Me he permitido la licencia de ir poniendo algún escrito de mi blog antiguo y digo antiguo, pero si lo empecé en Septiembre del 2012 y lo acabé hace ná, en Enero del 2013. Pero vamos a lo que vamos, bacalao, vamos que iré pasando de vez en cuando escritos anteriores, digamos para ir librando el anterior blog, que aunque poco, me cuesta pasta y no estoy yo para tirarla. Y empecé por éste escrito o relato o como coño se llame, como podía empezar por cualquier otro. Muchas gracias y perdonen las molestias. Ah¡¡ me se olvidaba, he hecho algunas pequeñas correciones.
EL PRIMER RAYO DE SOL
El primer rayo de sol de España, como todo el mundo sabe, sale por Es Castell, por la puerta del muelle Cales Font, que es la verdadera Puerta del Sol de España.
Antes, el sol salía por Antequera y se ponía
por las Islas Cíes (Vigo), ahora el sol sale por Es Castell y se pone
igual, por las Islas Cies. Pienso que lo realmente bonito
del sol en la Isla, es su salida, su despertar, su amanecer que tiñe de
rojo-naranja la cúpula del cielo. Es impresionante, ver como la luz del
sol se va extendiéndo en forma de manto y va encendiendo las bombillas
del cielo. No desprecio
los atardeceres, son preciosos, pero yo tengo grabado en mí retina los
atardeceres de mi ría de Vigo, cuando el sol se acuesta sobre las Islas
Cies. En mi vida he visto atardeceres más bonitos y si a ello sumamos,
cuando acampábamos
en sus pinares y trepábamos hasta el Faro y quedando a nuestros pies un
hermoso acantilado (tipo Cap de Cavalleria, sólo que en el Atlántico) y
allí sentados en su borde, hacíamos piña y pasando de mano en mano esos
canutillos compartidos, cuando aún se compartía algo. Pues se veía la
puesta del sol y tambien se iba más lejos, a ver quien era el guapo, que
vislumbraba el afanado rayo verde.
EL PRIMER RAYO DE SOL
El primer rayo de sol de España, como todo el mundo sabe, sale por Es Castell, por la puerta del muelle Cales Font, que es la verdadera Puerta del Sol de España.

Yo, en estado digamos normal, nunca llegué a verlo y en estado de
pseudocoma canutil, pues creo que sí, bueno yo y todos los que
compartimos, ya se sabe qué. Esta era una regla de tres, a más mandanga,
más rayos verdes se
veían.
Es curioso, pero esta moda, tambien se
estilaba en la zona de Cádiz. Sólo que aquí y dada la calidad del costo
(el moro está a dos pasos), el rayo verde siempre
se veía con más nitidez. Aunque podía ser verde, naranja, amarillo, y que
más daba el color, si al final todo era negro, negro del ciego que te pillabas.
Pues eso,
volviendo a la Isla y a sus amaneceres
rojos, como dice una amiga que gusta de bañarse a las siete de la
mañana, la vida en el mar se hace de noche y ¡!es verdad!!. Yo creo que
los humanos cooperamos a ello, aportamos nuestro granito de arena, sino
que alguien se sumerja en el mar
de noche y de día, y establezca una comparativa y así verá que en la
noche todo es quietud y paz (a nuestro oído los peces no hacen ruido) y
en el día todo es ruido, ruidos de motores, de
risas,
de gritos...
Sí, nosotros cooperamos a que nuestros peces
sean insomnes, les hicimos cambiar su ciclo de vida. A veces, es verdad
que pescamos a pleno día, pero yo creo que éstas capturas, son de peces
empanados que aún
no llegaron a su casa o están bajo los efectos de una noche de juerga o sea de resaca.
No añoro el mar, sino el Océano. Añoro sus mareas vivas de agosto en el
Océano Atlántico,
esas mareas más altas y más bajas que nunca, la arena mojada y bañada
por el mar, el brillo que emite, la gama de colores y el olor de las
algas. Dicen que es olor a yodo, yo nunca olí el yodo o sea que para mí,
huele a algas
y las algas huelen a mar y punto.
Tambien es verdad que
añoro la montaña, sus cimas, sus ruidos, sus árboles, su frescor
veraniego, sus cencerros, su cielo, sus estrellas, sus colores,... Lo
de sus colores ya es patológico, toda mi vida amé los colores otoñales,
los de sus hojas caducas que anuncian su despedida tiñendose de ese
amarillo-ocre-rojizo, que hace contraste con el verde de la hierba,
siempre salpicada de
hojas caducas. Y el verde de todos los tonos, el de las especies no caducas.
Y que decir tiene, los ríos. ¿donde están los ríos?. Aquí están muy muy
lejos, tan lejos que aquí no existen. Nunca pensé que
echaría de menos un río, siempre los tuve de mano, pero era más de mar
que de río. Pero ahora sí, sí que necesito un río, un río del Norte, de
aguas frías, de cauce abrupto y sinuoso, con su silueta
delimitada por filas de arbustos. Busco con tesón un rincón tranquilo del rio,
donde pueda escuchar sus sonidos: los pájaros, el viento y el murmullo
de sus aguas.
Así me dejo llevar
y tal cual me quedo medio dormido, pues en éste estado de shock me quedo muy tranquilo.
"En Menorca vivo, y la llevo en el alma. Pero los otros trozos los tengo en Cádiz y en Vigo".