DÍME MADRE


 Dime madre

dime madre...

porque a mí me ha pasado esto

y porque nunca me dijiste que algún día me iba a pasar...


Yo te juro,

que tengo cuidado con todo y con todos,

que no me fío de nadie,

que mantengo distancias,

 como tú me dijiste

y es más,

hasta aparto la vista

de lo que no me gusta ver y creer.


Madre,

 yo sé

que soy hijo de una triste tarde de verano

algunos paisanos decían que llovía a mares,

pero seguía siendo verano

y por eso sudo con tanta intensidad

y más cuando empieza anochecer,

en fin, soy un hijo de la calle y del anochecer,

pero nunca he entendido

porque ha tenido que nacer.


Pero eso no te lo tengo que preguntar a ti

y espero que mis preguntas

te suenen a risa con ecos...

al fin y al cabo,

nunca nos entendimos

y menos, nos vamos entender ahora.


Tú, ya estás muerta

 y yo estoy en camino...

y mira y ahora mismo

un gusano me ha salido del ombligo...



Y QUIZÁS TODO ES ASÍ...






















 Nunca se ha caído del todo, el puto ayer,

quedan espumas de aquellas tardes rotas,

quedan atardeceres imaginados en el mismo amanecer,

quedan espigas alucinadas al calor del sol,

quedan estrecheces de hambre y pasión,

y lo que yo era, 

ahora, no lo puedo ver.


Ahora me siento más ciego que lucifer,

ahora me toco y ardo como un papel encendido,

ahora soy más culebra que serpiente venenosa,

ahora te digo

te quiero y me quedo dividido en dos partes

o es que he pasado de largo y te he dicho adiós

y adiós y que te den.


Ahora voy mucho más allá de ti y de mí

y si por casualidad,

me ves al otro lado del espejo,

es que estoy contigo 

y al mismo tiempo, estoy sin ti,

estoy contigo en el otro lado del amor

pero aún puedo sentir como tus dedos

se convierten en cuerdas vocales

que dicen algo que no puedo comprender,

quizá dicen que de cada vez me quieres menos y menos,

que formo parte de un recuerdo un tanto acuoso,

que me llamas y rompen las olas sobre la arena mojada...

y eso me encanta pensar

y ser ola rompiendo sobre tu cuerpo de arena y amor.


Y quizás todo es así...

y sino lo es,

pues así quiero que sea...

HE APRENDIDO

 


Desearía estar contigo,

pero sin amigos moscas cojoneras alrededor de tu cuerpo

solos los dos

y con lo puesto y lo añadido,

con todo... mi querida señora...

con todo lo que hemos creado

y mal criado,

hasta las pestañas y como locos sin control

y buscando las alimañas que saltan en los ojos del otro...


Desearía estar contigo,

pero no tanto,

con un poco de tu cuerpo

y una pizca de tu alma

y unos cuantos polvos de tus huesos de mujer serpiente,

creo que me quedaría perfectamente instalado en la antesala del olvido.


 Igualmente llamaría a tu puerta,

pero si por lo que fuera,

 haces que no me has oído,

no te preocupes... princesa...

me iría por donde he venido

y con lo puesto y con lo que conseguido.


No necesito besos de judas,

ni caricias con uñas de gata envenenada,

yo me quedo aquí

y me quedo en éste pensamiento:

un día te quise

y por muchas cosas y razones,

te he dejado de querer.


Por tanto cuando me veas,

puedes pasar de largo

y sino me saludas mejor para los dos....

no sabes la cantidad de tonterías 

que nos ahorraríamos entre tú y yo.


Yo por mi parte he aprendido

a no echar de menos y sintiendo dolor,

ahora, te pienso

y poco más me queda por decir.


Ahora te pienso y no hay más...

y ves el vacío final...

pues ahí es donde me encuentro Yo,

 vacío pero sin dolor.

Enya - Only Time (Official 4K Music Video)

Amy Winehouse - You Know I'm No Good

La Grange (ZZ Top); drum cover by Sina

Miley Cyrus - The Backyard Sessions - "Jolene"

Counting Crows - Mr. Jones (Official Video)

Alanis Morissette - Ironic (Official 4K Music Video)

DESEARÍA ESTAR CONTIGO

 


Desearía estar contigo

contigo y lo que queda de ti

y con lo que salvaste y reflotaste

de aquél naufragio.


En fin,

desearía estar contigo,

a tu lado y codo con codo,

y mano con mano

y dedo con dedo...


Tú, me narrarías como te ha ido

y yo te contaría el absurdo de mis días.

Ahora soy fuente seca

y mis labios ya no son ardientes...


Es más, te contaría más cosas,

por ejemplo,

que la ternura que hay en mi no disminuye,

que hay días en que me desborda y me descose,

y que al final, caigo agotado al suelo

y exhausto de tanto perseguir imponderables.


Sabes, 

a veces me canso de tanta idea utópica,

de tanto saltar los charcos

en cambio de nadar en ellos

y ahogarme en su fondo de fango, tierra y agua...



Pink Floyd - Wish You Were Here (1975) legendado

Spin Doctors - Two Princes - Live In Manchester

David Byrne - "Life During Wartime" [Live from Austin, TX]

ES TIEMPO DE...


Es tiempo de castañas y calabazas.


Es tiempo de soñar despierto y dormido

y sin ojos y a todo trapo.


Es tiempo de pasar página

y dar una última mirada a lo que fue el verano,

que seguro, que no lo fue tanto,

que nos conocemos todos

y menos lobos caperucita.


Seguro que en verano te enamoraste perdidamente,

y fuiste el tío más feliz del mundo,

pero eso te pasó un verano,

que no en todos

y más adelante y como mucho 

y si la suerte te ha acompañado

a lo mejor tuviste algún amago de enamoramiento.


Pero no,

el verano no es tiempo de enamorarse,

la excepción sólo confirma la regla.


Para enamorarse está el otoño y el invierno

y la primavera la dejamos para que florezcan las flores

y los cerezos.

OTOÑO...





















 Es tiempo de cobijarse.


Es tiempo de levantar y sacudir alfombras,

el verano las llenó de polvo, paja y arena de playa

y ahora toca sentarse

y disfrutar del suave y entrañable paisaje otoñal.


Es tiempo de leña

y de escribir viejas historias que se habían quedado en el tintero

u olvidadas en la mesilla de noche.


Es tiempo de rebelión

y de hacer lo que nunca pudiste hacer

o de lo que no te dejaron hacer.


Tardes otoñales,

lluvia en la ventana,

recuerdos arrancados del fondo del armario,

la vela siempre encendida,

chispas y destellos de la chimenea,

y el inolvidable olor a deliciosa mandarina.


Otoño...

David Bowie - Heroes (A Reality Tour)

David Byrne This Must Be The Place Live Jools Holland 2004

Talking Heads - Girlfriend Is Better (from Stop Making Sense

U2 – With Or Without You (Live in Boston 2001)

U2 - One

EL PASO HACIA EL FIN (Juan José Saer)

 

EL PASO HACIA EL FIN






El día que Ana me dejó, ya había empezado a invadirme el silencio. Ana me abandonó; hacía tiempo que lo planeaba y parece que ese día hizo un esfuerzo y me lo dijo, tratando de hacerme ver que lo lamentaba, que era culpa mía. Pobre Ana, era culpa mía, no hacía falta demostrármelo. Fue el último verano, la tarde del mes de enero. Estábamos en un bar vacío y oscuro, y a través de la ventana yo contemplaba la cruda luz solar quemando la calle. Es terrible, pero a pesar de que me plantaba, no sentí ni furia ni humillación, sino piedad y pena por mi vida. Me dio fiaca explicarle. 

Esa misma noche me la encontré en una reunión en la casa de la novia de Pancho Expósito. Se puso roja, pero yo la saludé con simpatía y cordialidad. Se le había acoplado Carlitos Tomatis. Como afuera llovía, se habían juntado todos en el dormitorio, en el que había dos camas turcas, un anaquel lleno de libros, de madera de cajón forrada con papel de diario, y unas cuantas sillas esparcidas que nadie ocupaba. Todos estaban sentados en una cama y en el suelo, formando rueda. Como todo el mundo sabía que Ana había mantenido relaciones conmigo durante más de un año, Tomatis parecía experimentar una sensación de culpa y de inferioridad frente a mí; traté de tranquilizarlo, y cuando pedí cordialmente un trago de ginebra a la concurrencia en general, me dirigí a él con la mirada.


Ana había vuelto a sentarse a su lado, en el suelo. Sin levantarse, Tomatis echó un chorro de ginebra en un alto vaso de vidrio verde y después le agregó un trozo de hielo que tintineó al caer en el vaso. Yo me apoyé en la pared, junto a la cama, y me quedé mirándolos con el vaso en la mano. Charlaban de a ratos, sobre temas fragmentados por el desinterés y el ocio. Eran siete, aparte de mí: Pancho y su novia, Ana y Tomatis, Ángel Leto, que era nuevo en la ciudad y no hacía más que beber ginebra y mirar el piso de mosaicos en una actitud pensativa y melancólica, y Barco, que había caído a la reunión con una chica que yo no conocía, con aire de barrio, que hablaba poco y se sentía al parecer muy incómoda. Pensé que estaba callada contra su costumbre, que se sentía intimidada por andar entre «estudiantes».

Ana también estaba incómoda; mi presencia la ponía así. Debía sentir que yo pensaba algo malo sobre su decisión de abandonarme; que me había abandonado para dedicarse a la vida social. Estaba equivocada; yo lo consideraba así, por  supuesto, pero no se lo reprochaba en absoluto. Me parecía justo que ella se divirtiera, que viviera a su modo, pero imaginar una existencia de esa clase para mí me llenaba de antemano de una intolerable fatiga.

—¿Qué es de tu vida? —me dijo Tomatis de pronto, desatendiendo la
conversación con los otros. Ana se volvió para mirarme.
—Y, nada —le dije.
—¿De veras que te recibiste de abogado?
Ana me sonrió, y sacudió lentamente a Tomatis.
—Qué atrasado —dijo—. Pepe es doctor desde hace ocho meses.
—No nos vemos seguido —dijo Tomatis.
—Leí tu libro —dije.
—Lo siento —dijo Tomatis, con una sonrisa simpática.

Terminé mi ginebra y me hice llenar otra vez el vaso, esta vez por Ana.
—No tomes tanto —dijo Ana, entregándome el vaso.
—El mundo no se divide en buenos y malos —dijo Barco en ese momento—.
Se divide en neuróticos, psicóticos y dementes. Hay que substituir el juicio ético por el mero diagnóstico.

Lo dijo de un modo preciso, con honda complacencia. La luz algo sucia de una bombita que pendía de un pringoso cable negro iluminaba malamente la habitación. El aire oprimía; era húmedo y pesado, y el estruendo de la lluvia incesante colmaba y casi excedía las voces. De vez en cuando un relámpago azul, sostenido, mezclaba en claridad el agua que se derramaba en el patio de mosaicos.

—Muy ingenioso —dijo Tomatis.

Los hombres estábamos todos en mangas de camisa; las mujeres con livianos vestidos floreados. Ana era la única vestida de un modo diferente: tenía una pollera blanca de hilo crudo y una blusita verde de seda sin mangas, que cubría su torso moreno. Su pelo rubio estaba cortado corto, como yo se lo había pedido un mes atrás; le daba un aspecto más fresco, más delicado y más infantil. Más de una vez había sentido un extraño aluvión cálido en mi interior al contemplarla.

—Hoy por hoy —dijo Tomatis— Barco debe ser uno de los pocos individuos del país que piensan sin errores de sintaxis.
—Demasiada lectura —rió Barco.

Me miró, como ansioso de averiguar el efecto que me habían producido sus palabras. No me habían producido ningún efecto.

Pancho Expósito hablaba en el oído de su novia, y ella se sonreía placenteramente al escucharlo. La chica de Barco trataba de no faltar a las reglas de urbanidad, y permanecía rígida, sentada sobre el borde de la cama, arreglándose de vez en cuando el pelo en la nuca, con una mano áspera, que conocía el trabajo. Leto pidió un cigarrillo. Pancho le extendió un paquete de «Saratoga», mecánicamente, sin dejar de arrullar a Dora.

Bebí un trago, me volví ligeramente y contemplé el patio. Ellos me ignoraron y continuaron charloteando y riendo, pero después de medio minuto, cuando moví la cabeza hacia el grupo sorprendí a Tomatis observándome con expresión pensativa. Traté de sonreírle, e íntimamente decidí salir de allí, pero me resultaba difícil expresarlo todavía. Por otro lado, él o Ana podían interpretar que yo podía sentirme molesto u ofendido. Hablaban de una excursión al río que harían el próximo domingo.

Ana se volvió hacia mí. Esperaba hallar algún patetismo en la situación; no lo había.

—¿Vas a venir? —dijo.
—Sí —dije—. Bueno, depende.
Tomatis me sonrió desde el suelo.
—¿De qué depende? Vamos, viejo. No seas así —dijo—. No podés faltar.
Traté de hablar con el tono más cordial del mundo.
—Comprometido —dije, sonriendo.
Tomatis se puso de pie y avanzó hacia mí, el vaso en la mano; me palmeó.
—¿Cómo anda esa política? —dijo.
—Bien —respondí—. Estupendo.
Se quedó serio, mirando hacia el patio. No sabía qué decir. Yo tampoco.
Después habló en voz baja.
—Vamos para la cocina —me dijo.

Ana nos miraba. Lo seguí hacia la cocina, comunicada con el dormitorio por medio de una galería techada, sostenida con columnas de caño. La lluvia me salpicaba el rostro. La galería, a oscuras, era iluminada de vez en cuando por unos largos relámpagos azules.

Tomatis encendió la luz de la cocina; los blancos azulejos de las paredes producían una iluminación más viva. Había una mesa de madera, húmeda; sobre ella un mate y una pava. Tomatis miró el contenido de su vaso, sacudiéndolo para oír tintinear el trozo de hielo.

—No quiero que pienses mal de mí —dijo, sin mirarme.
Yo me sorprendí calmamente.
—¿Por? —le dije.
—No —dijo Tomatis—. No tengo nada que ver con Ana. Si viniste para hablar con ella me retiro.
Sonreí.
—No, hombre —le dije—. Estás mal de la cabeza. Me largó hoy.
—Me dijo —dijo Tomatis.

Hicimos silencio. El rumor del agua se atenuó; me gustaba oírlo. Quería estar solo, guarnecido bajo un umbral, en una calle oscura, para contemplar a mis anchas las masas de agua atravesar la zona de luz del foco de la esquina.

—De veras, Pepe —dijo otra vez Tomatis—. No te vayas a creer que me
estoy pasando de vivo.
—Quedate tranquilo —le dije. Para subrayar mi consentimiento le palmeé
un brazo. Tenía el pelo largo, y la frente lustrosa por el sudor.
—Yo te aprecio muchísimo —dijo Tomatis alzando la cabeza—. En realidad no somos tan amigos como debiéramos serlo. ¿Por qué no vas a visitarme una de estas tardes?
—Cómo no —le dije—. Cualquiera de estas tardes caigo por tu casa.
—Vos sabés muy bien que yo no me las tiro de vivo —insistió.

Tomatis es un tipo inteligente. Es una buena persona. Después, al recordar esa situación, debió haberse sentido un poco ridículo.

Ana apareció de golpe en la puerta; había venido corriendo, excitada por la lluvia. Yo recordé, de golpe, largas noches pasadas, tardes en la playa, amaneceres, y volví a sentir una pena fugaz, imposible de evitar. Ana sonrió. Se paró al lado mío, por la costumbre. Después pareció admitirlo y se alejó un poco hacia Tomatis. 
Noté que se turbó, creyéndose que me había herido.

—¿Charlando? —dijo.
—No —dijo Tomatis—. Lo invité a Pepe a casa para una de estas tardes.
—¿Puedo colarme? —dijo Ana.

Alcé el vaso de ginebra y mientras bebía pude ver que Tomatis sonreía.
—Por supuesto —dijo.

Hubiera querido saber cuál era mi cara en ese momento; uno es capaz de intuirse a sí mismo por la voz, por la elección de las palabras, por los ademanes; es más difícil lograrlo sin verse la cara. Creo que si se nos condenara a vernos la cara en todo momento, en cada una de nuestras actitudes, enloqueceríamos. No dije nada.

Ana señaló mi vaso con un gesto.
—¿Me das un trago? —dijo.
Evitaba mirarme. Le entregué el vaso. Estaba harto. Traté de emitir una  sonrisa excepcionalmente satisfecha.

—Bueno. Tengo que irme —dije.

Ana me devolvió el vaso. Estaba confusa, sin saber qué actitud adoptar.
—Voy al dormitorio —dijo Tomatis sonriéndome—. No te olvides, eh.
Después de las cinco estoy siempre. Así nos liquidamos un vasito de vino.

Salió. Ana y yo nos miramos. Ella quería iniciar conversación.

—Estás imposible —dijo Ana.
—Ya sé —le dije.
—Tu egoísmo es monstruoso.
—¿Por?

Ana vaciló. Estaba ligeramente furiosa ahora. Le resultaba imposible tolerar la manera como yo había aceptado su abandono. En el fondo, hubiera querido que yo me rebelara, pero yo no podía hacerlo porque sabía de antemano que todo era inútil. El silencio había ido anegándome gradualmente. En ese punto yo no lo podía evacuar, porque había acabado convirtiéndose en mi lenguaje.

—Es monstruoso. Es monstruoso —repitió.

Tomé el resto de la ginebra y dejé el vaso sobre la húmeda tabla de la mesa. No le respondí. Me di vuelta y salí a la galería. Percibí el rumor del agua más intensamente y unas chispas frías me mojaron la cara. Recogí mi impermeable y me quedé un momento más de pie junto a la rueda, por cortesía. Salvo Ana y Tomatis, nadie parecía haberse dado cuenta de mi presencia. Hablaban, pero no decían nada, impelidos por esa oscura inercia del corazón, que se niega perpetuamente a estar solo. Ana reapareció en el dormitorio y se sentó junto a
Tomatis, en el suelo. El caso estaba definitivamente terminado.

Cinco minutos después me calcé el impermeable, emití un saludo común, una especie de gruñido amable y me dirigí a la salida. El zaguán estaba a obscuras. Me detuve bajo el umbral y miré hacia la esquina, las masas de agua fina atravesando la zona de luz del foco de alumbrado, pero ya no sentí placer en contemplarlas. Comencé a caminar pegado a la pared, en dirección a mi casa. «No me falta más que negarme a trabajar, que negarme a comer, que negarme a beber», pensé. Con gradual facilidad lo lograría. Estaba lográndolo. «No sé si está bien, si es justo», pensé, caminando con plácida lentitud bajo los árboles. «Es justo hacer sólo lo que nos sentimos capaces de hacer». Y al entrar en mi casa, mientras me secaba y sacudía el cabello, lleno de agua, pensé que, justa o no, no era posible otra salida. Que, al fin de cuentas, lo injusto y lo inútil era intentar sobrevivir, si uno, por inocencia o descuido, había penetrado, sin rescate, en el hondo dominio del silencio.

Papeles argentinos”; CUADERNO 2; Del libro:
Papeles de trabajo; Seix Barral, 2012

 Juan José Saer; Argentina; Serodino, Santa Fe, 1937- Francia, París, 2005.


PREGUNTA (Hilario Barrero)

 




PREGUNTA



En la mañana
la luz hablaba a gritos,
la sombra muda.

En el atardecer
el miedo a reflejarse
sin saber
si es la sombra del cuerpo
la que quema
o es el fuego del alma
que se extingue.

Ya con la oscuridad te haces la pregunta
que no tiene respuesta:
¿Ha sido siempre la sombra tan pesada?

Noche clara del cuerpo.


Hilario Barrero

ÁNGEL GONZALEZ

 

Ángel González

Posted: 01 Oct 2020 10:57 PM PDT




Leo poemas al azar,
leo casi sin pensar en lo que leo.
Cuando me encuentro un verso
triste,
siento en el alma como una
caricia.
No es que me alivie la tristeza
ajena;
es que me siento menos solo.

AHORA...

 


Yo no temo... que tú me quieras,

porque hace tiempo que perdí mi cordura entre la niebla,

pero tampoco aspiro a más,

tú eres un sentimiento

y que yo sepa,

los sentimientos no son de carne y hueso.


Son simples entelequias que vuelan entre suspiros y besos,

que se criaron entre algodones y como señores,

que se hicieron fuertes con el viento de poniente

y que a veces, se superponen a todos los temores...

pero de ahí a cantar victoria

y proclamar que el amor ha vencido,

hay un profundo y gran abismo por el medio.


Ahora me toca sacar la ropa mojada

y tenderla en la cuerda floja

y esperar que en mi jardín florezcan las hortensias y los tulipanes.


Ahora soy un desenamorado

que ha sangrado por todos sus orificios

y yo cubro y tapo cada herida abierta

pues ahora me siento 

 más esclavo de mis propias emergencias.


Ahora toca sobrevivir sobre el alambre

y yo estoy en ello

y espero no perder nunca más mi delicado equilibrio.

Yo, si viviera en otra tribu

 Yo, si viviera en otra tribu con distinto nombre y con otros apellidos sería el puto amo de mi mundo andaría por las aceras de mi pueblo ve...