DATO...


 

SI QUIERES REABRIMOS PENAS...


Si quieres reabrimos penas

y llantos y miedos.

porque de amor ya no queda nada

un día, lo pusimos de saldo

y aquél día se acabó agotando.


De amores, 

mejor no hablamos,

si quieres hablamos de música,

de poemas, de literatura,

de cine, de prosa,

de escultura, de pintura,

de árboles y plantas,

de mares y cielos,

de luna y su luz de astro,

del viento y de la brisa marina,

y si me apuras, hablemos...

de que bonitos fueron aquellos tiempos.

Pero nada de hablar de amor.

El amor ya está hablado y sentido

y sobre todo,

¡está olvidado!.


Habrá otros amores más adelante

y hasta dicen que en el mismo infierno

puede haber más amor incomprendido.


Yo no me lo creo

pero tampoco me lo niego.

HAZ LO QUE HACEN LOS HOMBRES (Marwan)

Por mucha experiencia que tengamos en asuntos de amor,
por mucho que hayamos aprendido de las derrotas del pasado,
te diré que puede volver a caer la cornisa del adiós sobre tu casa
y dejarte como la primera vez, buceando entre escombros,
haciendo largos en una charca de cemento.

Porque cada persona que se va, cuando has amado,
siempre es la primera y ese dolor siempre es el Dolor.

No hay manera de regatear las consecuencias,
no se puede sacar a codazos a la angustia
de esa pista de baile donde pincha música el fracaso,
y tampoco se puede despistar al olvido,
ni hacer que la soledad se derrumbe
a la primera boca que se cruce con saliva,
ni reducir los daños.

Así que cuando llegue el adiós,
no pretendas esquivar lo que la vida imponga
y haz lo que hacen los hombres:
llora como un niño.

QUÉ SABEN LOS PERROS...DE FERNANDO BELTRÁN

 


Qué saben los perros que no sabemos nosotros.

Qué conocen, qué intuyen, qué nos quieren decir.

Esos ojos tan tristes.

Por qué nos miran fijo y tan adentro

como si al tiempo de querernos tanto

existiera algo nuestro

que no acabaran nunca de entender.


Por qué entonces su entrega,

su llanto inconsolable cuando nos ven marchar.


Por qué después, al regresar, tan sólo a ellos

les confiamos los pasos que a nadie más decimos,

si esos ojos tan tristes lo irán contando todo por ahí.


Por qué nos aman tanto

si saben de nosotros tantas cosas

que es mejor no saber.


Por qué se dejan siempre poner nombre.


Por qué temen al trueno.


Por qué no son cobardes si se mueren de pánico.


Por qué ladran a veces en mitad de la noche.


Por qué amanecen luego

tan contentos, aguardando en la puerta,

con incansables ganas de vivir.


Por qué saben que el juego

es la única tregua que nos queda.


Por qué son como niños, o eso al menos pensamos,

como si no fuera posible compaginar ternura 

y madurez.


Qué bondad descubrieron en nosotros

que no fuimos capaces

de dar a los demás.

Por qué mueren un día y nadie entiende

el inmenso dolor del que ya sabe

que al perderles también pierde

lo mejor de sí mismo.


Ese trozo de ser que nuestros perros,

cuando nos miran fijo,

de algún modo descubren,

aunque también que hay algo de nosotros

que no acabaron nunca de entender. 


«El cuento de Kafka y la muñeca», de Paul Auster

 


POR...


 

ME SALVÓ UN TOPO (Juan J. Millás)


A mí ya no me hace falta leer el periódico para ignorar qué opino del mundo. Lo ignoro sin leerlo. Ahora bien, es cierto que leyéndolo lo ignoro de otro modo. De una forma más culta. Diríamos que al leerlo adquiero no una opinión, pero sí una prótesis de opinión. Creo que nos ocurre a muchos. Ayer cené con el grupo de antiguos alumnos con el que me reúno una vez al año y todos se mostraban ansiosos por enseñar sus nuevas prótesis mentales. Dado que los últimos meses han sido ricos en acontecimientos políticos, estaban llenos de ellas, yo también. Pero de súbito sentí su artificialidad, lo que me hundió en el desconcierto.
De vez en cuando, alguien se dirigía a mí para preguntarme qué opinaba sobre este asunto o este otro. Tenía opiniones sobre todos ellos, pero ya no las sentía como mías, sino como cuerpos extraños implantados en mi mente. Tuve un sentimiento de irrealidad o de despersonalización que me provocó a su vez un ataque de angustia. Conozco estas acometidas de mi débil psiquismo, aunque hacía tiempo que no sufría ninguna, lo que me había proporcionado, durante los últimos años, una seguridad insensata. Empecé a traspirar copiosamente, y enseguida no daba abasto para achicar el sudor de mis cejas, donde se acumulaba tras recorrer la frente. Después del sudor, a veces, venía el desmayo, la lipotimia, así que pedí disculpas, me levanté y me apresuré en dirección al baño, que estaba en el sótano, por lo que tuve que bajar medio a ciegas una escalera que parecía conducir al infierno.
Me lavé la cara, respiré hondo, pensé en un prado verde por el que corría un topo que enseguida se metió en un agujero. El prado verde es un recurso habitual para estas situaciones de estrés, pero el topo apareció de forma ajena a mi voluntad. Quiero decir que no se ocurrió a mí, sino al prado. ¡Qué misterio!, pensé regresando a la mesa más o menos recompuesto, dándole vueltas al asunto del topo. Alguien me preguntó entonces qué pensaba del problema catalán, del que se hablaba en ese instante, y no tuve inconveniente en utilizar la prótesis mental que sustituía a mi auténtica opinión, todavía por descubrir. Creo que me salvó el topo. El topo inesperado.

MI SUEÑO

 

Mi sueño no es como el tuyo,

el mío,

es insomnio en estado puro

el tuyo en cambio,

es una melodía que nunca termina.

Dios cuando nos creó,

nos hizo imperfectos y faltos,

a tí,

te dió el poder de atrapar sueños

y a mí me concedió el vacío de mis desvelos.

ARUNDHATI ROY


 

Yo, si viviera en otra tribu

 Yo, si viviera en otra tribu con distinto nombre y con otros apellidos sería el puto amo de mi mundo andaría por las aceras de mi pueblo ve...