Día endemoniado donde los haya,
día de aire acondicionado sin condición
día de calor enzimático,
hoy se me licua la sangre
y el alma se atosiga dentro de mi oprimida caja torácica,
hoy el entendimiento está en ayunas y en horas muy bajas,
hoy mi cuerpo es carne envuelta en grasa de ballena,
y mi alma es el epicentro de mi mundo,
mis satélites...
son el amor y las ganas de querer,
mis quimeras...
pasear por los anillos de Saturno y por los cráteres de la Luna,
mis obsesiones...
descubrir la cara oculta de mi lunática reina
y palpar la densidad de un agujero negro
mis neuras...
mis neuras son obsesivas cuando se habla de la vida,
mis ganas de querer... tienen relación con las mareas
y suben y crecen cuando aumenta la masa líquida
y decrecen en épocas de sequía,
mi mundo...
mi mundo se rodea de millones de historias,
algunas conocidas,
otras ignoradas, vilipendiadas y maltratadas
y las más...
son sonrientes historias que a su vez, nos enseñan los dientes
y que fueron creadas y escritas al calor de una chimenea,
fue (por supuesto) en épocas otoñales,
el bosque presentaba una hermosa alfombra de hojas caducas,
el verde ya no era solitario verde
era verde amarillo marrón con tonos relamidos de ocres evanescentes,
el azul del cielo, estaba pintado de gris plomizo,
llovía a trozos y a momentos,
y cuando de verdad llovía,
se encharcaban los caminos y senderos de nuestras vidas
y por el cristal de mi ventana se deslizaban gotas de lluvia húmeda y fría,
allí, olía a leña quemada
y el silencio de la tarde presidía la estancia y el paisaje,
¿hora?... las 6 de la tarde,
a esa hora donde empiezan a salir los duendes
y se cruzan con los habitantes de la noche
en ese mismo instante del epitafio del atardecer,
y justo donde empieza el parto del anochecer
y en definitiva, a esa hora se le llama...
¡la hora bruja!