DIVAGACIONES SOBRE UN TEMA
La madurez debe ser esto:
este cansancio, esta desgana,
este saber, ya de antemano,
que nada sirve para nada.
La claridad que nos despierta
a una inclemente y gris mañana,
la claridad que ahuyenta sueños
de juventud, y nos desalma.
Este abandono, esta renuncia
al ideal y a la esperanza,
este vender al dios que fuimos
por bagatelas y migajas.
Dejarlo todo para luego
–amigos, vida, libros, causas–
porque otras cosas que no amamos
están ahí y nos reclaman.
Sentir el tiempo, sobre uno,
como una losa o una espada,
y ver que el tiempo se nos va
de entre las manos, que se acaba.
Ceder las riendas, que el deseo
hasta ayer mismo gobernaba,
a otros jinetes más prudentes,
notar que el cuerpo no acompaña.
Que no nos sigue, porque sabe
que todo exceso aquí se paga,
vivir con freno y con bocado
–sobrevivir es la palabra–.
La madurez debe ser esto:
comprender cosas que espantaban
vistas de lejos, comprender
que uno está preso en una trampa.