De algo hay que morir...
pero yo no he aprendido a morir.
De momento...¡no!.
Y espero y eso quiero
que me sigan queriendo
en el mismo infierno.
De algo hay que morir...
pero yo no he aprendido a morir.
De momento...¡no!.
Y espero y eso quiero
que me sigan queriendo
en el mismo infierno.
Lo que ahora me cae y me sobra,
antes no me caía igual.
Antes retenía por miedo
y al final,
todo sería almacenado
en el fondo de mi pobre memoria.
Antes
era ocupador de espacio,
ahora en cambio
me como el tiempo
y escupo metros.
Ahora soy más liviano que antes,
no llevo tanto peso de penas y malos rollos,
ahora escupo al viento
y al mismo tiempo,
me ducho por dentro.
Ahora
no espero grandes cosas
espero más bien...
pequeñas cosas
delicadas y entrañables y a no poder más
y nada de grandes amores,
me llega con los amores imposibles
con el olor de una flor,
con la minúscula memoria de un ser
que hizo del olvido
su razón de ser.
Ahora
solo quiero olvidar
y estremecerme como un ciempiés.
No me quejo de mis atardeceres,
ni de las sombras que me cobijan
ni siquiera me quejo
del llanto, que a veces,
me llueve por dentro...
Me quejo y con todos los honores:
de la falta de ganas
del tedio asesino
de las horas muertas
del bocadillo sin nada,
del tiempo perdido,
de los días sin magia,
de los recuerdos nublados,
de la vida sin eso,
del tren que no pasa,
de las tardes aciagas y ácidas,
de las palabras vacías,
de los deseos maltratados,
de la última palabra que fue vaciada,
del verbo incontinente y grandilocuente,
del ególatra y del idiota,
de que no encuentro la palabra adecuada
y el verso perfecto.
Mi familia
no era precisamente budista,
pero tampoco era católica hasta la última coma.
En declaración no escrita...
era católica
y en la práctica
de católica solo tenía
que iba los domingos a misa
y poco más.
Se vestía de domingo,
llegaba con la misa empezada,
se sentaba, se arrodillaba
y se ponía de pie,
según las normas de aquella época.
Al salir eran casi los primeros,
después se saludaban haciendo pequeños corros
y entre besos y abrazos,
se despedían
hasta el próximo domingo.
Mi familia era de tomar el aperitivo,
un vino blanco o tinto o varios o muchos,
un vermut rojo con una aceituna
una o varias ricas tapas de marisco
y venga otra ronda de vino.
Después, ya medio colocados
enfilábamos camino a casa,
siempre entre risas tontas
y raros juegos de palabras.
Mi familia no era de misa
pero si era de domingos de mañana.
Canción para una dama
El día de los pechos y las pequeñas caderas
la ventana acribillada por una desapacible lluvia,
lluvia arreciando como un pastor,
nos acoplamos, tan cuerdas y tan locas.
Yacimos como cucharas mientras la siniestra
lluvia caía como moscas sobre nuestros labios
y sobre nuestros ojos felices y nuestras pequeñas
caderas.
“El cuarto está tan frío con lluvia”, dijiste
y tú, femenina tú, con tu flor
rezaste novenas a mis tobillos y a mis codos.
Eres un producto nacional, un poder.
Oh, mi cisne, mi esclava, mi querida rosa de lana,
incluso un notario daría fe de nuestro lecho
mientras tú me amasas y yo me elevo como el pan.
Anne Sexton
UNA NOCHE CON MADONNA
Sueño que estoy con Madonna
En el bar de Manos Limpias.
Hacemos el amor frenéticamente
Me dice que soy el mejor.
Tiene siete orgasmos
Yo veinticuatro.
Despierto.
Madonna me abraza.
Me dice: Hugo. Solo fue un sueño.
Hugo Vera Miranda
[EL BESO]
Yo, si viviera en otra tribu con distinto nombre y con otros apellidos sería el puto amo de mi mundo andaría por las aceras de mi pueblo ve...