Pues pasa que el silencio me está visitando y que poco a poco todo se tiñe de silencio mudo y espeso. Y ¿porqué los silencios pueden ser espesos?, pues porque los silencios pueden ser incómodos y porque ese silencio es obligatorio. Y es que un silencio voluntario es volátil y ligero y tal como vino, se va...y sin más historias. Yo amo los silencios, aunque reconozco que para estar yo en silencio, se tienen que cumplir todas mis condiciones y esas son: silencio voluntario, silencio reflexivo, silencio respetuoso, silencio ante un muerto, silencio ante algo inverosímil, silencio sepuscral, silencio en señal de duelo y el silencio del estar sintiendo y porque para sentir, se necesita del silencio...
Como veis hay muchos tipos de silencio, pero con todos esos tipos me quedo y porque al fin al cabo, nacemos en silencio y morimos en silencio. Y ahora que estoy en el puto silencio de la noche, oigo mis teclas y escucho los coches. Claro que, claro que no hay mejor silencio que el del campo y porque en ese silencio se escucha mucha vida y el viento y la brisa marina y los árboles hablando entre ellos y la paloma torcaz tocando los cojones de uno, pero ese es el silencio de campo y no el que tengo ahora aquí. Aquí se escuchan coches, se oyen voces y de vez en cuando, llegan los gritos de las sirenas del mar.
Y es que para alucinar, alucinar, sirve cualquier sitio y en cambio para rezar, pues ya no. Y ¿para querer?, pues para querer sirven muchos sitios, pero para mí, todos tienen que estar sin gente y sin cotillas que te toquen los cojones. Una casa, un apartamento, la trastienda de un coche, el water de un avión (que eso lo he visto yo en una película), la mesa de la cocina, la escalera de incendios, el balcón del vecino, la mesa camilla, la ducha, la bañera, la encimera y por supuesto, el sofá y la cama. Aunque mi mayor ilusión en éstas lides, es hacer el amor llegando en Parapente o en Ala Delta y entrando por la ventana de la habitación y bum¡¡¡ en la puta diana...pero eso sí, con mucho amor y delicadeza.