Hoy voy hacer la excepción que marca la regla,
voy a escribir algo en medio de la oscura noche,
son las 21 horas y espero estar al pie del cañón, 3 horas más
y cuando la Iglesia del Pueblo toque las doce campanadas,
diré, hoy he cumplido...
y he vuelto a experimentar una muy antigua sensación,
que era escribir por la noche...
han pasado muchos años desde aquellas eternas noches,
tantos como más de 40 años,
épocas de estudiante de Medicina
era capaz de estudiar dos días seguidos sin pegar ojo,
día y noche, mañana y tarde
y un bocata a la hora de comer y otro a la cenar,
lo único que me permitía era salir a desayunar,
noches de folios escritos, de inmensos libros abiertos,
de cigarrillos encendidos y olor a nicotina húmeda,
(olor a cenicero mojado)
y por el medio medio millón de chistes malos y peores,
y otro millón de anécdotas infames y estúpidas,
pero de aquellas nos resultaban entretenidas y medio graciosillas,
(porque con tal de no tener que estudiar se hacía lo que fuera)
yo nunca fui de muchos chistes,
hablo de chistes chistes,
de esos que tienen que hacer gracia por cojones,
pero había una especie de plasta
que lo mejor que hacía..
o eso pensaba él, era contar chistes a todas horas
y con la misma gracia en el culo,
pero si no le reías uno
empezaba a contar chistes en plan metralleta
y hasta que te rieras de uno no paraba de contar sus putos chistes
y lo que más coña tenía es que el tío en su vida normal era un malaje,
es decir, era serio con una pizca de desagradable
y la cosa como que no cuadraba mucho,
más tarde y muchos años después descubrí que estos personajes tenían nombre,
los graciosos con mala hostia (o graciosillos, en lenguaje de andar por casa),
pero bueno, eran como si en medio del estudio dejáramos espacio para anuncios publicitarios,
pero como dice su propia propaganda, me refiero a los anuncios,
su tiempo se lo teníamos controlado
(aunque no sea verdad del todo)
pero la tarde seguía a la mañana
y sin darte cuenta abrazabas la noche
y en esa cadencia casi infinita solo te levantabas para ir a mear
(no recuerdo tener que levantarme para ir a cagar),
claro que éstas palizas después se pagaban
y el cuerpo se reivindicaba a base de insomnios y viejas obsesiones,
pero vamos a ver...si aprobabas ¿qué importaba?
después te ibas un mes seguido de acampada,
y volvías como nuevo, descansado, aliviado y tranquilo...
voy a escribir algo en medio de la oscura noche,
son las 21 horas y espero estar al pie del cañón, 3 horas más
y cuando la Iglesia del Pueblo toque las doce campanadas,
diré, hoy he cumplido...
y he vuelto a experimentar una muy antigua sensación,
que era escribir por la noche...
han pasado muchos años desde aquellas eternas noches,
tantos como más de 40 años,
épocas de estudiante de Medicina
era capaz de estudiar dos días seguidos sin pegar ojo,
día y noche, mañana y tarde
y un bocata a la hora de comer y otro a la cenar,
lo único que me permitía era salir a desayunar,
noches de folios escritos, de inmensos libros abiertos,
de cigarrillos encendidos y olor a nicotina húmeda,
(olor a cenicero mojado)
y por el medio medio millón de chistes malos y peores,
y otro millón de anécdotas infames y estúpidas,
pero de aquellas nos resultaban entretenidas y medio graciosillas,
(porque con tal de no tener que estudiar se hacía lo que fuera)
yo nunca fui de muchos chistes,
hablo de chistes chistes,
de esos que tienen que hacer gracia por cojones,
pero había una especie de plasta
que lo mejor que hacía..
o eso pensaba él, era contar chistes a todas horas
y con la misma gracia en el culo,
pero si no le reías uno
empezaba a contar chistes en plan metralleta
y hasta que te rieras de uno no paraba de contar sus putos chistes
y lo que más coña tenía es que el tío en su vida normal era un malaje,
es decir, era serio con una pizca de desagradable
y la cosa como que no cuadraba mucho,
más tarde y muchos años después descubrí que estos personajes tenían nombre,
los graciosos con mala hostia (o graciosillos, en lenguaje de andar por casa),
pero bueno, eran como si en medio del estudio dejáramos espacio para anuncios publicitarios,
pero como dice su propia propaganda, me refiero a los anuncios,
su tiempo se lo teníamos controlado
(aunque no sea verdad del todo)
pero la tarde seguía a la mañana
y sin darte cuenta abrazabas la noche
y en esa cadencia casi infinita solo te levantabas para ir a mear
(no recuerdo tener que levantarme para ir a cagar),
claro que éstas palizas después se pagaban
y el cuerpo se reivindicaba a base de insomnios y viejas obsesiones,
pero vamos a ver...si aprobabas ¿qué importaba?
después te ibas un mes seguido de acampada,
y volvías como nuevo, descansado, aliviado y tranquilo...