LA CARTA
Señores:
Tienen que el dolor y la ausencia tener sabor,
un cierto aroma dulce y demorado,
en forma de mil ojos
Pues vosotros contemplasteis esa mi ausencia,
dijisteis que de ella creé palabras,
pero no por mi mano
En vuestra historia, señores,
yo fui solo voz
y no persona completa
Completa, nunca lo fui,
doblada al medio por lo oscuro de los hábitos,
por las promesas forzadas que cumplí,
por el deber que me dictó mi padre
Sin embargo, yo hice las letras de esas cartas,
yo, que las fui construyendo lentamente,
en la oscuridad de la celda
El resto vosotros lo robasteis
y en otra lengua,
y en mitos que creíais
necesarios
No fui solo voz:
fui yo, dueña de mí,
porque las letras fueron mías, y el amor,
y el odio demorado
Solo para eso me valió vivir,
para componer, igual a sinfonía,
cuanto quise
Él fue solo palabras que con palabras forjé,
yunque donde moldeé espadas y lanzas,
la lumbre necesaria
Lo único que no moldeé
fueron las rejas de la prisión donde viví:
esas, vosotros las moldeasteis
hasta la incandescencia
Pero, en las letras que compuse,
yo inventé la ausencia mejor que nadie.
Yo fui la mano de la ausencia
en una celda oscura
Y sus actos fueron mis metáforas,
imágenes que me seguían, más fuertes
que la vida.
Por eso me llamasteis, señores,
en vuestro tiempo, una palabra nueva y ágil:
literatura
Y así fui vuestra voz,
y dulce mito. Y nada más
fui
Hoy quiero deciros,
en este tiempo tan oscuro,
pero de una oscuridad diferente a la que yo tuve:
adiós
Dejadme en lo oscuro, lo mío.
Porque al lado de la mía,
vuestra ausencia, esa que en mí plantasteis,
nada es.
Ya quisierais vosotros saber lo que es la ausencia.
Ausencia: yo: demorada en estas líneas.
Decir con cuanta oscuridad
la noche se deshace
y se construye —
Ana Luísa Amaral