CUMPLEAÑOS (Ángel González)

 

Yo lo noto:
como me voy volviendo
menos cierto, confuso
disolviéndome en el aire
cotidiano, burdo
jirón de mí, deshilachado
y roto por los puños.
Yo comprendo:
he vivido un año más
y eso es muy duro.
¡Mover el corazón todos los días
casi cien veces por minuto!
Para vivir un año es necesario
morirse muchas veces mucho.
















Irene X


 

NOTICIAS DE LOS NADIES (Eduardo Galeano)

 

Hasta hace 20 o 30 años, la pobreza era fruto de la injusticia. Lo denunciaban las izquierdas, lo admitía el centro, rara vez lo negaban las derechas. Mucho han cambiado los tiempos en tan poco tiempo: ahora la pobreza es el justo castigo que la ineficiencia merece o, simplemente, es un modo de expresión del orden natural de las cosas. La pobreza puede merecer lástima, pero ya no provoca indignación: hay pobres por ley de juego o fatalidad del destino. El código moral de este fin de siglo no condena la injusticia, sino el fracaso.
Hace unos meses, Robert McNamara, que fue uno de los responsables de la guerra de Vietnam, escribió un largo arrepentimiento público. Su libro In retrospect (Times Books, 1995) reconoce que esa guerra fue un error. Pero esa guerra, que mató a tres millones de vietnamitas y a 58.000 norteamericanos, fue un error porque no se podía ganar, y no porque fuera injusta. El pecado está en la derrota, no en la injusticia.
Con la violencia ocurre lo mismo que ocurre con la pobreza. Al sur del planeta, donde habitan los perdedores, la violencia rara vez aparece como un resultado de la injusticia. La violencia casi siempre se exhibe como el fruto de la mala conducta de los eres de tercera clase que habitan el llamado Tercer Mundo, condenados a la violencia porque ella está en su naturaleza: la violencia corresponde, como la pobreza, al orden natural, al orden biológico o quizá zoológico de un submundo que así. es porque así ha sido y así seguirá siendo.
Mientras McNamara publicaba su libro sobre Vietnam, dos países latinoamericanos, Guatemala y Chile, atrajeron, por asombrosa excepción, la atención de la opinión pública norteamericana.
Un coronel del Ejército de Guatemala fue acusado del asesinato de un ciudadano de Estados Unidos y de la tortura y muerte del marido de una ciudadana de Estados Unidos. Desde hacía unos cuantos años, se reveló, ese coronel cobraba sueldo de la CIA. Pero los medios de comunicación, que difundieron bastante información sobre el escandaloso asunto, prestaron poca importancia al hecho de que la CIA viene financiando asesinos y poniendo y sacando Gobiernos en Guatemala desde 1954. En aquel año, la CIA organizó, con el visto bueno del presidente Eisenhower, el golpe de Estado que volteó al Gobierno democrático de Jacobo Arbenz. El baño de sangre que Guatemala viene sufriendo desde entonces ha sido siempre considerado natural, y raras veces ha llamado la atención de las fábricas de opinión pública. No menos de 100.000 vidas humanas han sido sacrificadas, pero ésas han sido vidas guatemaltecas y, en su mayoría, para colmo del desprecio, vidas indígenas.
Al mismo tiempo que revelaban lo del coronel en Guatemala, los medios informaron de que dos altos oficiales de la dictadura de Pinochet habían sido condenados a prisión en Chile. El asesinato de Oswaldo Letelier constituía una excepción a la norma de la impunidad, y este detalle no fue mencionado. Impunemente habían cometido muchos otros crímenes los militares que en 1973 asaltaron el poder en Chile, con la colaboración confesa del presidente Nixon. Letelier había sido asesinado, con su secretaria norteamericana, en la ciudad de Washington¡ ¿Qué hubiera ocurrido si hubiera caído en Santiago de Chile o en cualquier otra ciudad latinoamericana? ¿Qué ocurrió con el general chileno Carlos Prats, impunemente asesinado, con su esposa, también chilena, en Buenos Aires, en 1970.
Automóviles imbatibles, jabones prodigiosos, perfumes excitantes, analgésicos mágicos: a través de la pantalla chica, el mercado hipnotiza al público consumidor. A veces, entre aviso y aviso, la televisión cuela imágenes de hambre y guerra. Esos horrores, esas fatalidades, vienen del otro mundo, donde el infierno acontece, y no hacen más que destacar el carácter paradisiaco de las- ofertas de la sociedad de consumo. Con frecuencia, esas imágenes vienen de África. El hambre africana se exhibe como una catástrofe natural, y las guerras africanas no enfrentan a etnias, pueblos o regiones, sino a tribus, y no son más que cosas de negros. Las imágenes del hambre jamás aluden, ni siquiera de paso, al saqueo colonial. Jamás se menciona la responsabilidad de las potencias occidentales que ayer desangraron África a través de la trata de esclavos y el monocultivo obligatorio y hoy perpetúan la hemorragia pagando salarios enanos y precios de ruina. Lo mismo ocurre con las imágenes de las guerras: siempre el mismo silencio sobre la herencia colonial, siempre la misma impunidad para los inventores de las fronteras falsas que han desgarrado África en más de cincuenta pedazos, y para los traficantes de la muerte, que desde el Norte venden las armas para que el Sur haga las guerras. Durante la guerra de Ruanda, que brindó las más atroces imágenes en 1994 y buena parte de 1995, ni por casualidad se escuchó en la tele la menor referencia a la responsabilidad de Alemania, Bélgica y Francia. Pero las tres potencias coloniales habían contribuido sucesivamente a hacer añicos la tradición de tolerancia entre los tutsis y los hutus, dos pueblos que habían convivido pacíficamente, durante varios siglos, antes de ser entrenados para el exterminio mutuo.
















Peste emocional (JUAN JOSÉ MILLÁS )

 

La gata de mi vecino ha tenido gatitos. Me llama (mi vecino) para ofrecerme uno. Le digo que no, gracias, que he decidido no volver a tener animales, solo plantas.
-¡Qué pena! -dice-, me quedaba por colocar este, pero no lo quiere nadie. Habrá que sacrificarlo.
No le respondo ni que sí ni que no, no va a lograr, me digo, implicarme en este desorden moral. Si quiere cargarse al bicho, que se lo cargue, por mí como si se lo come con patatas.
-Tú verás -digo al fin por decir algo.
-La decisión -admite él- es mía, pero serás tú el que la lleve sobre la conciencia. Yo no tengo escrúpulos. Nací en una granja donde se sacrificaban animales todo el día.
Este vecino ya me colocó hace años un perro con el que tuve, hasta su muerte, una relación de afecto insoportable. Aquel animal tenía una sensibilidad especial para captar mis estados de ánimo y amoldarse a ellos. Era tan humano que sostengo que fumaba a escondidas. El aliento al menos le olía a Camel. Volví a fumar, después de diez años, por culpa de él. Cuando le ofrecía una calada, fingía que no sabía tragarse el humo. Me prestó muchos servicios de orden sentimental que no le había pedido, de modo que lamenté su pérdida en la misma medida en que alegré por ella. Fue una liberación que se muriera y me dejara a solas con mis sentimientos. Sufro mucho por las personas y aquel perro había evolucionado insensiblemente a hombre. Por si fuera poco, acabó provocándome una tendinitis en el hombro por tirar de la correa cuando me sacaba a pasear.
-¿Y ese gato? -pregunto- ¿De qué color es?
-Negro -dice mi vecino-, un poco enclenque. ¿Te lo paso para que lo veas?
-Ni se te ocurra.
Por la tarde suena el timbre y es mi vecino, con el gato en la mano. El animal me mira, le devuelvo la mirada y comprendemos que estamos hechos el uno para el otro. Yo estuve a punto de ser sacrificado también al poco de nacer. De momento, le llamo gato, a secas, pero a veces me descubro buscándole nombres. O sea, la peste emocional de la que llevo huyendo toda la vida.





























SUSPIROS

 

Ahora que ya no estoy enamorado de nadie
resulta que he descubierto que...
que odio al enamorado,
aclaro, no al enamoramiento,
si no al enamorado de turno,
por su berza monocolor y monoteísta,
por su empanada mental,
por su ceguera periférica hacia los demás,
por su pensamiento único y obsesivo,
por su egoísmo de super ombligo,
por su falta de solidaridad hacia el que siempre le ha apoyado,
por su hola cariño, ¿que tal estás?
¡ayyyy! amoooor...
no me digas eso,
que yo también te quiero.
Y fuera de ahí,
no sabe decir nada más,
y es mencionar el nombre de la otra persona
y un largo suspiro....
y se lo ponen los ojos brillantes
como dos diamantes
y lo vuelves a nombrar otra vez,
y otro suspiro más y más largo que el anterior.
Conclusión:
su estado mental es la obsesión pura y dura,
su estado físico es la de suspirar todo el tiempo
y su debilidad
tiene nombre propio
y ésta vez
será mejor que no lo pronuncie más.


















Tal día como hoy nacía Vladimir Nabokov.

 

"La literatura no nació el día en que un chico llegó corriendo del valle neanderthal gritando "el lobo, el lobo" con un enorme lobo gris pisándole los talones; la literatura nació el día en que un chico llegó gritando "el lobo, el lobo" sin que le persiguiera ningún lobo."

















JOSÉ EMILIO PACHECO

 

"La vida toda es un combate
incesante. Por eso nos convienen el
tal vez, el acaso, el quizá, el sin embargo y el no obstante".





















Amalia Bautista (Al cabo)


 

Mis ansiedades...


 Mis ansiedades son como cristales que no puedo masticar.

Mis miedos son púas y clavos que no soy capaz de arrancar.

Mis alegrías son bondadosas y se ríen hasta de mi propia sombra.

Mis sueños no están rotos, siguen vivos

aunque un poco heridos y maltrechos

pero supongo que aún así sobrevivirán.

Mis temores se temen lo peor y lo mejor

lo peor, porque siempre hay que tener en cuenta el lado peor

y lo mejor, porque me lo dice mi intuición.

Mi día a día

es un paseo al borde del mar

y desde allí observo

que en los días despejados tú ya no estás

y que en los días nublados me entran dudas

y que en los días de lluvia intensa

me entran ganas de llorar.











Sylvia Plath: "Canción de amor de una muchacha loca"

 

"[...] Soñé que me hechizabas para llevarme a la cama,
Que me cantabas con locura, que me besabas con delirio.
(Seguramente fui yo quien te conformó en mi mente.)
Dios cae desde el cielo, las llamas del infierno se consumen:
Salen los serafines y los hombres de Satán:
Cierro los ojos y el mundo entero cae fulminado.
Imaginé que volverías tal y como dijiste,
Pero crecí y ahora ya no recuerdo tu nombre.
(Seguramente fui yo quien te conformó en mi mente.)
Debería haber amado a un pájaro del trueno en vez de a ti.
Ellos, al menos, al llegar la primavera, vuelven a rugir.
Cierro los ojos y el mundo entero cae fulminado.
(Seguramente fui yo quien te conformó en mi mente.)"













Hemos perdido aún este crepúsculo. Pablo Neruda


Nadie nos vió esta tarde con las manos unidas
mientras la noche azul caía sobre el mundo.
He visto desde mi ventana
la fiesta del poniente en los cerros lejanos.
A veces como una moneda
se encendía un pedazo de sol entre mis manos.
Yo te recordaba con el alma apretada
de esa tristeza que tú me conoces.
Entonces, dónde estabas?
Entre qué gentes?
Diciendo qué palabras?
Por qué se me vendrá todo el amor de golpe
cuando me siento triste, y te siento lejana?
Cayó el libro que siempre se toma en el crepúsculo,
y como un perro herido rodó a mis pies mi capa.
Siempre, siempre te alejas en las tardes
hacia donde el crepúsculo corre borrando estatuas.
















Padre, Joan Manuel Serrat. 22 de abril, Día de la Tierra

Padre, decidme qué le han hecho al río que ya no canta
Resbala como un barbo muerto bajo un palmo de espuma blanca
Padre, que el río ya no es el río
Padre, antes de que vuelva el verano esconda todo lo que tiene vida
Padre, decidme qué le han hecho al bosque que no hay árboles
En invierno no tendremos fuego ni en verano sitio donde resguardarnos
Padre, que el bosque ya no es el bosque
Padre, antes de que oscurezca llenad de vida la despensa
Sin leña y sin peces
Padre tendremos que quemar la barca
Labrar el trigo entre las ruinas, padre
Y cerrar con tres cerraduras la casa y decía usted, padre
Si no hay pinos no se hacen piñones, ni gusanos, ni pájaros
Padre, donde no hay flores no hay abejas, ni cera, ni miel
Padre, que el campo ya no es el campo
Padre, mañana del cielo lloverá sangre
El viento lo canta llorando
Padre, ya están aquí
Monstruos de carne con gusanos de hierro
Padre, no tengáis miedo, decid que no, que yo os espero
Padre, que están matando la tierra
Padre, dejad de llorar que nos han declarado la guerra.
Todas las reaccion
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Albert Camus

 

"El silencio es la conversación

de las personas que se quieren.

Lo que cuenta no es lo que se dice,

sino lo que no es necesario decir."














LA PUNTA DE UN ICEBERG

 Ahora todo es más difícil los reflejos van pidiendo un descanso los tendones se relajan y contraen menos y peor que antes la vista pide aux...