UN DOMINGO DE SEPTIEMBRE (2020)

Un domingo de septiembre raro. Nublado y caluroso, muy caluroso, demasiado caluroso para ésta época del año. El viento es inexistente. Todo es demasiado denso y cuesta moverse y sobre todo, cuesta pensar entre tanta espesura húmeda. Por eso yo voy poco a poco, voy pensando a cada rato un poco más. He leído la prensa de hoy y no hay nada nuevo bajo el sol. En Madrid siguen dando la del pulpo a los barrios de trabajadores (se mantiene el mismo criterio clasista y de castigar al pobre y al inmigrante). Pero además me temo que con el dichoso coronavirus, que de cada vez veo más difícil que algún día consigamos quitárnoslo de encima. Siguen habiendo los mismos imbéciles opinando que el uso de la mascarilla no sirve de nada. 

Y opinan y dicen y se comen la boca entre ellos...pero habría que verlos contagiados y cagados de miedo. Son valientes sin cerebro, si se puede llamar valientes a semejantes trozos de carne con ojos que lo único que tienen desarrollado es su ombligo. Yo tuve una novieta (por llamarla de alguna manera), que ahora anda arrimada a la onda negacionista y os puedo jurar, que siento vergüenza ajena y cuando leo un comentario de los suyos, creo que me salen sarpullidos por mi cerebro. Pero ¿cómo pude estar tan ciego?, me pregunto...Y joder, nadie me contesta. Ni yo me contesto y además, prefiero no tener que opinar. No puedo con los se las dan de que van de libre pensadores y que además dicen que son responsables de sus actos y yo me alegro por ellos (por ser las dos cosas, libre pensadores y responsables de sus actos). Pero libre pensadores podemos ser muchos (aunque no me guste y para nada, esa denominación de origen) y no por ello nos ponemos a negarlo todo o casi todo. Repito si tú no quieres normas y reglas ante una pandemia y para acabar con ella, pues eres muy libre de irte a una isla solitaria y allí funcionar sin normas y sin mascarilla. 

En realidad, la tengo cruzada dentro de mi viejo cerebro. Y pienso en ella y veo un NO.  Y sueño con ella y me aparecen una manifestación de NOS. Y paso por enfrente de su casa (esto es muy pequeño y nos conocemos todos y sabemos donde coño vive cada uno) y veo que de su balcón cuelga una gran pancarta que dice NO. Para ella, todo esto es un juego y para mí, con todo esto me la juego.

HAY

 



Hay máquinas del tiempo

que miden el destiempo

y que también miden,

las ganas de querer.


Hay horizontes lejanos

y hay amores cercanos

que al final, 

se fueron tras la estela del ayer. 


Y hoy tengo ganas de coger el día

y lavarlo con la lluvia del amanecer...

y de enjuagarme los dientes

con el último trago amargo de tu querer.

Tengo clavos oxidados



Tengo clavos oxidados

en mi alma de pecador.


Tengo sombras y oquedades

en la boca de mi estómago.


A veces tengo frío

y de mi cerebro cuelgan estalactitas que casi lamen el suelo.


Otras veces duermo del revés, 

cabeza abajo y colgado de los pies,

me siento murciélago esperando la luna.


Hay noches que salgo a pasear

rodeado de mis viejos fantasmas,

hacemos piña y compartimos sueños,

subimos escaleras y bajamos peldaños,

a todos nos encanta la idea de cobijarnos

bajo la sombra de una higuera

y en una noche de luna llena. 


21 DE SEPTIEMBRE


21 de septiembre.

Podría escribirte otro día,

pero hoy tenía la necesidad compulsiva

de hacerlo ahora mismo

y además, no vaya a ser

que un rayo me parte en dos o tres mitades

o que un árbol me caiga encima y me reviente por fuera y por dentro.


Yo te podría contar que estoy bien,

que he estado mejor,

que todo se puede mejorar,

pero en general, me siento bien

y es más, te diría

que estoy contento,

que me levanto con ganas,

que miro a las cosas con más curiosidad,

que en las mañanas me digo...¡buenos días!

y que por las tardes noches

me involuciono y me hago caracola dotada de un precioso caparazón.


Me gusta el refugio de mi concha marina

y el acurrucarme tras su última esquina 

y hacerme ovillo

y hacerme más bicho... todavía,

y quererme más...si puedo

y así, odiarme...un poco menos.


Voy, como el buen vino,

mejorando con los años,

a pesar de que mi carcasa se agrita y se resquebraja,

pero mis ideas mejoran en todos los sentidos,

son mejores cualitativamente hablando,

tienen más peso,

son más sólidas y claras,

interpretan mejor lo que yo pienso.

Aunque todo hay que decirlo,

a veces se quedan perdidas mar adentro.


Salgo poco

o salgo muy poco,

a veces pienso que ya he visto demasiado

y en otras pienso,

 que me estoy atrofiando 

y degenerando en un mal bicho en período de extinción.


Pero en general,

yo me veo bien,

me quiero lo suficiente como para ir tirando,

me aprecio bastante,

discuto conmigo como si fuéramos un par de amigos

y me doy las buenas noches

acompañadas de un tierno beso imaginativo.


Después, me pongo a dormir

y entonces empieza mi verdadero viaje,

me subo a un sueño y disfruto como un loco 

tanto que me abandono en el sueño

y entonces, llega la mañana

y el sol llama a mi ventana.


Y  de nuevo...

empieza un nuevo día.

LA POESÍA (Karmelo C. Iribarren)

 


LA POESÍA


Ha llegado el otoño
y, con él, volverá la poesía.

Los días cortos y los cielos grises
—como a ella le gustan—
me la traerán de vuelta a casa.

Sólo queda esperarla
y, cuando llame, abrirle.

El dolor de tu ausencia
hará que no se quiera ir.

YO TE PIDO PERDÓN


 En realidad fuimos gigantes,

nos enfrentamos a nuestros peores molinos,

hicimos nuestra propia tribu

y que ¡gran tribu!

y al final,

resultó ser que nos quisimos como nunca nadie se ha querido

y ni antes ni ahora ni después ni en la otra vida...


Yo te pido perdón

por todo el rosario de mis malas historias

y te juro que si pudiera

te levantaría un monumento

en la plaza mayor de mi pequeño y hermoso pueblo,

pondría

"en honor a la más bella persona que he conocido".


Y sin más, me iría a descansar

y con la sensación del deber cumplido

y con la clara idea

de que por fin dije lo que tenía decir.

MIEDO (Juan J. Millás)

Navalni, el opositor ruso envenenado por las autoridades competentes, salió del coma, le quitaron el respirador artificial y estuvo un día respirando por sí solo. Contó en las redes sociales que no podía hacer otra cosa que respirar, porque se encontraba muy débil todavía, para añadir que la respiración estaba subestimada. Según leía la noticia, me hacía consciente de mi propia respiración, lo que me colocó al borde de un ataque de angustia. A los dos minutos estaba jadeando. Me ocurría en las clases de meditación, que tuve que abandonar porque el maestro nos pedía que nos fijáramos exclusivamente en el movimiento pulmonar. Darte cuenta de que respiras equivale a saber que puedes dejar de hacerlo en cualquier instante. Como cuando pienso en los latidos del corazón: parece un milagro que no se hayan detenido nunca a lo largo de mi ya larga existencia. No hay motor que resista tanto sin calarse.

Hace poco, en una tienda de Ikea, tropecé con el clásico Pöang, ese sillón que se mantiene milagrosamente sobre un esqueleto, en apariencia muy débil, de madera. Una especie de robot aporreaba una y otra vez su asiento, imitando el golpe de un cuerpo al dejarse caer sobre él, sin que su estructura se deformara. Según la información adjunta, llevaba miles o millones de golpes. Permanecí hipnotizado frente al espectáculo hasta que mi ritmo cardíaco se acompasó al de la máquina golpeadora mientras respiraba ansiosamente a la espera de que el mueble, en una de esas, se quebrara. Pero no se quebró. Abandoné el establecimiento por una de las puertas de emergencia y regresé al coche, donde estuve un rato combatiendo la ansiedad proporcionada por aquella extrañísima experiencia.

Es verdad que la respiración está subestimada. Y la digestión, y el parpadeo, y la capacidad de salivar. La otra noche me desperté a las cuatro de la madrugada con la boca seca, pero fue mover un poco la lengua para estimular las glándulas sublinguales y la humedad regresó al instante. Vivir está subestimado si pensamos que ahora mismo hay miles de infartos cerebrales en marcha. Que uno de ellos te toque a ti en vez de al vecino es una cuestión de suerte. Este artículo era para meterme con el Kremlin, pero me ha dado miedo, no vaya a ser que me envenenen

O VENTO (Fabio Morábito)

 


El viento, más
que yo,
se fuma este cigarro
entre mis dedos,
dejándome el placer
de sólo tres o cuatro bocanadas,
y el mar expropia las palabras
que te digo,
porque, acostada, no me oyes.
El sol, el viento y la marea
te ensordecen
y cuando me levanto
para dar dos pasos,
viendo mis huellas que se imprimen
en la arena,
pienso que esas pisadas mienten,
que ya no piso así
desde hace no sé cuándo;
son huellas de otro
que sobrevive en mis pisadas; pues las mías
son mucho menos elocuentes.
Tú, en cambio, que me ves
completo e indivisible,
sabes mejor que nadie cómo soy mortal,
cómo mis huellas en la arena me describen
y cómo se plasma en ellas lo que soy,
sabes mejor que nadie cómo no escucharme.

CONTRA EL MAR (Ramón Rodríguez Pérez)

 


CONTRA EL MAR


Deja al mar como lo que es:

la tristeza del pájaro

la soledad del mástil

vasto pudridero de sueños

y desagües


Deja al mar y su largo aliento

esa mortaja de espuma

incendiada de palabras

y nombres


Deja al mar como lo que es,

como lo que siempre ha sido

un osario de buques sin dueño ni bandera

eso que tu hijo con su lápiz representa:

una raya,

                una simple línea en su cuaderno.

RESULTA QUE...

 


Resulta que mientras navegaba por dentro de mi imaginación,
ocurrieron hechos terribles.

Mi vecino de enfrente se enfermó
y a los pocos días la espichó.

A un policía local de mi pueblo,
le dio un ictus y medio cerebro se le acabó pudriendo.
Ahora supura trozos de pus y cerebro por las orejas y ojos.

Hay algo extraño dentro de mi,
será un cuerpo extraño,
será un objeto volante sin identificar,
o será mi alma que ha vuelto a extrañar.

En resumidas cuentas,
mi vecino de enfrenté la palmó,
el policía local lleva meses mirando al mismo punto fijo,
y de andar, creo que nada,
dicen que como mucho
podrá arrastrar su cuerpo maltrecho de la cama al baño
y viceversa.

Y en cuanto a mi,
camino y circulo sin alma
y no observo signos
de poder recuperarla.

Gonzalo Fragui (O clube dos quarenta)


EL CLUB DE LOS CUARENTA

Llego a los cuarenta
con los mismos miedos
de los diez:
temo a la oscuridad
a los espacios cerrados
y a los ojos negros

Soy sordo de los ojos
no sabría diferenciar
entre un gato que camina
y una manzana verde

Así ando últimamente
entre el ahogo y el vuelo
entre la piel y los olvidos
entre la incertidumbre y el miedo a la certeza

Cada vez deseo menos cosas
aunque las desee con más intensidad

Sólo quiero un templo
de largas columnas
y labios frescos
Amar en todos los idiomas
en todas las razas
en todas las épocas
en todas las geografías

Como verán
a estas alturas del partido
pido poco:
Amar

Silvia Rosa / De "Tutta la terra che ci resta"

 




Hicimos magia - mira -
revolviendo cada rincón para que brillara
como una moneda de platino
y luego tomamos el cielo
con la punta de nuestras lenguas
lo trabajamos en escala de grises
sin más tonos cálidos ni orientación

así que ahora nuestros pasos en falso brillan
bajo el cielo plomizo que nos aplasta,
privados de olfato para no tropezar con el olor
de estiércol y madriguera, bidimensionales y nítidos
nos duplicamos al margen de la imagen,
en una aséptica anestesia cromática, dentro de
una cúspide de sombra a estrenar

*

Al final de la noche las ojeras
nos consuelan, manchitas de lunas
llenas en la cara. La redención del túnel,
con su fragor azabache y sus polillas guías,
es un camino de aluminio que acoge
nuestros fantasmas, a 150 km por hora.
Afuera queda el rosedal de las pifias y errores
de esta Grilla de Hermann: los fusilazos
de los faros antiniebla y los lamentos son suprimidos
de una lista de cifras binarias, blanca y negra.

Falta profundidad a este andar,
una visión general, talento
para sobrevivir a las heridas de la oscuridad

Silvia Rosa (Turín, Italia, 1976)

Monique Facuseh

Poema 1
 



Poema 1    




Es el último día del año, 
no es el fin. 
El viento parece de otra 
dimensión. 
Las hojas revolotean 
como si huyeran 
del mismo Apocalipsis. 
Después de los años  
solo cambia el semblante  
y algunos vicios de tu forma  
de ser. 
En vano extrañas la infancia, 
las horas perdidas, 
las traiciones del amor,
los amigos que dejaste.
¿Para qué develar
en tus noches de insomnio
aquello que no repite?
La gente pasa al galope
con su historia en el costado,
la misma que lo empuña y lo derriba.
Acaso el alma sea la única constante.
Saber que esperas por el oro del final.
Que nada está perdido.
Que todo está en tus manos.


                                                                                                     A Giovanni Quessep
                                                                                                     Diciembre 31 de 2018



Poema 20




Hay libros por toda la casa.
En la sala,
la cocina,
en el cuarto,
el balcón.
Regados como esta soledad,
como la única habitante.
Libros que me hablan,
a quienes miro fijamente
como si fueran a devolverme
la infancia.
Hay un libro que late
en cada rincón
esperando ser 
tocado,
devorado,
sensible al tacto,
a los ojos,
a cualquier forma de aproximación.
Hay libros por toda la casa.
Libros que como yo
se mantienen aguardando,
polvorientos.



Poema 31




Vamos cayendo
livianos
con las alas rotas.
Moretones llevo en el pecho
y un país desolado.
El brillo de la muerte
ha fijado sus coordenadas.
¿Quién puede estar a salvo
bajo la sombra de la vida?
Me dieron un paraíso por reino
en el cristal de mis ojos.
Como polvo caemos,
y dispersos,
¿en qué otra tierra
sembraremos
cuando solo haya grietas
en el alma?

ME ABURRO POR AQUÍ, ME ABURRO POR ALLÁ...

  Me aburro por aquí, me aburro por allá, haciendo esto o lo otro me aburro igualmente. O sea me aburro por los cuatro costados y me siento ...