
no tengo miedo de nada,
o eso creo,
que no tengo miedo,
porque yo tiemblo a veces,
y tirito y me muero de frío,
y tiemblo, convulsiono y alucino,
y yo me considero inmune,
inmune a los sentimientos,
inmune a los rayos y truenos,
inmune como un dios terrenal,
o como los dioses del cielo.
Yo me siento así,
pero quizás no tanto,
ni soy lo que soy,
y menos lo que aparento,
pues a mi todo me duele,
y me irrita y me escuece,
pues yo soy un ser sensible,
un ser receptor de penas,
de penas ajenas, propias e impropias,
y de alegrías,
sólo que estás escasean,
una y de vez en cuando,
y ya te puedes dar por satisfecho,
una alegría y veinte penas,
o veinte noticias no tan buenas,
veinte deseos,
y ninguno se cumple,
veinte penas,
y es un pleno,
mal de muchos o mal de pocos,
y yo malamente me encuentro,
o así me siento,
y eso sí, si que lo noto,
noto como me devoran por dentro,
y siento como me aturde,
la mala onda del miedo.