UN PUNTO NEGRO (Poema)

                                                                                Soy un punto negro,
un punto apenas perceptible,
apenas perceptible en la inmensidad de la ciudad,
me veo, me contemplo
y me percibo en otra dimensión,
 y observo como el punto apenas se mueve,
y como juega al escondite,
a veces se muestra y en otras se pierde.

 Es un punto oscuro, milimétrico,
  un punto entre millones de puntos,
y que es un punto lanzado al azar,
y que es una abeja dentro de un panal,
cruza, anda, se para y de nuevo se pone a caminar.

Desde el espacio yo lo contemplo,
y apenas lo percibo,
pues es un punto dentro de la globalidad.

Soy un dios en los infiernos,
soy un te quiero en el olvido,
soy la esperanza sin vuelta atrás.
Soy la miseria en vida,
soy el mensajero de la muerte,
en fin, soy lo que quiero ser,
un ser con sed de vida,
una alimaña del tiempo,
un espíritu con alma,
y sí, aquí estoy,
soy y seré ese punto negro,
ese punto negro, que a duras penas se ve.

LA CLANDESTINIDAD -Parte II

                       Al otro Director de Instituto, al anterior, que presumía de ser un tio muy rojo, pero que en clase era un cabrón fascista, que se reía, humillaba y ridiculizaba a todo dios y con esa prepotencia que sólo da el poder, aunque fuera un poder muy pequeñito, pues le pasó que empezó a circular una idea y pensamos en su Volswagen rojo, que él amaba tanto. Y un día cualquiera y aún ahora no sé el porqué, el coche apareció en llamas y quedó en un esqueleto carbonizado. No sé, ¿a lo mejor por la noche le cayó un rayo?, la casualidad tiene su aquél, pero el caso es que ardió como una cerilla. El pobre desgraciado prepotente y después de ésta anécdota, también acabó dimitiendo. En las asambleas programábamos las acciones y revueltas, una de ellas era conseguir que el autobús escolar fuera gratis, así que convocamos a todo el Instituto a subir en el mismo autobús oruga (los que son muy largos y en el medio llevan una especie de fuelle), lo hicimos en masa y dentro nos desplazamos a su parte trasera y todos al tiempo nos pusimos a saltar y claro el autobús hizo crak!, se partió en dos, petó por su punto más débil, por el fuelle. Despues de ésta nos quedamos sin bus, pero sin bus para nada, ni gratis, ni pagando y así que nos pusimos a andar y esto si que era gratis.

                                               En Vigo, en nuestra vida cotidiana, no todo era revolución. Nos daba tiempo a divertirnos y tambien a follar como cosacos. Esto último tenía su guasa, pues a la hora de organizar orgías ya no había ideologías. Nos juntábamos anarquistas, troskistas, comunistas y maoístas, todos en piña, en el campo o en la casa de cualquiera. Una vez presté mi casa de la playa mejor dicho la de mis padres y a los cinco minutos, tirando a mucho, ya estaban todos chingando como brutos, yo empecé a agobiarme y a pensar como iba a quedar la casa después de éste folleteo. Yo veía bragas, calzonzillos y condones por todas las esquinas, así que en ese mismo instante decidí que a partir de ahora, me era mejor ir a follar a casa de los demás y nunca más en la mía.

                                          A los 16 años o sea un año después, la revolución ya ardía por mis venas y sólo pensaba en la lucha armada y como derrocar al poder y por supuesto en como instalarme en él. Así,que empecé a estar más incómodo en casa y para irme provoqué que el ambiente se hiciera irrespirable, para mi y mis padres. Llegaba a casa siempre tarde, hacía lo que me venía en gana y así las broncas fueron el plato de cada dia y claro, que llegó el momento esperado, una gran bronca, un portazo y asunto arreglado. Me fuí con mi orgullo a cuestas a vivir a otro sitio, ya sabía a donde iba, todo estaba perfectamente planificado y pensado, y me instalé en un piso junto a otros dos iluminados más. La vida transcurrió, pero hubo que hacer varios cambios. Al no tener pasta, no quedaba otra que ponerse a currar y lo primero era pasar a clase del Instituto nocturno, así podría currar por el día. Así lo hice y empecé currando en unos Astilleros. Aún se deben estar meando de risa los currantes, al ver a un chico fino, con cuerpo y manos de señorito, en aquel tugurio lleno de ruidos  metálicos y de un fuerte olor a soldadura y a tabaco.

LA CLANDESTINIDAD - Parte I

              De Santiago de Compostela, recuerdo que también fueron tiempos de clandestinidad y de revoluciones, aparte de Universidad, pero no sólo en Santiago, también en Vigo aprendí éstas artes de esconderse, disimular, camuflarse, escaparse y también, acojonarse. Yo a los 15 años, era una especie de hipie ya casi en extinción y al mismo tiempo, era una esponja que absorvía la nueva moda, la era de la revolución, la revolución pendiente. Entre éstas dos aguas andaba y en ese verano se me ocurrió hacer un viaje por toda España y cuando junté la pasta necesaria, me puse un día a hacer dedo y emprendí mi viaje a lo desconocido. Por el camino quedaron Astorga, Asturias, el Pais Vasco, Navarra, Cataluña , Valencia y vuelta de nuevo al hogar y por la vía recta. No fuí capaz de completar el círculo, pues en mis planes estaba dar la vuelta a toda la península Ibérica, pero después de un mes de dormir en los parques urbanos y a veces en alguna pensión de mala muerte, estaba ya muy cansado, aparte de sucio y hasta los cojones de hacerme el hipie. De éste viaje, no saqué muchas conclusiones, quizá la de que ahí fuera, había un mundo extraño y no conocido hasta ahora y me quedé con la firme promesa de conocerlo más adelante.

                                                  Ese invierno, yo seguía con mis flores cultivadas dentro de mi cabeza, hasta que un reciente amigo  empezó a comerme el coco: que si las libertades, que si los derechos sociales, que si la clase trabajadora....., y yo enganché el anzuelo rápido y como siempre que me meto en algo, me metí hasta el fondo y hasta las entrañas y así pronto estaba organizando paros, manifestaciones y asambleas. Sin apenas darme cuenta, ya estaba metido hasta las trancas y ahí aprendí a saber manejarme en ese submundo, que es la clandestinidad.  Las reuniones eran de 3 o 4 personas, no más, por cuestiones de seguridad. Para llegar al sitio previamente concertado, había que cumplir una serie de normas, que estaban dentro del catálogo de la clandestinidad. Pasar por comercios con amplio ventanal y a través de su reflejo ver si alguien te seguía, pararse a atar un cordón del zapato y observar, dar unas cuantas vueltas a la manzana antes de entrar y por fin ver a las ventanas del piso de reunión, si las persianas estaban alzadas, era vía libre y si estaban bajadas, es que había un problema y había que acudir a la próxima cita en otro lugar ya concertado con anterioridad.

                                                Esta película de ciencia-afición, se repetía en cada reunión. Esto le daba sabor a miedo, pero tambien la daba emoción y ésta emoción siempre era más grande, que la propia reunión. La salida, era de uno en uno, con espacios de cinco minutos y ya en la calle ya no nos conocíamos en absoluto. Desde aquí, desde ésta célula clandestina, organizábamos todo: asambleas, pintadas, manifestaciones,...El resto del trabajo era transmitir órdenes a diestro y siniestro y hacer que se cumplieran. En mi Instituto, recuerdo las asambleas, los paros y demás protestas, que organizábamos. Recuerdo el día en que el Director del Instituto se puso a llorar en la clase, por tanto lío montado y allí mismo, delante de todos y con las lágrimas cayendo por sus mejillas, anunció su dimisión. A nosotros no nos dió mucha pena, no eran tiempos para penas y menos para lágrimas, eran tiempos de luchas y de reivindicaciones. ¡Así era de dura la revolución!.

QUEJARSE, SIEMPRE QUEJARSE

       Quejarse de todo, es innato a nuestra condición humana. Nos quejamos, por ejemplo, cuando nos levantamos temprano. Tambien nos quejamos si nos levantamos antes en la hora, como si es en la hora programada e igualmente, si nos despertamos tarde. Esto es pura condición humana, la llevamos marcado en nuestra constitución genética. Si llueve, porque me mojo. Si hace sol, porque no llevo gafas de sol. Si está nublado, porque quería verlo claro. Si hace viento, porque el viento me altera y además me despeina, etc...

                                   Hoy en mi curre, salí de una guardia de 24 horas, agotado y cansado, pero a la vez muy contento. Ayer por el día, tuvimos tres asistencias muy banales y patateras, en cada una de ellas, salió como correspondía, el comentario de siempre:  "Para esto, necesitan avisar a una UVI Móvil". Esto era cierto, pero es verdad que nunca estamos contentos, pues era verdad, la futilidad de los tres avisos, pero al mismo tiempo esto debía de ser un alivio, no has tenido un buen marrón y eso siempre es de agradecer.

                                   La noche, por suerte, fue tranquila. No tanto para mí, pues me costó conciliar el sueño y no caí en los brazos de morfeo hasta las 3 de la mañana. Me levanté de motu propio, a las 7,30. Hice mis meadas y lavativas, y a las 7,44, hice lo que nunca hago, me lo pensé dos veces y no tres. Me fijé en la hora y me dije para mis adentros que sólo quedaban 15 minutos para salir y me dejé llevar por el ansia y las ganas y ya no me pude reprimir más y comenté en alto a los compañeros: "Ayer tuvimos tres avisos, menos mal que nos respetaron el resto de la guardia" !!Que se me ocurrió decir!!, la cagué y sin quitarme el pantalón, no pasó un sólo minuto y sonó el teléfono con toda su urgencia y nos mandan para un buen marrón. La cosa fue complicada y más que se complicó. La asistencia desde las 7,45 se prolongó hasta las 10. En éste aspecto rompí una norma básica, no se debe hablar nunca, pero nunca, de lo bien que nos va, por lo menos hasta que no tengas in corpore presente, a tú relevo.

                                    Volviendo al tema que toca. Al salir a atender a una asistencia tan grave, aquí hay que poner los cinco sentidos y alguno más extra, además de tener que usar toda la parafernalia que se usan en las emergencias médicas . Y esto supone concentración y tiempo, mucho tiempo, en concreto éste servicio nos llevó 2 horas y 15 minutos. En éste caso, aparte de la mala suerte, pues quedaban 15 minutos para realizar el cambio de turno, dada la gravedad de la asistencia, empiezan los comentarios sobre éste tipo de actuación:  !menudo marrón!, ya podía no ser nada y así haríamos el cambio a la hora que toca y ya estaríamos cada uno en su casa,...Como si el esnafrado eligiera esa hora para jodernos.

                                   En conclusión, si los avisos son banales, el problema está en su propia banalidad y como somos, en éste caso, "grandes especialistas de las emergencias médicas", que pintamos en este tipo de asistencia. Y si el aviso es una emergencia real, el problema está en la gran trabajera que nos queda y la mala suerte que tenemos por caernos este aviso a la hora que no toca. La cuestión está de nuevo en quejarse de todo.
     
                                  Claro que, los hay más propensos a quejarse de todo. Algunos llevan la queja hasta la extenuación, se hacen cansinos y jartibles y te hacen perder los nervios .Esto se puede deber a dos causas: una, que se quejen porque son de por sí, unos auténticos coñazos y la otra causa se debe, a que para templar sus nervios, tienen que vomitar todo lo que llevan dentro y hacia los demás, claro. En definitiva, tener el punto medio, el del equilibrio imperfecto, el perfecto no existe, el ser lo más objetivo posible, el no demostrar tús nervios y el mantener una actitud y compostura acorde con la situación y que en situaciones extremas, se hace cuando menos que imprescindible mantener, no es tarea fácil, no lo es.

                                  
Como veis en todos los sitios cuecen habas y el tema en conclusión es el mismo. ¡Quejarse, siempre quejarse!.
 

LA CEREBROCTOMÍA TOTAL

   Miércoles 16 de octubre y hoy luce el sol en todo su esplendor y sin cortarse un pelo. Hoy me siento 8, de la escala del 0 al 10 o quizá un 7, pero no más ni menos. En cambio de empanada mental me pongo un 10, por lo menos de momento. A veces pienso que en mi vida de asueto, debía pasarme como en el curre y tener que pasar de 0 a 100 en un segundo, para quitarme de un tirón esa costra morriñenta y llena de legañas de color miel o meliráceas. Porque es lo que tiene la vida de pueblo y más en una pequeña Isla, que para que pase algo tiene que venir Mariano Rajoy, por lo menos.

                                    Hoy y no sé el porqué, el asunto va de gafas, quizá sea porque las mías están opacas y rayadas. Pero el caso es que pensaba que no sólo se usan gafas para corregir los deficits visuales, sino que hay otro tipo de gafas. Son gafas invisibles a nuestra penosa vista humana, pero existir existen, me lo dijo el pajarito de Nicolás Maduro, el lindo pajarito Hugo Chavez, que por cierto también usa chandal con la bandera venezolana. Bueno pues pensaba, que hay gente que usa esas gafas invisibles por distintos motivos, unos se las ponen y así sólo ven pasta o guita, otros  sólo ven su ombligo, otros más, sólo ven tías en pelotas y otros, sólo ven defectos en el otro y un largo etc... Como veis cada uno cubre su déficit o su paranoia, el problema está, cuando se juntan varios defectos en su cerebro, porque de momento no hay lentes progresivas para solucionar éste tipo de deficits y sólo hay una solución quirúrgica, la Loboctomía radical o mejor dicho la Cerebroctomía total, que no les queda ni una pizca de cerebro, que es mejor prevenir que lamentarse después. Y para que se sientan útiles, se les pone en una esquina a vender cupones de los ciegos, por ejemplo y así se solventaría el problema de la Once, que carecen de ciegos verdaderos. Que ya está bien de que los golosos se aprovechen de los ciegos, que como no ven, van esos golosos o también mal llamados diabéticos y les quitan su puesto de trabajo, el
ser vendedor de la Once. ¡Joder que los golosos monten su propia organización!.

         

SÁBADO

Sábado, primer sábado después de mi cumpleaños que fue el día 5 de febrero y ese día el mundo tuvo la mala suerte de saber que en una esquin...