Entonces comprendí
que en mi corazón anidaba
un agujero hondo y oscuro.
Un agujero que no tenía hueso ni células vivas,
solo olía a muerto de hace varios días
o ¿quién sabe?
a lo mejor lo tuve desde el principio de mis días
y entonces,
nací agujereado en mis ventrículos
y seco y medio muerto de sentimientos.
Y yo creía que en mi vida quise hasta los tuétanos
pero en realidad,
debían ser metástasis en los huesos
lanzadas desde mi profundo agujero negro
y el dolor de infarto que tuve a veces,
fue un dolor más de oquedad y de vacío
donde vivían los ecos junto a los agobios.
Y que pena
porque yo pensaba
que el querer estaba dentro de mis venas.