De tanto apretar los dedos,
los nudillos no han dejado de sangrar.
De tanta vida que he recibido,
creo que la he devuelto y multiplicado con creces.
De tanto llorar por las esquinas y como un alma en pena,
he secado lagos, mares y ríos
y ahora yazco en pozo seco
y esperando el milagro de la lluvia.
Ahora dependo de otros,
dependo del viento, de las nubes,
de la negrura de los nubarrones,
de los temporales y ciclones.
Ahora dependo de que el mundo se ponga del revés
y que de una vez por todas...
¡que nunca pare de llover!.