Un domingo de septiembre raro. Nublado y caluroso, muy caluroso, demasiado caluroso para ésta época del año. El viento es inexistente. Todo es demasiado denso y cuesta moverse y sobre todo, cuesta pensar entre tanta espesura húmeda. Por eso yo voy poco a poco, voy pensando a cada rato un poco más. He leído la prensa de hoy y no hay nada nuevo bajo el sol. En Madrid siguen dando la del pulpo a los barrios de trabajadores (se mantiene el mismo criterio clasista y de castigar al pobre y al inmigrante). Pero además me temo que con el dichoso coronavirus, que de cada vez veo más difícil que algún día consigamos quitárnoslo de encima. Siguen habiendo los mismos imbéciles opinando que el uso de la mascarilla no sirve de nada.
Y opinan y dicen y se comen la boca entre ellos...pero habría que verlos contagiados y cagados de miedo. Son valientes sin cerebro, si se puede llamar valientes a semejantes trozos de carne con ojos que lo único que tienen desarrollado es su ombligo. Yo tuve una novieta (por llamarla de alguna manera), que ahora anda arrimada a la onda negacionista y os puedo jurar, que siento vergüenza ajena y cuando leo un comentario de los suyos, creo que me salen sarpullidos por mi cerebro. Pero ¿cómo pude estar tan ciego?, me pregunto...Y joder, nadie me contesta. Ni yo me contesto y además, prefiero no tener que opinar. No puedo con los se las dan de que van de libre pensadores y que además dicen que son responsables de sus actos y yo me alegro por ellos (por ser las dos cosas, libre pensadores y responsables de sus actos). Pero libre pensadores podemos ser muchos (aunque no me guste y para nada, esa denominación de origen) y no por ello nos ponemos a negarlo todo o casi todo. Repito si tú no quieres normas y reglas ante una pandemia y para acabar con ella, pues eres muy libre de irte a una isla solitaria y allí funcionar sin normas y sin mascarilla.
En realidad, la tengo cruzada dentro de mi viejo cerebro. Y pienso en ella y veo un NO. Y sueño con ella y me aparecen una manifestación de NOS. Y paso por enfrente de su casa (esto es muy pequeño y nos conocemos todos y sabemos donde coño vive cada uno) y veo que de su balcón cuelga una gran pancarta que dice NO. Para ella, todo esto es un juego y para mí, con todo esto me la juego.