Entiendo que yo y lo mi alrededor, es perecedero y que llevamos puesta la etiqueta de caducidad. Lo entiendo aunque a veces me cuesta, me cuesta pensar que a lo mejor mañana me quedo tieso y tenga que veros la cara desde la caja de pino. Dios mío, ¡como me cuesta!. Me cuesta pensar que hay personas que no veo desde hace mucho tiempo y supongo que les vería el careto en mi funeral y diciendo entre lágrimas y sorbiendo mocos, "Bruno fuiste un buen chaval".Primero, porque de buen chaval, ¡un huevo!. He sido las dos caras de la misma moneda, he sido un hijo de puta, como lo contrario. He sido tierno, pero también grosero y déspota. He sido tan dulce como agrio. He sido espléndido y en eso nunca dejé de serlo y estoy orgullosos de ello. He sido un descontrolado y lo peor es que lo he reivindicado. He sido cruel, inconsciente, mentiroso y drogadicto. Aunque a veces, he sido cariñoso y eso es lo que me ha salvado, el que en los buenos momentos he repartido besos, abrazos y caricias y también dí alguno en los momentos malos. También he sido comprensivo algunas veces y quizá lo más destacable de mi y de mi forma de ser o de estar, es ver al mundo desde una perspectiva optimista o dicho de otro modo, ser capaz de contagiar mis explosiones de vida.
Pues si señores yo siempre he amado la vida y eso que luché tanto y tanto por no quererla y por repudiarla y maltratarla, que a veces y más veces de las que quiero pensar, me pasé al otro bando. Al bando del egoísmo, de la miseria, de la envidia, de la mezquindad, del oscurantismo y en definitiva, me pasé al bando de la estupidez egoísta y durante años y aún ahora tengo dudas, mi ombligo fue el eje sobre el que giraba la tierra. Pero a pesar de todo esto, a la mínima, volvía a asomar su cabeza el optimismo de mi vitalidad. Bendita vitalidad, bendita sea, porque sin ella y sin las muchas dosis de paciencia por los que me padecieron y más en mis malos momentos, hoy os aseguro que no estaría vivo.No pretendía entrar en temas subterráneos, pero hay momentos en que tienes que verte de frente y escupirte a la cara, después sientes esa especie de tranquilidad suave y silenciosa, esa tranquilidad que siempre viene detrás de un temporal. Necesitaba éste minuto de silencio, por mí y sobre todo, por los demás que dejé en las trincheras o en las cunetas, a veces tirados y en otras abandonados. A ellos y cada uno a su nivel, les dedico éste minuto de silencio.
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