Abrid la ventana a la mirada más entrañable,
y cerrarla...
si esos mismos ojos se han convertido en extraños
y os resultan ser ajenos
y de su dulce y adorable mirar
han pasado a ser afilados puñales,
entonces, repito,
cerradla a cal y canto
y tapar todas las rendijas por donde se filtre la luz del sol,
encended las lámparas interiores de supervivencia,
tumbaros en el sofá y a esperar a que todo se cubra de noche
y cuando la alarma te indique que ha llegado la noche más oscura,
será el momento de volver a salir a la calle
y de no buscar nada con la mirada,
pues lo entrañable puede aparecer
con el cambio de día,
en medio la profundidad de la noche
o a la hora más intempestiva,
lo entrañable va por libre
y nadie conoce sus reglas y costumbres.