Mea culpa, mea culpa. Hoy no tengo disculpa, pues no escribo porque tengo la cabeza en otro sitio y no precisamente en un sitio precioso y bello, sino y por desgracia, la tengo ocupada con temas laborales. Estoy en una especie de nube y es nube, porque tengo la sensación de flotar entre algodones de ideas y me esfuerzo por intentar darles una concreción y es tóxica, porque yo soy un tío tóxico y nocivo o sea no soy trigo limpio.
Y ahora estoy sentado en mi escritorio y tengo la ventana abierta y acaba de pasar un coche y haciendo algo que a mi me desquicia. Aporreando el pito o claxon o bocina y por poco me hace convulsionar. Odio hasta el infinito esos ruidos agudos y también los odio cuando voy conduciendo y alguien va y mete un pitazo. El pito o bocina o como se llame, es útil solo y solo para casos de emergencia y por si un coche no te ve o ves que se despista y se va hacia otro lado, en fin, sirve para casos como estos y no para decir que yo estoy aquí y ¿qué pasa?.
Pero ya se sabe que le pasa a la gente dentro su coche, que se transforma en un monstruo de dos cabezas. He visto tíos apocados en sus relaciones sociales y laborales y cuando entran en su coche se transforman en lo contrario, en tíos agresivos y envalentonados. No sé si el coche es una prolongación de tú personalidad real y el coche consigue sacar al otro ser que llevamos dentro o sea, al yo verdadero. O que también tiene el mismo poder que tiene la borrachera y sencillamente te saca el lado oscuro. Yo que sé, pero algo distinto te saca. Porque en mi hubo épocas en que conducir me sacaba de quicio e iba como un loco, pitando, insultando, gritando, chillando y cagándome en todo aquél que se cruzara conmigo o también cagándome en su puta madre.

Pero ya se sabe que le pasa a la gente dentro su coche, que se transforma en un monstruo de dos cabezas. He visto tíos apocados en sus relaciones sociales y laborales y cuando entran en su coche se transforman en lo contrario, en tíos agresivos y envalentonados. No sé si el coche es una prolongación de tú personalidad real y el coche consigue sacar al otro ser que llevamos dentro o sea, al yo verdadero. O que también tiene el mismo poder que tiene la borrachera y sencillamente te saca el lado oscuro. Yo que sé, pero algo distinto te saca. Porque en mi hubo épocas en que conducir me sacaba de quicio e iba como un loco, pitando, insultando, gritando, chillando y cagándome en todo aquél que se cruzara conmigo o también cagándome en su puta madre.