Yo...en tal caso,
me inundo de agua o de rabia o de ira
y me desbordo de amor imposible
Te inundé por el día y con el poder de las mareas vivas
y te agobié de noche
No me pidas que te cuente el mejor de mis cuentos,
yo y en su debido tiempo
te conté una historia auténtica y casi interminable
era real porque sangraba,
era divina porque volaba sin alas
y sin limitación de velocidad.
Lo nuestro fue un cruce de palabras
y un intercambio de conocimientos,
tuvo mucho de sol y algunas sombras,
pero éstas últimas se hicieron demasiado grandes
y cuando me di cuenta,
no eras tú y eras tu sombra,
apenas quedaba un vestigio de lo que habías sido,
hasta tu olor y aroma supuraban traición,
si traición significa
volver a tu redil como un corderito con cara de pena.
Lo siento,
pero has dado la vuelta a mis sentimientos
y he visto la cara oculta de tu amor,
odio y rabia incontinente,
es lo que ahora siento
y poco más te puedo decir
y más odio y más rabia
y más odio y más rabia al cuadrado...
20
En el exacto centro de su centro
la mujer pinta el vértigo y se asoma.
Como los gatos negros de la noche,
camina alrededor, mide el vacío,
se asoma a su avispero, su intervalo
de dolor a dolor, su abismamiento
y acerca los dos pies, la coyuntura
en que el barranco traga las palabras,
piedritas ya vencidas por su lastre.
Con su rencor purísimo y amargo
que es la fermentación de la mentira,
la mujer vuelca ácido carbónico
en su esternón, el hueso valeroso
cuya forma es la grieta, la fractura
en la concentración de la materia.
Vierte también vinagre y disolventes
sobre su corazón como una zanja
y en el abismo pinta un nuevo abismo,
un agujero negro en que la luz
nunca puede salir, queda exigida
a la larga derrota, su fortuna
de los días fatídicos, sus trece.
Asomada a su pozo, ya invisible,
se entrega a la pasión, la noche oscura,
el vértigo pintado sobre el hueso
de quien subida al piso veintiocho
en su azotea y su angustia vertical
se tizna con carbón, tiñe su piel
de negro sobre negro y ensombrece
desaires, precipicios y basaltos.
Tan solo brilla el miedo, el corazón.
a Reina María Rodríguez
Mª Ángeles Pérez López
Las cosas no pasan porque sí o porque a ti te apetezca que pasen así o asado. Las cosas tienen su propia autonomía, como tú tienes la tuya o así debía de ser. Tú decides en lo tuyo, aunque a veces te lo ponen cuesta arriba y te capan y por eso a veces te quedas bailando en el espeso hilo de las indecisiones...Pero en general pongamos que uno tiene el poder de tomar sus propias decisiones (en plan genérico...como los medicamentos). Y uno las va tomando poco a poco o dando pasos de gigante y no importa el como e importa el qué, es decir, al final las tomas y en cuanto las tomas, piensas... pues allá las consecuencias y sin más, te lanzas por ese precipicio. De alguna forma hay un momento en que hay que tirarse sin contemplaciones y en ese mismo instante, es cuando empiezas a comprender que hay una parte en tus decisiones donde vas a ciegas y "a verlas venir". Algunos lo llaman, riesgo y el riesgo tiene esa parte de absurdo y como muestra un botón. Hoy, he decidido dejar de sufrir. Y suena que te cagas...¡joder! que bien suena, ¡he decidido dejar de sufrir!. Y bueno faltan las dosis de optimismo que siempre hay que poner en el candelero, por ejemplo... lo voy a conseguir y pase lo que pase...y aunque decaiga me voy a levantar de nuevo...y ésta vez no me voy a rendir nunca más y bla, bla, blá...
He decidido dejar de sufrir y no sé hable más y pin, pan, pung... fuego. Pues en esa decisión hay mucha bala de fogueo, hay mucho voluntarismo y demasiado deseo. Deseo dejar de sufrir y ¿a qué no es lo mismo?. No es lo mismo decidir que desear. Para pasar de desear a decidir, hay que dar todo un salto cualitativo y ese salto lo marca la toma de tu decisión. Y no es quiero dejar de sufrir, sino que es... he decidido dejar de sufrir. Entre el quiero y el puedo hay todo un mundo que no siempre es un mundo feliz. Más bien será lo contrario, será un mundo árido, será un mundo agresivo y lesivo, será un mundo de ardor y lucha, un mundo de mucho sudor y esfuerzo y un mundo que para llegar a tu decisión final, primero habrá que tirarse por el precipicio en él que tú sólo te has metido. La actitud marca ese salto y esa actitud debe de ser la de un suicida figuradamente hablando, claro.
También como motivación valen otras frases, por ejemplo, sino dejo de sufrir me corto los huevos y después, me los como. Frases que algunos los acojona y que a otros nos estimula (yo admito ser masoquista, además de otras cosas). Pero bueno, que cada uno cuide de sus estímulos personales y sino los tiene o no los encuentra, que se dedique a la jardinería. Dicen que las plantas segregan sustancias que te ayudan a superar la depresión. Leí por ahí y no sé donde y además que tampoco me parece muy importante saber donde lo leí. Bueno, pues leí que son bacterias que germinan y sueltan las flores. Yo me quedo con lo de las sustancias. que me parece más sano y más científico y menos guarro que las putas bacterias con sus asquerosas supuraciones. Yo esto me lo aplico a mi mismo y tengo el patio y la terraza a tope de plantas y flores. Y lo tenía antes de que empezaran con las teorías de las sustancias antidepresivas que tienen las plantas. Deben llevar incorporado prozac en el estigma y en el polen...Y eso sí y aviso a navegantes, no se esnifa, ni se fuma...ni se mete en vena...sólo se respira y sin ningún esfuerzo extra.
Yo, si viviera en otra tribu con distinto nombre y con otros apellidos sería el puto amo de mi mundo andaría por las aceras de mi pueblo ve...