Me acuerdo que de pequeño pronto aprendí esa lección. Pero claro, eso trae implícito que desde pequeñito empecé a mentir y así lo hice, mentía más respiraba. Mentía a mi madre, mentía a mi padre, mentía a los amigos, mentía en el colegio y al final, pasaba lo que pasaba, que me mentía hasta a mi mismo. Y eso te queda en el poso de tu personalidad y a lo mejor intentaba ser sincero, pero al mínimo contratiempo, volvía a salir la mentira a flote. Lógico, si uno se había acostumbrado a defenderse con la mentira por delante.
Y aún hoy en día me pasa y eso que intento controlar que la mentira no salga, pero el instinto a veces se escapa de mi control y primero intento decir la verdad, pero si hay alguna dificultad en el ambiente, me sale sin querer la mentirijilla instintiva. Claro que ahora, intento a continuación volver a la verdad a medias, pues hago por unir la mentirijilla con la verdad y al final resulta un pequeño cambalache o sea mitad verdad y mitad mentira. Es imposible que pueda dominar del todo el instinto de la mentirijilla, pues sale del fondo del alma y en tal caso, lo único que puedes hacer, es no mentir totalmente.
¡Hombre!, si tengo un capullo delante, me importa un huevo y la yema del otro mentirle y mentirle con todo el descaro. Hay gente que miente más que habla y a ese tipo de gente solo le puedes dar de su misma medicina o sea mentir más que él. Porque con la verdad ante éste tipo de personal vas de lado y porque en la verdad siempre hay algo de fallo y ahí es donde ese tío va ir a trapo, directo hacia esa fisura que tu le has dejado. Tú tienes que ser mejor que él y para ello tienes que saber mentir sin complejo ninguno. Concluyo que mentir no es bueno ni malo, es según las circunstancias y según a quién tengas delante.