
y achúchame como un perro,
vísteme la piel con un guante,
y dame agua para el camino,
y no te cortes, ni te calles,
dime todo y dímelo hasta el vacío,
y pégame, pégame con las dos manos,
y que broten manantiales de lágrimas,
de lágrimas negras como negro es el día,
o soy yo el que está negro de deseo,
y deseo ver el rojo de mi sangre,
y verlo derramarse por el suelo.
Y no pienses que no me duele,
pues me duele sólo verte,
y más verte vestida de luto,
y con mi sangre entre tus manos,
y es que no alcanzo a comprender,
donde está el placer de la carne,
o sí, pero en carne viva,
en carne desgarrada y arrancada,
en carne color carne,
roja, brillante y que rezume vida.