COMO PERITAS EN DULCE

Aunque lo mío sea una Poesía sencilla y sin grandes vericuetos, hay veces, como ahora, en que me resulta difícil de escribir y a eso hay quién le llama: falta de inspiración. Bueno pues yo no tengo la culpa de que no acuda mi musa a mi llamada y porque todos los días la llamo y hasta que me aburro de tanto llamarla. Las cosas no se hacen a base de fuerza de voluntad y hoy quiero hacer esto y lo voy a hacer sin más y es verdad que hay una parte de fuerza de voluntad, pero que en sí no es suficiente. Sí, hay que tener el día, hay que tener a mano la fuente de inspiración y esa no se tiene todos los días, se tiene cuando ella quiere tenerte y no hay más. Y también hace falta la suerte, la maldita suerte que hace que las cosas coincidan y para que se alineen los astros, es decir, que lo que tengas que decir, tienes que decirlo en el momento justo y eso supone una casualidad astral.

Yo he visto gente que no dijo nada importante en su vida y hasta ahí era un don nadie, como yo, pero un día estaba escrito que lo que iba a decir iba a romper las barreras de los tiempos y su frase o reflexión quedó escrita en letras de oro y para la eternidad. Y esto es la búsqueda de una oportunidad, de esa oportunidad que te haga dar un salto en cantidad de lectores o seguidores. Claro, que cuando digo yo todo esto, no estoy pensando que la mayoría de los que escriben se quedan en nada o en casi nada y porque si pensara en ellos, no seguiría escribiendo o puede que sí, porque al fin y al cabo, ¿qué me importa a mi la fama?. Yo seguiría igualmente escribiendo y tal y como hago ahora y porque mientras disfrute y mientras me lo pase bien, seguiré a pie de cañón.

Esto que digo es sumamente contradictorio: quiero la fama pero no la quiero, quiero romper moldes y formas de pensar y de estar en la vida y sé que esto tiene sus consecuencias y entre ellas está el ser minoritario. Porque vamos a ver, ¿de que voy a hablar?, ¿de lo bonito que es el amor en el matrimonio? o ¿de lo precioso que es votar al Partido Popular? o hacerme de centro y sacar las virtudes de no estar en los extremos. Pues no señor, yo ya nací estrellado o ya nací radicalizado y desde la perspectiva de la izquierda más extrema y la que dice, que más vale pocos y claros, que muchos y confundidos y por eso y en el fondo, no creo en el poder de los votos y porque es ley de vida que ese poder confunda a sus representantes y al final, el sistema los absorbe y los diluye como peritas en dulce.

A VIVIR DENTRO DE MÍ

Hoy el viento está desatado, hoy ruge y lo hace en fuertes rachas y ya quisiera yo formar parte del viento y ser un átomo más de sus profundos soplidos. El Viento siempre me atrajo, quizás por su fuerza inusitada, quizá por su capacidad de alterar al resto de elementos de la naturaleza, quizá porque cuando está más en calma el viento te dice muchas cosas y supongo que cuando está en plan huracanado te dice más, pero mi limitada capacidad humana no me permite interpretar tal cantidad de información. Pero mi capacidad humana si me permite disfrutar del viento huracanado y más si estoy frente al mar. Hoy me acordé de mis paseos domingueros en mi ciudad natal (Vigo), de mi tío Paco llevándonos a mi primo y a mi, a contemplar los temporales del océano Atlántico.

Mi tío Paco era peruano o sea medio japonés, pues sus ojos rasgados y pequeños eran su rasgo principal, era muy buena persona y carecía de la maldad de mi familia materna, pues era tío por parte de mi madre. Amaba el riesgo, igual que nosotros (la diferencia estaba en que nosotros éramos unos niños) y por eso nos acercábamos demasiado a las rompientes de las olas y algún susto tuvimos, alguna desaparición de unos cuantos segundos, pero al final entre la espuma blanca siempre aparecía la efigie de mi primo o de la mía. Lo que estaba asegurado era el acabar empapados y hasta la médula y llegó un momento en que si no te mojabas no tenía sentido el ir a contemplar las olas.

Bueno estaba tan asegurada la empapada como la bronca al llegar a casa, pero digamos que de alguna forma e hiciéramos lo que hiciéramos la bronca siempre estaba asegurada y por lo tanto, daba igual llegar empapados que secos o que en pelotas. A mi primito no, a mi primito y como era hijo único y consentido, su madre solo le decía: duchate y cambiate. En cambio yo llevaba la bronca por todo: por ir a ver el temporal, por mojarme y por no secarme, en fin, llevaba la bronca por el simple hecho de vivir y respirar.

Ahí aprendí a desenvolverme en tierra hostil, pues la hostilidad de mi madre hacia mí llegaba a ser insoportable, pero ya veis que sobreviví y que sigo más vivo que nunca, por tanto, no hay disculpas lastimeras, ni complejos infantiles, ni estupideces de psiquiatra y hay lo que tiene que haber, un tío hecho y derecho y que su principal virtud es saber vivir en terreno hostil y por eso, hoy en día no me quejo de mi existencia. Ahora sí, que no me venga ningún psiquiatra a decirme que tengo que profundizar en mi infancia y porque fui un niño infeliz, porque yo fui feliz dentro de mi mundo, de mi pequeño y estrecho mundo y ya sé que cuando asomoba la cabeza llevaba una manada de hostias, pero coño, aprendí, aprendí a no asomar la cabeza y a vivir dentro de mí.

ME ABURRO POR AQUÍ, ME ABURRO POR ALLÁ...

  Me aburro por aquí, me aburro por allá, haciendo esto o lo otro me aburro igualmente. O sea me aburro por los cuatro costados y me siento ...