Por cierto, los inquilinos encantadores y de nuevo el río poco a poco vuelve a su cauce y yo de nuevo aquí, al pie del ordenador y contaros cosas. Aunque todo hay que decirlo, estoy un tanto oxidado y sólo han pasado dos días, y es que aún noto mi cabeza llena de muebles, de camas, de pinturas y de esquinas llenas de polvo y de cagarme en quién me hace y de vez en cuando la limpieza de éste santa casa, los oídos aún le estarán zumbando. Porque uno cuando vive en su casa, se hace a vivir entre sus cuatro esquinas y hasta lo acumulado le parece imprescindible y cuando rebasas tus fronteras del día a día, es cuando penetras en selvas extrañas y si parte de ello se lo encargas a una segunda o tercera persona, a la cual pagas, por supuesto y ves que la tía se ha pasado, ya no tres pueblos, sino 5 o 6 y sigue tan campante, y tú echando los belfos y dando bufidos de foca. Pues que va a pasar, que simplemente te cagas en ella y en toda su parentela.
Ahora ya conseguí tener más distancia y después de un merecido descanso o una buena siesta ya empiezo a mirara para adelante, durante varios día me había quedado atrapado entre cuatro paredes, las mismas que delimitan mi casa. Gracias familia, y gracias amigo Miquel, gracias por salvarme de la quema, gracias por mucho y gracias por todo. Ahora soy como el aparecido que resurge de sus cenizas y cuidado conmigo, pues tengo demasiadas cosas que contaros y os juro que no me voy a cortar ni un pelo. El aparecido vuelve por sus fueros. Perdonadme si aún no estoy a tope, por favor un poquito de paciencia.