YO QUE UN DÍA TE QUISE SIEMPRE

Yo pensaba que un día te quise siempre,
pero me encontré de repente,
que tan solo te quise un día.
Pero ese día...
¡te quise tanto!
que mi mandíbula,
quedó cerrada a cal y canto.
Todas las reac







































Todas las reac

AHORA...


Algunos...

siento que los menos

piensan que soy un mezquino.

Algunos otros,

escogen que yo fuí un cabrón

y que lo seguiré siendo.

Y hay otros

que me consideran buena persona

bella por dentro y bella por fuera.

Yo en realidad, no sé lo que soy,

tengo mis puntos buenos y mejores

tengo también tengo mis peores momentos

pero si he conseguido algo muy importante:

liquidar mi agresividad.

Ahora

la tengo bajo mínimos

y ya no muerdo como antes

aunque a veces gruño y enseño los dientes

pero ya no doy dentelladas

y ni siquiera amenazo con darlas,

ahora mi poder,

está en la mirada....

miro fijamente

y fulmino al enemigo.















 

LUIS GARCÍA MONTERO


Problemas de geografía personal
Nunca sé despedirme de ti, siempre me quedo
con el frío de alguna palabra que no he dicho,
con un malentendido que temer,
ese hueco de torpe inexistencia
que a veces, gota a gota, se convierte
en desesperación.
Nunca se despedirme de ti, porque no soy
el viajero que cruza por la gente,
el que va de aeropuerto en aeropuerto
o el que mira los coches, en dirección contraria,
corriendo a la ciudad
en la que acabas de quedarte.
Nunca sé despedirme, porque soy
un ciego que tantea por el túnel
de tu mano y tus labios cuando dicen adiós,
un ciego que tropieza con los malentendidos
y con esas palabras
que no saben pronunciar.
Extrañado de amor,
nunca puedo alejarme de todo lo que eres.
En un hueco de torpe inexistencia,
me voy de mí
camino a la nada.
















¿QUÉ HACES AQUÍ? (AMALIA BAUTISTA)


Creía que te había dicho adiós,
un adiós contundente, al acostarme,
cuando pude por fin cerrar los ojos
y olvidarme de ti y de tus argucias
de tu insistencia, de tu mala baba,
de tu capacidad para anularme.
Creía que te había dicho adiós
del todo y para siempre, y me despierto
y te encuentro de nuevo junto a mí,
dentro de mí, abarcándome, a mi vera,
invadiéndome, ahogándome, delante
de mis ojos, enfrente de mi vida,
debajo de mi sombra, en mis entrañas,
en cada pulso de mi sangre, entrando
por mi nariz cuando respiro, viendo
por mis pupilas, arrojando fuego
en las palabras que mi boca dice.
Y ahora, ¿qué hago yo?, ¿cómo podría
desterrarte de mí o acostumbrarme
a convivir contigo? Empezaremos
por demostrar modales impecables.
Buenos días, tristeza.













LO QUE HARÉ (Suheir Hammad)


No bailaré al ritmo de su tambor de guerra.
No prestaré mi alma y mis huesos a su tambor
de guerra.
No bailaré a su ritmo.
Conozco ese ritmo, es un ritmo sin vida.
Conozco muy bien esa piel que usted golpea.
Estuvo viva aún después de cazada, robada,
expandida.
No bailaré al ritmo de su tambor de guerra.
Yo no voy a estallar por usted.
Yo no voy a odiar por usted,
ni siquiera voy a odiarlo a usted.
No voy a matar por usted.
Especialmente, no moriré por usted.
No voy a llorar la muerte con asesinato ni suicidio.
No me pondré de su lado ni bailaré con bombas
porque todos los demás están bailando.
Todos pueden estar equivocados.
La vida es un derecho, no un daño colateral
o casual.
No olvidaré de dónde vengo.
Yo tocaré mi propio tambor.
Reuniré a mis amados cercanos y nuestro
canto será danza.
Nuestro zumbido será el ritmo.
No seré engañada.
No prestaré mi nombre ni mi ritmo a su sonido.
Yo bailaré y resistiré y bailaré y persistiré y bailaré.
Este latido de mi corazón suena más alto que
la muerte.
Su tambor de guerra no sonará más alto que
mi aliento.


























Sylvia Plath ,


Mejor que se desgarre

cada fibra, que la furia fluya

desatada, la sangre empapando, vívida,

el sofá, la alfombra, el suelo,

mientras el calendario con forma de serpiente

me jura que estás a un millón de verdes condados de aquí;

mejor eso que quedarme aquí sentada, muda,

convulsionándome así bajo las espinosas estrellas,

con la mirada perdida, con maldiciones

que ennegrecen los momentos

en que se pronunciaron los adioses,

en que los trenes partieron arrancándome a mí,

gran tonta magnánima,

de mi único reino.
















 

"R.I.P", Cristina Peri Rossi


 "Ese amor murió

sucumbió

está muerto

aniquilado fenecido

finiquitado

occiso perecido

obliterado

muerto

sepultado

entonces,

¿por qué late todavía?"


































LA PUNTA DE UN ICEBERG

 Ahora todo es más difícil los reflejos van pidiendo un descanso los tendones se relajan y contraen menos y peor que antes la vista pide aux...