
Ahora acabo de escuchar que van a poner un reportaje sobre la Ribeira Sacra y también sobre la vikingada de Catoira, la fiesta de los vikingos o de los grandes cagallones, menudas cogorzas he visto yo alrededor de éste fiesta cornuda y digo alrededor, pues por suerte nunca estuve en ella, pero si estuve en sus cercanías y coinciendo con esas fechas festivas. Sólo faltaba a los cogorzas de mi pueblo gallego, disfrazarse de vikingos paganos y salvajes, para que aquello se convirtiera en una batalla campal y en una orgía onírica. Si el dios del vino, Baco, viera la que se monta en esa fiesta desfasada, prohibiría el beber vino y el hacerlo lo castigaría con la pena de muerte. Si realmente los vikingos se dedicaban a estar todo el dia ciegos y borrachos como piojos, no sé como llegaron a conquistar medio mundo, a lo mejor sus desembarcos famosos consistían en eso, en usar como armas los barriles llenos de vino, igual que hacían los vaqueros con los indios, sólo que lo hacían con whisky.
En Galicia hay otro par de fiestas memorables, vamos que yo sepa y recuerde. La Rapa das bestas, que se celebra en una zona de montes y más allá de Bayona, en la zona de Vigo. Esta fiesta es un despiporre donde se demuestra la hombría gallega intentando doblar a los caballos salvajes para que así sean marcados. Y después de la demostración de hormona machuna, viene el numerito asqueroso de tirarse cantidades ingentes de vino por encima y a éstas alturas no sé si me confundo y en realidad son dos fiestas, pero bueno si es así, que dios me perdone por mi ignorancia festeril y como serían dos fiestas y en la misma zona, yo las fusiono en una sóla y ya está, asunto arreglado.
La otra fiesta memorable es la de Ortigueira, en la que creo que estuve pero no sé en que estado. Es fácil de suponer que si no me acuerdo es que mi estado debía ser más que lamentable. Creo acordarme que llegué de noche y ya todo puesto y la tienda de campaña ya ni la montamos, mejor dicho la estiramos sobre el suelo y santas pascuas, directamente nos fuimos al ruedo. De tanta gaita que oí esa noche, aún a veces me despierto soñando con el sonido de las malditas gaitas, agudas como el grito de los niños y con ese ronquido profundo de fondo, el fuelle o como le llamen, que se parece mucho al ruido que hacen las moscas cuando vuelan en manadas. Yo no sé el resultado final de ésta fiesta, no sé si nos quedamos sin tienda de campaña y sin mochilas o eso es producto de mis sueños, pero fue tan posible una cosa como la otra. Y ya de Ortigueira ya no me acurdo de más, bueno sí, que la fiesta estaba situada en un entorno de película y que posteriormente tuve el placer de conocerlo in situ y en condiciones digamos que más óptimas.
Y de la Ribeira Sacra, que os puedo contar. Que sí que estuve allí y en mejores condiciones y por eso puedo acordarme de sus abruptos paisajes, de sus cañones de río altos y afilados y de esa docena de monasterios o dicen que hay 20, que se sitúan por sus laderas cortantes. Una pasada de belleza y una gozada para la vista, que te invita y en cada uno de sus rincones entrañables a ejercer la meditación. No eran tontos esos monjes que instalaron en ésta zona sus chiringuitos de rezos y meditaciones.