disfrutes con ello o puede que te produzcan una mala digestión y por tanto dolor de estómago y de vísceras intestinales. Hay veces que es una sensación lo que te hace entrar en el mundo de los recuerdos y otras veces es tu memoria la que te traiciona y te hace revivir otros momentos ya pasados. Pasados por agua o pasados por las páginas de tu grande o pequeña historia, pero al fin y al cabo, son tiempos pasados.
Al final los recuerdos te traen paisajes y caras, muchas caras y que pasan a velocidades supersónicas. Y ahora me vino un recuerdo de cuando viví en Corcubión (Costa da Morte de Galicia) y me vino en forma de escalofrío, y no sé si de frío o fue de miedo o de pánico. Pues las dos cosas viví allí, aparte de momentos sumamente placenteros, viví con mucho frío, pero no sólo frío físico, que también, sino y sobre todo, con frío en el alma. Mi alma allí y al principio, hizo un intento por redimirse de tanto "pecado" y buscó una fórmula de tranquilizarse. Entonces intentó vivir en pareja y en una casa mala y húmeda, pero en la que puso todas sus ganas y sobre todo la dotó de calor humano. Pero bueno o no supe o ya era inútil, ¿que más da?. El caso, es que el frío volvió a mi alma inmunda.
Y pánico también tuve, pequeños pero intensos momentos de pánico, quizá influidos por lo antes expuesto, pero también buscados por mí solito. Creo que fue una de las épocas más destructivas de mi vida, arrasaba con todo a mi alrededor y también conmigo mismo. Pasaron unos años y después tuve la suerte de conocer la luz, la luz de Cádiz y sobre todo conocí a una persona de allí, quizá la mejor persona que he conocido en el mundo (quizá no, seguro) y de la cual y por supuesto de aquellas, me quedé locamente enamorado. Y eso fue lo que me salvo del frío de los Infiernos y os juro que me salvé por los pelos. Desde esa mi alma anduvo a altibajos, caliente y fría, fría y caliente y a veces gélida y en otras, ardiente. Y ahora desde casi 2 años y por otros motivos muy distintos, mi alma ha recobrado la luz de antes, la luz de Cádiz, luz cálida y brillante como ninguna.