Amo la diferencia,
Amo la diferencia,
Me gusta mirar al cielo y en busca de peces voladores.
Prefiero esconderme en los maíces de mi infancia
que descubrir que sigo desnudo y desbordado en el jardín de mi vida.
Nada pasó en aquella primavera,
sólo una sirena salió del agua,
me miró con su mirar más tierno
y por fin, se zambulló de nuevo.
Recuerdo...
aquellas tardes de sol ocre,
de espuma en las rocas
y la suave caricia de la brisa marina.
Recuerdo...
nuestros silencios,
largos silencios a la sombra del faro
y el eterno mirar hacia el infinito.
Mirar al infinito
era vernos en un viaje en el tiempo.
Futuro...ninguno,
pasado...el que había y hubo
y presente...lo que nos quedaba de tarde,
más allá
era imposible volar.
Recuerdo aquellas tardes
y el dolor de aquellos días.
Hoy no estoy contundente ni estoy al dente...hoy estoy suave como la seda nueva.
Bueno, estoy envuelto en capas de sudor y porque ha vuelto el calor de los cojones. En la vida, que poco dura la alegría. Hoy estarán contentos los que quieren tener la caldera a tope y a 200ºC. Supongo que no se puede tener todo y al mismo tiempo querer una claridad meridiana y apabullante en la cúpula de los cielos y a su vez querer conservarse en fresco y en frío (pero no en rigor mortis) y mojado por la hermosa lluvia que debía caer en Septiembre.
¿Quieres estar mojado?...pues vas a estar mojado en tu propio sudor y en capas superpuestas en capas de cebolla sudada. Las gotas caen de mi cabeza y se deslizan como pequeñas culebras por mi cuello y para acabar muertas, en la tela de mi camiseta. Al final, acabo todo pringoso y sudado. Menos mal que gasto más pasta en desodorantes que en el propio comer y por eso tengo ese seguro a todo riesgo, contra el asqueroso olor del sudor.
Es como el otro día cuando estaba desayunando en el bar (como hago siempre y todos los días) y estaba saboreando como un loco (como lo que soy) mi rica tostada de jamón serrano con aceite de oliva virgen y ya está. Pues pasó que de repente me llegó un tufo a sobaco reseco y podrido, que tuve que contener las arcadas como mejor pude. Y el caso es que el menda del puto sobaco, estaba a varios metros de mi, pero no había duda en el asunto mi querido Watson... porque cada vez que levantaba un poco su brazo podrido extendía su podredumbre por toda la barra del bar. Pero observé las demás caras y para ver si había alguien más en la barra con cara de vómito, pero no encontré un alma gemela y pensé, ¿seré yo el puto susceptible de los cojones?.
La duda aún la tengo encima y hasta puede que ellos (los demás) tuvieran callo y por eso de alguna forma, puede que estuvieran más hechos a ese tipo de pestilencias. Bueno, tengo que aclarar que lo mío con los olores es medio paranoico y por un buen y agradable olor me dejo llevar al fin del mundo. Ahora bien, como se me atraviese el olor de una persona (sobre todo, el corporal), esa persona acabará a su vez, siendo crucificada en mi mente. Pero para que pase eso, me tiene que pasar lo mismo que el otro día cuando estaba en pleno acto de desayunar y que ese mal olor sea tan fuerte que provoque en mi náuseas y vómitos cuasi incoercibles.
Vamos a ver, tiene que ser un olor condensado y bien alimentado con mucho esmero y con mucho celo. Tiene que ser denso y espléndido y para ello esa persona, ha puesto todo su empeño en no lavarse durante unos cuantos días o semanas (hay casos, de meses). Sería algo parecido al denso olor a poza negra, que para mi es el olor que encabeza esa lista más negra. El primer olor del ranking, el olor a poza negra. El segundo, el olor a sobaco reconcentrado. Y que decir del olor del sobaco bien mezclado con el hilo sintético con el que se hacen muchas prendas hoy en día. Pues pasa lo mismo que con las plantas en los invernaderos, pero en éste caso, los que crecen bestialmente son los hongos, bacterias, nísperos y nidos de golondrinas que a su vez, se colgarán de los rizados y flexibles pelos del sobaco. Ellos fermentarán entre la selva húmeda y a su libre albedrío.

Tengo penas colgadas con la ropa de planchar,
tengo los ojos verdes porque adoro lo verde e incandescente,
tengo cuatro peniques en el último bolsillo que me queda por salvar,
tengo arte para dar y tomar y para joder a unos cuantos más,
tengo vicios que a algunos le sacarían de quicio,
tengo alegrías que me desbordan como olas gigantes,
tengo miedos con cuernos, rabo y metralleta,
tengo historias que saben a mermelada de besos,
y en las tardes otoñales
y mientras el suelo se tiñe de verde y ocre,
realzo y desmigajo poemas
algunos, hablan del viento,
otros, hablan de lunas y territorios ocupados
y hoy os podía hablar de las ballenas
y del triángulo de las bermudas,
hoy me siento marino
hoy siento la salitre adherida a mi piel.
hoy salgo a pasear por el muelle y me dirán
oiga patrón...¿salimos a la mar?

No añoro los días de guardia. Es más, me dan por el culo. Y me entra una pereza universal y volátil, innombrable y casi inhumana. Porque habría que ir entendiendo (digo yo) que yo voy avanzando y a pasos de gigante, hacia la decrepitud casi total, casi absoluta y que voy oliendo más a muerto que a vivo (me encanta engrandecer mis desgracias, pero me encanta porque sí y no por ser un llorón que sólo busca dar pena). Por eso digo y pienso:
Que me caen trozos de mi cuerpo,
que cada día tengo un nuevo dolor en mi bolsillo,
que si me quejo es porque me duele
y si me duele no es porque sí ni porque no,
es porque algo más se está pudriendo dentro de mi...
Los días de guardia se los regalo para quién los quiera y sus noches de puta tortura no se las deseo ni a mi peor enemigo. Bueno, seamos sensatos y valoremos todo en su grado más exacto: me cago en los días de guardia y en toda su parentela resacosa de duerme vela. Pero justo hasta ahí llego y por eso digo, punto y punto final y aparte.
Por eso cambiemos de tema y hablemos de mi pueblo (no quiero ser más mala sangre). Y os voy a comentar una cosa que pasa en mi pueblo. Pues, en éste pueblo en donde vivo, del que se habla y se dice que su puerto (precioso puerto por todas sus esquinas) representa a un pueblo pesquero. Y ¿cuántos pescan de verdad en éste pueblo?...pues os lo digo yo...dos o tres barcas y el resto de barcas, están para salir bien en la postal y junto al resto de embarcaciones de recreo y toda ésta película, para hacernos sentir que algo tiene sentido en éste mundo de mierda.
Pero los guiris tragan y porque en realidad nos gusta pensar (a todos) que vivimos en el cuento que nos han querido contar. Como ese niño que ahora está llorando por la calle y que parece todo desconsolado y en realidad, todo es una pamplina de la plaza de Mina (ésta frase, se decía en mis tierras gaditanas y porque hay una plaza que se llama así, plaza de Mina). Bonita y preciosa la plaza de Mina, salvo los domingos y festivos, después de un puto botellón de mierda y porque al día siguiente, aparecía toda llena y hasta la bandera, de plásticos asquerosos y trozos de vidrio y con un asqueroso y fuerte olor a meadas y a alcohol reseco y pegado al suelo como garfios. Y a eso, le llamaba un botellón en condiciones y yo le llamo...vergüenza ajena y porque la última vez que vi la plaza de Mina en esas condiciones, se me cayó el alma al suelo. Que guarrada de mierda malsana. Y digo yo, uno no se puede sentir orgulloso de semejante montón de mierda acumulado en una sola noche...

Sonrío bajo la lluvia.
De ortigas y espinas me visto y me adorno
cada mañana.
De gris me quedo sino veo la luna.
Codo con codo y diente con diente
y siempre y siempre... avanzando septiembre.
No hay quién pueda dormir
con el gato que araña en mi estómago,
ni con ese monstruo que acecha por el techo.
No hay ruidos más allá de mis propios ecos,
ni hay exabruptos fuera de mi oscura y lúgubre cueva.
Yo, repito,
yo sonrío bajo la lluvia,
sonreír cuesta muy poco,
y al llover me crecen los dientes,
en fin, que no entro dentro de mi.
Concluyo:
me pueden más los instintos
y las ganas de comerme el mundo.
que .
Soy más grande de lo calculado,
me miden y me tienen por un enano mental,
pero dentro de mi cueva,
soy el gigante más grande que hay.
Soy yo y no ruego a dios,
es más,
me siento ateo de penas,
no creo en vos, en el otro
y en ningún otro.

Quiero decir
que te podría decir tantas cosas,
que si las pusiera en fila india
darían varias vueltas al mundo.
¿Qué soy un exagerado?,
puede...
pero a estas alturas y diga lo que diga
no voy a dar marcha atrás en lo que digo.
Yo digo y si estás de acuerdo
y yo contigo,
cogemos los bártulos
y juntos al fin del mundo.
Ahora bien,
si no estás de acuerdo con lo que digo,
no te diré ni si, ni no, ni nada,
simplemente seguiré mi camino con lo que digo.

Se ha mojado la arena de mi playa interior,
subió la marea y todo se mojó,
hasta mis pulmones se inundaron de agua y sal,
y ahora todo yace bajo la luz del sol,
ahora, todo se va secando
y a medida que se seca
mi piel se estira en la misma medida.
Ahora, los días dejaron de ser eternos
y las mañanas van sabiendo a otoño,
cada día huelen más a setas,
a frondas húmedas,
a hojas caducas,
a castañas asadas
y a chimenea con leña.
Los dedos de la nada son fríos y rancios.
Los dedos del todo están rellenos de chocolate.
Los dedos cerebrales son neuronas apiladas dentro de un espacio
perfectamente delimitado.
los dedos de la higuera tienen higos en la cuenca de sus manos.
Los días, como hoy,
tiene dáctiles gigantes en forma de dedos deformados.
Que yo me gire, es una cosa
que tú me hagas girar, es otra cosa muy distinta,
que tú me digas,
que tú me mandes que haga y que deshaga,
que ahora sí,
que después, ya no,
que te quedes tranquilo
(me dices, a veces),
que hoy va a llover
y que mañana sale el sol
y porque tú lo dices....
pues...ya no.
El tiempo de concesión se ha acabado,
ahora soy un maleducado,
no tengo paciencia ni quiero tenerla,
no escucho ni oigo
y menos si a cambio me pides tiempo.
Ahora soy de la secta de....
"para lo me queda en el convento me cago dentro"
.

Nuestra historia fue muy sencilla y demasiado breve.
Nos sentamos en el suelo,
nos vimos a la cara,
vi una lágrima deslizándose por tu mejilla,
y tú pensaste
éste tío no me quiere
y al mismo tiempo, yo me dije...
hice todo esto
y no me siento correspondido.
Sin más
nos levantamos del suelo,
cada uno sacudió su ropa
y nos volvimos a mirar,
y sin decirnos nada más,
cada cual emprendió su camino de vuelta.
Y desde ese día no sé nada más de ti.