Claro que en ésta vida pasan cosas inexplicables y como ejemplo os voy a contar algo que me ha pasado en el día de hoy. Estaba yo todo cocinitas y haciéndome a la plancha (en éste caso sartén) unas sabrosísimas gambas de aquí de confianza (para mi las gambas del mediterráneo, son las más ricas que hay)...pero prosigamos y estaba dándoles los último toques a esas ricas gambas medio crujientes y pensé...ahora les tengo que dar la vuelta y para dejarlas doradas por ambos lados y en un instante volvía pensar que estaba aburrido de hacerlo de una en una y quise atajar por la tangente y sin más medias tintas cogí la sartén con mis dedos y no por el mango (que para eso lo tiene) y claro, me quedaron los dedos pegados a la sartén y la sartén se vino con mis quemados dedos y hasta que hice un último despliegue de fuerzas y tiré la puta sartén al suelo. ¿Y como se puede explicar semejante historia?. Sería un vahído o un lapsus o una desconexión temporal...pero el caso es que me quemé cuatro dedos y lo peor de todo, es que no sé porque ni como lo hice. ¿Sería un automatismo que quiso acabar conmigo?. Alguien me puso una sartén casi hirviendo en mis manos y una voz interior me dijo, no cojas la sartén por el mango y cógela por donde quema a tope y es que al fin y al cabo, el dolor lo superas y ya verás como te acabará haciendo cosquillas. Y no hay que olvidarse del chillido y grito y hubo un sonoro grito pero acompañado de esa frase que me gusta tanto decir en estos penosos casos ¡que gusto! pude decir y justo antes de seguir chillando. Y no soy masoca ni nada parecido.
Yo me acuerdo que en casa de mis padres, había un cuarto al que llamaban el cuarto de la plancha y porque allí era donde planchaba mi madre. Ese cuarto tenía el botón de encender la luz al lado de un enchufe todo echo polvo y tan al lado, que siempre que encendías la luz al mismo tiempo te quedabas todo tieso y chamuscado. Pavor era poco. Y ese pavor hacía que tomara medidas...pero de vez en cuando se me olvidaba y porque en eso no he cambiado nada, sigo soñando despierto, pero en éste caso me despertaba con mis alaridos y maldiciones. Pues de aquellas me juré a mi mismo, que iba a dominar dolor con mi ironía y de ahí viene lo de ¡que gusto!. Tampoco ha funcionado, pero eso sí me sigo riendo en cuanto puedo y una vez que baja el umbral de ese dolor agudo, me río por dentro y por fuera y todo gracias a la frase ¡que gusto!. En casa de mis padres me seguí quedando tieso y pegado a ese jodido enchufe. Y todo era por no cambiar el enchufe estropeado y por eso me juré y perjuré que cuando fuera mayor y adulto, iba reparar todos los enchufes de mi casa. Y de hecho, le cogí tirria y manía a todo lo eléctrico y ahora a mis 64 años del ala, no soy capaz de meter mano en todo lo eléctrico. Pavor y pánico.
Ahora no toco nada de lo eléctrico pero me da por darle la vuelta a la sartén y con el poder de mis manos y dedos...
Yo me acuerdo que en casa de mis padres, había un cuarto al que llamaban el cuarto de la plancha y porque allí era donde planchaba mi madre. Ese cuarto tenía el botón de encender la luz al lado de un enchufe todo echo polvo y tan al lado, que siempre que encendías la luz al mismo tiempo te quedabas todo tieso y chamuscado. Pavor era poco. Y ese pavor hacía que tomara medidas...pero de vez en cuando se me olvidaba y porque en eso no he cambiado nada, sigo soñando despierto, pero en éste caso me despertaba con mis alaridos y maldiciones. Pues de aquellas me juré a mi mismo, que iba a dominar dolor con mi ironía y de ahí viene lo de ¡que gusto!. Tampoco ha funcionado, pero eso sí me sigo riendo en cuanto puedo y una vez que baja el umbral de ese dolor agudo, me río por dentro y por fuera y todo gracias a la frase ¡que gusto!. En casa de mis padres me seguí quedando tieso y pegado a ese jodido enchufe. Y todo era por no cambiar el enchufe estropeado y por eso me juré y perjuré que cuando fuera mayor y adulto, iba reparar todos los enchufes de mi casa. Y de hecho, le cogí tirria y manía a todo lo eléctrico y ahora a mis 64 años del ala, no soy capaz de meter mano en todo lo eléctrico. Pavor y pánico.
Ahora no toco nada de lo eléctrico pero me da por darle la vuelta a la sartén y con el poder de mis manos y dedos...