GLOVO (Juan José Millás)


Los jueces del Tribunal Supremo han fallado que los trabajadores de Glovo son trabajadores de Glovo. Llevo años siguiendo esta denuncia judicial interpuesta por una persona que trabajaba para Glovo, pero a la que dicha empresa le negaba la condición de trabajar para Glovo, y me alegra que el Supremo, que es a lo más a lo que se puede aspirar en materia de tribunales, nos haya sacado de esta duda metafísica. Lástima que algo tan evidente haya tenido que llegar tan alto, pero padecemos una ceguera de carácter laboral de tal calibre que no te puedes fiar de la opinión de los tribunales pequeños.
No soy juez, pero piso la calle con frecuencia y en la calle veía cómo unos jóvenes en bicicleta, con una enorme caja amarilla a la espalda, se jugaban la vida entre los coches para llevarnos a usted o a mí esto o lo otro. Sobre el fondo amarillo de las enormes cajas, ponía en grandes letras: Glovo. La escena era tan común que uno, en su inocencia, pensó que Glovo era una empresa de la que estos ciclistas eran esforzados trabajadores. Confieso que desconozco la legislación laboral y que no consulté ningún texto jurídico para alcanzar tal deducción. La idea de que los trabajadores de Glovo eran trabajadores de Glovo surgió espontáneamente en mi cabeza del mismo modo que cuando veo a un trabajador de El Corte Inglés detrás de un mostrador de El Corte Inglés, se me ocurre que se trata de un trabajador de El Corte Inglés. Tengo esa facilidad para asociar, para ver cosas mucho antes que lleguen al Supremo, por lo que me pregunto si podría trabajar en esa instancia sin necesidad de opositar.

MATILDE ASENSI

 

" Sin embargo, a poco que nos armemos de valor, demos un paso atrás y como ejercicio, miremos el mundo desde puntos de vista diferentes al nuestro, descubriremos y aprenderemos la más importante de las lecciones: la INCERTIDUMBRE. La verdad os harás libres, dijo Jesús. Sí, pero la verdad la escriben los vencedores, así que, para ser realmente libres, sólo tenemos la incertidumbre, la desconfianza y la duda".

CASTAÑAS (Pedro Ojeda Escudero)

 

 



Un puñado de castañas asadas mataba el hambre de muchos 
antes de irse a dormir en los tiempos duros de la postguerra. 
Un puñado de castañas calentaba las manos que agarraban 
el cucurucho comprado en un puesto callejero. 
A castañas asadas huele desde unas calles antes y uno ya 
sabe que está en otoño y que comienza el frío y que conviene
 recogerse pronto porque la noche se agranda y los días 
enchiquecidos no calientan lo suficiente.

Ayer recogí castañas. Algunas tuve que sacarlas de los erizos
abiertos que ofrecían su fruto. Reconozco que algo me dolieron
 los riñones, pero qué poco esfuerzo para lo que prometen
 cuando las coma. Procedían de dos árboles a pocos metros
 uno de otros. Las castañas de uno eran pequeñas y no 
merecían la pena, las del otro grandes y apetitosas. 
Como en la vida.

Ayer recogí castañas. Comerlas es un acto de unión. 
No se debería comer castañas en soledad nunca
 si puede evitarse. Las castañas han nacido para ser 
compartidas. Un puñado de castañas asadas saca la sonrisa
 del rostro y los ojos se alegran, ya infantiles. 
Por estas tierras de Béjar, a las castañas asadas se les llama
 calbotes y noviembre es un tiempo de comunidad junto
 a la hoguera. La hoguera calienta el cuerpo por fuera, 
la castaña por dentro, como comulgar otoño y ser feliz, 
que hace falta. Que hace tanta falta.

CRISTALIZARSE


 Cristalizarse es...

enredarse entre reflejos  de luz

y entre diminutos átomos de cristal

es hacerse sólido pero frágil,

transparente u opaco...

y todo, hasta que una piedra

te rompa en mil pedazos.

ME TEMO QUE VA A SER IMPOSIBLE


A mí me gustaría contar cosas bonitas, amables y sencillas

y describir a ésta mierda de mundo en donde hemos nacido,

como un trozo desprendido del cielo

pero me temo que va a ser imposible,

yo miento y tengo esa capacidad guardada en el tintero,

pero mi mentira no llega tan lejos,

ni ganas tengo de mentir tanto,

ni poseo la magia suficiente

para cambiar la cara de ésta cloaca.

LAS COSAS NO HABLAN


Las cosas no hablan

los búhos tampoco,

los búhos ululan, 

las lenguas murmuran

y cuchichean palabras a los oídos ajenos.

Las cosas en cambio, no hablan,

ni dicen nada,

salvo que las rompas

y entonces, lo dicen todo.

Yo me parezco mucho a las cosas,

soy parco de palabras y corto de gestos,

me gustaría haber sido lo contrario,

pero ahora ya es tarde para volver atrás...

Por tanto y por definirme lo mejor que puedo

 soy un asesino de las palabras,

me cortaría las manos,

me cortaría los brazos

y me haría un muñón de medio cuerpo

y así, me quedaría tan inexpresivo como lo soy ahora.

Yo, si viviera en otra tribu

 Yo, si viviera en otra tribu con distinto nombre y con otros apellidos sería el puto amo de mi mundo andaría por las aceras de mi pueblo ve...